miércoles, 28 de octubre de 2009

David Foster Wallace y La Vida

Vivir Tu Vida
Por Davir Foster Wallace*



Legados. Las insospechadas riquezas de la vida cotidiana según David Foster Wallace, gran cronista de la sociedad norteamericana y una de las grandes pérdidas del 2008

*Autor de La Broma Infinita, una de las novelas emblemáticas de la literatura norteamericana contemporánea, así como de magistrales cuentos, ensayos y artículos (Hablemos de Langostas), David Foster Wallace (1962 – 2008) era un sujeto que sufría devastadoras depresiones. En el último mes de setiembre, su mujer lo encontró, finalmente, colgado de una viga en el sótano de su casa.

El texto que sigue fue adaptado de un discurso que ofreció el autor en la ceremonia de graduación de Kenyon College, Ohio, en mayo del 2005, y ha circulado profusamente en diversos sitios de Internet.
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Dos peces jóvenes nadaban cuando de pronto se encontraron con otro pez, más viejo, que iba en dirección contraria y que los saludó haciendo un gesto con la cabeza mientras les decía, “buenos días chicos, ¿qué tal está el agua?. Los dos peces jóvenes siguieron nadando un tramo más hasta que, eventualmente, uno de ellos miró al otro y le dijo “¿qué demonios es agua?”

Si temen que haya planeado presentarme aquí como el pez viejo que explica lo que es el agua, no tienen de qué preocuparse. No soy el pez viejo y sabio. Lo que esta historia de peces quiere transmitir en primer lugar es que las realidades más obvias, ubicuas e importantes son, por lo general, las más difíciles de ver y discutir. Al decirlo así parece, sin duda, un tema trivial, pero lo cierto es que en las trincheras cotidianas de la existencia adulta, los temas triviales pueden resultar de vida o muerte. Esta afirmación podría sonar hiperbólica, o disparatada y abstracta. Entonces seamos concretos…

Un gran porcentaje de las cosas que solemos dar por sentadas de manera automática es, o resulta siendo, totalmente equivocado o engañoso. Les presentaré un ejemplo de cómo algo de lo que acostumbramos estar automáticamente seguros resulta siendo una total equivocación: todo en nuestra experiencia inmediata refuerza nuestro profundo convencimiento de que somos el absoluto centro del universo, la persona más real, más viva, más importante de toda la existencia.

Rara vez se habla acerca de este tipo de egocentrismo natural y básico, pues resulta socialmente repulsivo; sin embargo, en el fondo, está presente en casi todos nosotros. Se trata de nuestra configuración preestablecida, integrada en nuestro chip desde que nacemos. Piensen en esto: no contamos con absolutamente ninguna experiencia en la cual no seamos el centro absoluto. El mundo tal y como lo experimentamos se encuentra ahí mismo frente a nosotros, detrás de nosotros, o a nuestra derecha o izquierda, en nuestro televisor, monitor; o lo que sea. Los pensamientos o sentimientos de otras personas tienen que sernos comunicados de alguna forma, sin embargo, los propios son tan inmediatos, urgentes y reales que… bueno, entienden la idea. Pero, por favor, no se preocupen pensando que voy a predicar sobre la compasión, sobre sentimientos altruistas o sobre las llamadas “virtudes”. No se trata de un tema de virtud, sino de nuestra facultad de elegir esforzarnos para, de alguna forma, alterar o liberarnos de nuestra configuración preestablecida, integrada y natural, que es profundamente y literalmente egocéntrica, y que interpreta todo a través de esa óptica del yo.

