Fuente:Blog Huella Digital de El Comercio
24 de enero de 2011
José María Arguedas fue un gran escritor peruano, reconocido por su brillante narrativa a lo largo de su vasta obra, es autor de grandes títulos como “Los ríos profundos, “Todas las sangres” o “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, novela publicada en 1971, dos años luego de su penosa partida, el 28 de noviembre de 1969. Sin embargo, existe un libro en particular que guarda una relación especial con sus más célebres novelas y que nace del encierro al que fue sometido el escritor entre los años 1937-1938. El Sexto fue el reclusorio que albergó a Arguedas y que también inspiró el título del libro publicado en 1961.
En el relato podemos encontrar diferentes matices sobre la realidad que vivía el Perú en aquella época y que siguen latentes en el contexto de las cárceles actuales. Los diferentes personajes son negros, mestizos, asiáticos o criollos pero comparten una característica esencial, la marginalidad. El Sexto transcurre en un espacio claustrofóbico, donde los bandos de limeños y chalacos se disputan el control del penal.
Así encontramos personajes como Puñalada, quien administra una “celda-burdel”; Maravi, un siniestro presidiario; Cámac, apresado por sus ideas políticas; El Piurano, conocido por su imponente fuerza; El Japonés y Pacasmayo, representando a los reos asiáticos y criollos, respectivamente.
Además de Gabriel, personaje principal de la obra y que personifica lo vivido por José María Arguedas en el penal. Estos reclusos también reflejan la crisis social de aquellos tiempos, cuando el militarismo ejercía el poder en nuestro país.
"Su ojo sano era como una estrella, por la limpieza y la energía” […] “–Sí –le dije–. Cámac era distinto; su único ojo tenía más poder y claridad que los dos de todos nosotros. Era tierno y enérgico como nuestras cordilleras”.
Las ideas políticas son plasmadas en Alejandro Jiménez Cámac, un campesino obligado a trabajar en los socavones de Cerro de Pasco por el voraz avance de las empresas mineras. Se convierte en comunista, para luego empezar a organizar huelgas contra el imperialismo que le arrebató sus tierras.
Acusa a los poderosos de ser quienes inventaron falsos crímenes contra él para ponerlo tras las rejas. Su muerte en el reclusorio fue motivo de solidaridad con los otros presos políticos, los apristas.
“El coro de insultos me recordó de pronto uno de los días más grandes de mi infancia (...) Yo volví a ver en esos instantes, en la memoria, la marcha de los cóndores cautivos por las calles de mi aldea”.
El Sexto, a pesar de desarrollarse en medio de la ciudad limeña, tiene un singular nexo con la cosmovisión andina tan propia de Arguedas. Gabriel evoca su niñez serrana en algunos momentos de la obra, por ejemplo, cuando llueve en el presidio y rememora el lugar donde creció.
El Sexto, a pesar de desarrollarse en medio de la ciudad limeña, tiene un singular nexo con la cosmovisión andina tan propia de Arguedas. Gabriel evoca su niñez serrana en algunos momentos de la obra, por ejemplo, cuando llueve en el presidio y rememora el lugar donde creció.
Los días de libertad acechan no sólo al protagonista, sino también a los demás presos que ven en sus remembranzas el mejor escape de la triste realidad penitenciaria.
Es así como esta novela presenta una suerte de autobiografía del autor, en donde la cruda realidad de la cárcel se junta con la supervivencia de los reos que cobija en sus celdas.
José María Arguedas siempre será recordado por analizar con suma particularidad el mundo andino. Muchos críticos literarios coinciden en señalar la férrea relación entre su vida y obra, además de los contrastes entre sus personajes.
El escritor también hace uso de la antropología y etnología, dos grandes pasiones que se reflejan en sus escritos. En definitiva, Arguedas nos presenta un universo personal, con un lenguaje propio y único, una Utopía Arcaica como diría otro grande de la literatura peruana, Mario Vargas Llosa.
(Iván Gonzales Geldres)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio
Fotos: Archivo Histórico El Comercio
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