El Espanto de la Cotidianidad

A manera de ejemplo, situémonos en un día cualquiera: nos levantamos en la mañana, vamos a nuestros súper exigentes trabajos y nos esforzamos durante nueve o diez horas; al final del día estamos cansados, estresados, y lo único que queremos es ir a casa, tener una buena cena y tal vez relajarnos un par de horas para luego meternos al sobre temprano porque al día siguiente tenemos que levantarnos temprano para hacer lo mismo. Pero luego recordamos que no hay comida en casa, no hemos tenido tiempo para ir de compras esta semana a causa de nuestro súper exigente trabajo y por eso, ahora, después del trabajo, debemos meternos en el auto e ir al supermercado. Es el final del día y el tráfico es terrible de manera que ir a la tienda nos toma mucho más tiempo del usual; una vez que llegamos, el supermercado está repleto de gente porque, por supuesto, estamos en esa hora del día en que otras personas que también trabajan intentan hacer algunas compras; además, la tienda está iluminada de manera odiosa, con fluorescentes, y por todos lados suena la espantosa música ambiental típica de supermercados; de hecho, es casi el último lugar en el mundo donde quisiéramos estar, y sin embargo, no podemos entrar y salir de ahí rápidamente: tenemos que vagar por los pasillos repletos de gente en esta enorme tienda sobreiluminada para poder encontrar las cosas que queremos; y tenemos que maniobrar el carrito de porquería a través de toda esta gente con sus carritos que también está cansada y apurada, además, no podían faltar los ancianos, indiferentes y lentísimos, y la gente que le encanta ocupar mucho espacio, y los niños que bloquean el pasillo, obligándonos a apretar los dientes e intentar ser educados mientras les pedimos que nos dejen pasar.

Eventualmente, conseguimos por fin todo lo que queríamos, sólo que ahora parecería que no hay suficientes cajas abiertas a pesar de que estamos al final del día momento que suele ser ocupadísimo, de manera que la cola para pagar es increíblemente larga, lo que es verdaderamente estúpido e irritante, pero no podemos vomitar nuestra ira sobre la frenética cajera.

Llegamos finalmente a la caja y pagamos la comida, esperamos que la tarjeta de crédito sea reconocida por una máquina, escuchamos que nos dicen que tengamos un buen día en una voz que nos recuerda la certeza de la muerte; luego tenemos que colocar las espantosas y endebles bolsas de plástico llenas de comida en el carrito otra vez para llegar al estacionamiento a desniveles, también repleto y cochino, donde luego intentaremos meter las bolsas en nuestro auto de manera que nada se caiga, pues rodaría por toda la maletera en el camino; luego tenemos que manejar a casa en el lento y pesado tráfico, lleno de camionetas todoterreno, típico de esa hora del día, etc., etc.



La Facultad de Elegir

El punto es que exactamente cuando vivimos estupideces sin importancia y frustrantes como esta, es cuando entra a tallar el trabajo de elegir. Porque los embotellamientos, los pasillos llenos y las colas largas nos dan tiempo para pensar, y si no tomamos una decisión de manera consciente sobre qué pensar y a qué prestar atención, vamos a sentirnos molestos y miserables cada vez que vayamos a comprar comida, porque nuestra configuración preestablecida natural nos indica que las situaciones como aquella están realmente dirigidas a nosotros, a nuestro hambre y nuestra fatiga y a nuestro deseo urgente de llegar a casa; y nos parece que todos los demás se interpusieran en nuestro camino, ¿y quién es toda esa gente que está en nuestro camino? Fijémonos además qué repulsivos nos parecen la mayoría de ellos, y lo estúpidos, adormilados y poco humanos que se ven aquí en la cola para pagar, o lo irritante y malcriada que es la gente que habla a gritos por sus celulares en la mitad de la cola, y démonos cuenta de lo profundamente injusto que es todo esto: hemos trabajado realmente duro todo el día, nos morimos de hambre, estamos cansados y ni siquiera podemos llegar a casa para comer y relajarnos por culpa de todos estos estúpidos.

O si nuestra configuración preestablecida tira más hacia la convivencia social, probablemente mientras estemos embotellados por el tráfico del final del día nos sentiremos molestos y disgustados por todas las enormes y estúpidas camionetas, 4x4 y pickups que bloquean la pista malgastando sus despilfarradores tanques de gasolina de 40 galones, y podremos pensar también en que los stickers con mensajes patriotas o religiosos siempre parecen estar pegados en los vehículos más grandes y desagradablemente egoístas que son a su vez manejados por los conductores más feos, desconsiderados y agresivos, que por lo general están hablando por su celular mientras cierran a otros carros para tan solo adelantarse 6 estúpidos metros en el trafico; imaginaremos también cómo los hijos de nuestros hijos nos despreciarán por habernos gastado todo el combustible del futuro y probablemente por haber malogrado el clima, y pensaremos, finalmente, en lo engreídos, estúpidos y repugnantes que somos todos y como todo es una porquería…

Si elijo pensar de esta forma, perfecto, muchos lo hacen, salvo que hacerlo resulta tan fácil y automático que no siempre se trata de una elección. Pensar de esta forma es mi configuración preestablecida natural. Es la forma automática e inconsciente que tenemos de experimentar aquellos momentos de la vida adulta que resultan aburridos, frustrantes y multitudinarios cuando estamos actuando con la creencia automática e inconsciente de que somos el centro del universo y que nuestras necesidades y sentimientos inmediatos son los que deberían determinar las prioridades del mundo. La cosa es que existen, obviamente, formas diferentes de pensar respecto a este tipo de situaciones. En ese tráfico, todos esos autos detenidos y tratando de cerrarme el paso: no resulta imposible que alguna de estas personas en camionetas hayan tenido algún accidente automovilístico terrible en el pasado y que ahora manejar le parezca tan traumático que sus terapeutas les hayan ordenado comprarse camionetas enormes y pesadas para que puedan sentirse lo suficientemente seguros como para manejar; o que tal vez la 4x4 que me acaba de cerrar esté siendo conducida por un padre cuyo hijo pequeño, sentado a su lado, se encuentra herido o enfermo, y que por eso está tratando de apurarse para llegar al hospital, con lo cual él se encuentra en un apuro mucho mayor y legítimo que el mío, de hecho, soy yo quien me encuentro en su camino.
Sabiduría Práctica
Si realmente hemos aprendido cómo pensar (...) entonces sabremos que tenemos otras opciones. Tendremos la facultad de experimentar una situación multitudinaria, bullanguera, lenta e infernal, no solo como significativa sino sagrada, capaz de estar iluminada con la misma fuerza que tienen las estrellas.


Les ruego nuevamente que no crean que estoy intentando dar consejos morales o que estoy diciendo que “deberían” pensar de ese modo, o que nadie espera que piensen de manera automática, porque es difícil, requiere de voluntad y esfuerzo mental, y si ustedes son como yo, algunos días no serán capaces de lograrlo, o simplemente no podrán hacerlo. Pero la mayoría de días, si están lo suficientemente conscientes como para darse a sí mismos la posibilidad de elegir, pueden optar por ver diferente a esa mujer gorda, aletargada y maquillada en exceso que acaba de gritarle a su hijito en la cola: tal vez no sea siempre así, tal vez ha estado despierta tres noches seguidas sosteniéndole la mano a su esposo que está muriendo de cáncer de huesos, o quizás esta misma mujer sea la secretaria mal pagada del Departamento de Tránsito que justo ayer ayudó a tu cónyuge a resolver ese espantoso problema administrativo gracias a un pequeño acto de bondad burocrática. Por supuesto, nada de esto parece muy probable, pero no es imposible, solo depende de lo que queramos tomar en consideración. Si estamos automáticamente seguros de que sabemos lo que es la realidad y qué o quién es realmente importante – si queremos actuar según la configuración preestablecida – entonces ustedes, como yo, no tomarán en cuenta aquellas posibilidades que no resultan irritantes y sin sentido. Pero si realmente hemos aprendido cómo pensar y cómo prestar atención, entonces sabremos que tenemos otras opciones. Tendremos la facultad de experimentar una situación multitudinaria, bullanguera, lenta e infernal, no solo como significativa sino sagrada, capaz de estar iluminada con la misma fuerza que tienen las estrellas – compasión, amor, aquello que comparten todas las cosas. No quiere decir que las cuestiones místicas sean necesariamente verdaderas: lo único que es verdaderamente cierto es que cada uno decide cómo intentará ver las cosas. Se puede decidir conscientemente qué es importante y qué no. Se puede decidir a qué cosa rendir culto.

Y aquí tenemos otra cosa que es cierta. En las trincheras cotidianas de la vida adulta, no existe algo así como el ateísmo. Es imposible no rendirle culto a nada. Todos rinden culto a algo. Lo único que podemos elegir es qué venerar. Y una razón excepcional para elegir adorar algún tipo de dios o algo espiritual – llámese Jesucristo, Alá, Jehová, la madre-diosa Wicca, Las Cuatro Nobles Verdades o un conjunto férreo de principios éticos – es que casi cualquier otra cosa terminará por comernos vivos. Si adoramos el dinero y las cosas materiales – si es eso lo que da sentido a nuestras vidas – entonces nunca tendremos suficiente. Nunca sentiremos que tenemos suficiente. Esa es la verdad.

Si rendimos culto a nuestro propio cuerpo, a la belleza y al atractivo sexual, siempre nos sentiremos feos y cuando el tiempo y la edad empiecen a notarse moriremos un millón de muertes antes de que finalmente nos llegue la hora. A un nivel, todos ya sabemos esto – ha sido codificado en forma de mitos, proverbios, clichés, sedantes, epigramas, parábolas: el esqueleto de toda gran historia. El truco está en mantener esta verdad a la vista en nuestra consciencia cotidiana. Si le rendimos culto al poder, nos sentiremos débiles y asustados, y necesitaremos aún más poder sobre los otros para mantener a raya el miedo. Adoremos el intelecto, ser considerados inteligentes, y terminaremos sintiéndonos estúpidos, un fraude, siempre a punto de ser descubiertos.

La Verdadera Libertad

Estas formas de culto resultan traicioneras y no porque sean malvadas o pecaminosas, sino porque son inconscientes. Son categorías preestablecidas. Son el tipo de culto en los que uno gradualmente va cayendo, día tras día, volviéndose cada vez más selectivo en la forma como ve y mide el valor sin estar completamente consciente de lo que se está haciendo. Y la vida no nos desalentará de actuar según nuestra categoría preestablecida, pues el mundo de los hombres, el dinero y el poder se nutre muy bien con el combustible del miedo, el desprecio, la frustración, el ansia y el culto al yo. Nuestra propia cultura actual ha empleado estas fuerzas de forma tal que ha logrado cosechar riquezas extraordinarias, comodidades y libertades personales. La libertad de ser amos y señores de nuestros propios y minúsculos reinos, solos en el centro de la creación.

Este tipo de libertad es muy recomendable. Pero existen muchos tipos diferentes de libertad, y el tipo más valioso no será aquel del cual se escucha hablar mucho en el mundo exterior que se caracteriza por ganar, lograr y mostrar. El tipo de libertad verdaderamente importante involucra la atención, la conciencia, la disciplina y el esfuerzo, así como ser capaces de que nos importen verdaderamente las otras personas y sacrificarnos por ellas, una y otra vez, en una miríada de cosas pequeñas, sin importancia y poco sexys, todos los días. Esa es la verdadera libertad. La alternativa es la inconsciencia, la configuración preestablecida, la “carrera de ratas”, la constante sensación que nos roe por dentro de haber tenido y perdido algo que era inmortal.Sé que todo esto probablemente no suene divertido, jovial o enormemente inspirador. Se trata, al menos hasta dónde puedo verlo, de la verdad, una vez que sacamos una buena cantidad de estupideces retóricas. Obviamente, podemos pensar de ello lo que queramos. Pero, por favor, no lo descarten como harían con un sermón pacato y que busca generar culpa. Nada de esto se refiere a la moral, religión, dogma o rebuscadas preguntas sobre la vida después de la muerte. La verdad capital trata sobre la vida antes de la muerte. Trata sobre llegar a los 30, o tal vez a los 50 años, sin querer pegarse un tiro en la cabeza. Trata simplemente sobre la conciencia – la conciencia de lo que es tan real y esencial, tan oculto a plena vista, que tenemos que seguir recordándonoslo, una y otra vez. “Esto es agua, esto es agua”.

Publicado en la revista "Somos" de El Comercio el 03 de enero de 2009
 

viernes, 23 de octubre de 2009

Roberto Bolaño (Perfil)

Roberto Bolaño

Perfiles

Por Jaime Bergamin Leighton
Revista Cultural  "Encontrarte"




“No, yo no soy muy elegante que digamos. Soy nieto de inmigrantes gallegos analfabetos, o sea que poco tengo de elegante, no lo llevo en los genes, al menos por parte paterna”.

Mi abuela paterna era analfabeta, declaró en una de sus entrevistas en Caracas. Olvidó al abuelo.

Así, de abuelos peninsulares analfabetas y padres criollos como prosapia, Roberto Bolaño Ávalos nace el 28 de abril del 1953 en Santiago de Chile (en algún momento de sus conferencias durante los fastos del Rómulo Gallegos, mencionó a Mulchén, ciudad situada en plena Frontera, territorio mapuche. Licencia poética, seguramente). Cabe señalar que su madre era profesora…

Con cinco años comienza su trashumar que solo se resolvería, ya famoso, en la Cataluña de su esposa e hijos. Sus padres se lo llevan a vivir a Quilpué, Cauquenes, Valparaíso, Viña del Mar y Los Ángeles, dónde cursa sus primeros estudios. En Quilpué realizó, a los diez años, su primer trabajo como boletero en una línea de autobuses que cubría el trayecto Quilpué-Valparaíso.

¿Ha caminado alguna vez en medio del desierto?

–Sí, y en una ocasión, además, del brazo de mi abuela. La anciana señora era incansable y yo pensé que de ésa no salíamos.

Junto a su familia, se establece en Ciudad de México, Distrito Federal. -Llegué a los quince años a México y fue alucinante. No sé si ocurre en otras ciudades, pero el DF es totalmente autosuficiente, no necesitas salir de ahí. Seguramente ya era un devorador de libros, pero, a partir de ahí pasé de ser un lector prudente a un lector voraz, y de ladrón de libros me convertí en atracador de libros”- Costumbre al parecer recurrente en las letras chilenas, al menos entre los jóvenes poetas con hambres literarias y recursos económicos inversamente proporcionales a sus talentos. Buen ejemplo de ello: Juan Luis Martínez, una especie de Cesárea Tinajero viñamarina con cadencia y sombra de poeta, pero sin chambergo nerudiano, que se esfumara cuando quienes lo conocimos aun no estábamos seguros de su existencia.

Y es en la capital azteca dónde Roberto Bolaño realiza la casi totalidad de los estudios secundarios (que no fueron muchos), hasta cumplir los diecisiete años, edad en que abandona definitivamente la escuela. -Si por autodidacta entendemos a alguien que nunca ha pasado por la facultad de filosofía y letras, en cierta manera (lo soy). Pero yo creo que en la formación de todo escritor hay una universidad desconocida que guía sus pasos, la cual, evidentemente, no tiene sede fija, es una universidad móvil pero común a todos- ("A los nueve años abandoné mi educación para ir a la escuela". G.B.Shaw)

Nadie te manda cartas ahora Debajo del faro

en el atardecer Los labios partidos por el viento

Hacia el Este hacen la revolución Un gato duerme

entre tus brazos A veces eres inmensamente feliz



Sus andanzas posteriores al abandono de sus estudios formales se pueden deducir a través de su personaje Arturo Belano, su alter ego literario. Entonces irrumpe en su lejano Sur el fenómeno político de la Unidad Popular. Siente, en su condición de joven, chileno, extranjero y revolucionario, que es un deber ineludible incorporarse a la lucha para llevar a buen término lo que Salvador Allende definiera como La Revolución con Empanadas y Vino Tinto.

Para volver a Chile, pocos meses antes del golpe militar de Pinochet, emprende un largo viaje por mar y tierra, una verdadera peregrinación, con el propósito de participar en la experiencia de una sociedad enfrascada en una transformación de sus estamentos bajo el acoso feroz de la oligarquía chilensis con el entusiasta apoyo de las transnacionales norteamericanas y su mano ejecutora: la CIA. En sus propias palabras, ese tiempo fue “un sueño preparatorio y con el Golpe empezó la realidad”.

El sueño dura poco. Es apresado y permanece ocho días en la cárcel.

Como toda una generación de chilenos, no pudo escapar al sino golpista aunque haya vivido gran parte de su vida en el extranjero: -Cada noche te podían matar. No sabías que podía ocurrir. Pero creo que mis ganas de no dejar Chile tienen que ver con que la bronca era tan anfetamínica, que volver a México era como perder la dosis. Estas palabras nos recuerdan la parábola de la Muerte con actitud sorprendida al encontrarse con el destinatario de su misión en la ciudad que no le correspondía.

A mí me sacaron de la cárcel dos policías, que habían sido compañeros míos a los quince años.

Suerte parecida a la del Tito Fernández, “El Temucano”, quien , por haber pertenecido a la Fuerza Aérea de Chile, la pasó menos mal que otros tan comprometidos como él al ser “protegido” por sus ex camaradas y a pesar de un servicio de inteligencia solo superado por la DINA en lo que a crueldad y ensañamiento se refiere.

Algo es seguro, todo el que participa en la vida política durante un régimen dictatorial, independiente del bando al que pertenezca, indefectiblemente termina sumergido en el terror.

En la sala de lecturas del Infierno En el club

de aficionados a la ciencia-ficción

En los patios escarchados En los dormitorios de tránsito

En los caminos de hielo Cuando ya todo parece más claro

Y cada instante es mejor y menos importante

Con un cigarrillo en la boca y con miedo A veces

los ojos verdes Y 26 años Un servidor.



En enero de 1974 vuelve a México, donde conoce a los poetas Mario Santiago y Bruno Montané, junto a quienes funda un movimiento de vanguardia literaria al que bautizan Infrarrealismo (Lo que en su novela ‘Los detectives Salvajes’ figura como Real Visceralismo). El movimiento contó con dos revistas: 'Rimbaud, vuelve a casa' y 'Correspondencia Infra'. Además de editar la antología 'Poetas infrarrealistas mexicanos', en la que Bolaño no se incluyó debido a su nacionalidad chilena.

En los dos años subsiguientes publica su primer libro de poemas, titulado 'Gorriones cogiendo altura' y un segundo libro de poesía: 'Reinventar el amor'.

“En realidad una de las razones por las que me vine es que había roto con mi compañera, la primera chica con la que viví. Me fui porque ya no soportaba tanto desamor, como diría la ranchera. Si me quedaba en México me iba a colgar, sabía que me iba a morir”.

Cuando Lisa me dijo que había hecho el amor

con otro, en la vida cabina telefónica de aquel

almacén de la Tepeyac, creí que el mundo

se acababa para mí. Un tipo alto y flaco y

con el pelo largo y una verga larga que no esperó

más de una cita para penetrarla hasta el fondo.

No es algo serio, dijo ella, pero es

la mejor manera de sacarte de mi vida.

Parménides García Saldaña tenía el pelo largo y hubiera

podido ser el amante de Lisa, pero algunos

años después supe que había muerto en una clínica psiquiátrica

O que se había suicidado. Lisa ya no quería

acostarse más con perdedores. A veces sueño

con ella y la veo feliz y fría en un México

diseñado por Lovecraft. Escuchamos música

(Canned Heat, uno de los grupos preferidos

de Parménides García Saldaña) y luego hicimos

el amor tres veces. La primera se vino dentro de mí,

La segunda se vino en mi boca y la tercera, apenas un hilo

de agua, un corto hilo de pescar, entre mis pechos. Y todo

en dos horas, dijo Lisa. Las dos peores horas de mi vida,

dije desde el otro lado del teléfono.

Comienza un largo periplo: se marcha de México viaja por África, Francia y España, donde, para subsistir realizó los más diversos oficios, un hecho que como tantos otros de su vida, se encuentra esparcido por sus diferentes libros.

“No existe trabajo que no haya hecho. He cargado barcos, he sido camarero, recepcionista, basurero, guarda nocturno de un camping, hasta mayordomo. Todo para ser hoy un escritor disciplinado, convencido de que lo más importante para escribir es tener paciencia, mucha paciencia”.

Quien escribe recuerda que, en un viaje a Chile, cuando Bolaño aun vivía, el debate de los críticos literarios se centraba en el hecho que no se decidían a aceptarlo como escritor chileno. Acababa de recibir el premio Rómulo Gallegos y de cumplir una visita a ese Chile que dejara cuando aun no aprendía a leer, si no incluimos su breve estadía en el Chile durante los últimos días de Allende y su no menos fugaz pasantía por las prisiones pinochetistas. Afortunadamente para la literatura, para los que lo querían y, al fin y al cabo, para la humanidad toda (al menos la de habla hispana, aunque, ahora también es célebre en Estados Unidos, y en Francia, y en Alemania, y en Italia).



“Los Detectives Salvajes” del extinto escritor chileno Roberto Bolaño, figura entre los 10 mejores libros de ficción del 2007 del New York Times, que publicó su lista el miércoles en su sitio de Internet. AP - Nueva York, EU. Miércoles 28 de noviembre de 2007".

Se argumentaba incluso, que “ni siquiera tenía acento chileno”. Quien lo haya conocido y tuvo la suerte de conversar con él, sabe que Bolaño tenía un acento…Bolaño, producto de su trashumar desde su remoto país, pasando por su entrañable México (El DF. no el país), hasta las riberas catalanas donde formó una familia y dejó sus huesos. Su primer hijo se llama Lautaro…

…significa poco, ser colombiano o ser venezolano, y en este punto volvemos como rebotados por un rayo a la b de Bolívar, que no era disléxico y al que no le hubiera disgustado una América Latina unida, un gusto que comparto con el Libertador, pues a mí lo mismo me da que digan que soy chileno, aunque algunos colegas chilenos prefieran verme como mexicano, o que digan que soy mexicano, aunque algunos colegas mexicanos prefieren considerarme español, o, ya de plano, desaparecido en combate, e incluso lo mismo me da que me consideren español, aunque algunos colegas españoles pongan el grito en el cielo y a partir de ahora digan que soy venezolano, nacido en Caracas o Bogotá, cosa que tampoco me disgusta, más bien todo lo contrario. Discurso pronunciado durante la entrega del Premio Rómulo Gallegos. Julio de 1.999

Cierre los ojos, ¿cuál de todos los paisajes de la Latinoamérica que usted recorrió le viene primero a la memoria?

–Los labios de Lisa en 1974. El camión de mi padre averiado en una carretera del desierto. El pabellón de tuberculosos de un hospital de Cauquenes y mi madre que nos dice a mi hermana y a mí que aguantemos la respiración. A veces la patria de un escritor no es la gente que quiere sino su memoria.

En 1984 publica “Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce”, en colaboración con Antoni García Porta. Esta novela ganó el premio Ámbito Literario de Narrativa.

¿Le dio algún valor en su vida el haber nacido disléxico?

–Ninguno. Problemas cuando jugaba al fútbol, soy zurdo. Problemas cuando me masturbaba, soy zurdo. Problemas cuando escribía, soy diestro. Como puedes ver, ningún problema importante.

No deja títere con cabeza, ni siquiera arremete contra la derecha, por obvia y se afinca en esa izquierda en la que milita desde los bordes, oteando por encima del muro y denunciando lo que, como poeta, le resulta imposible aceptar.

–Me aburre el discurso vacío de la izquierda. El discurso vacío de la derecha lo doy por sentado.

Mordaz, certero en sus apreciaciones, se ganó conspicuos enemigos, fuera, pero sobre todo, dentro del mundo de las letras, entre las cuales dos escritoras famosas de la prosa (la prosapia y la prosodia), hispana: Frente a la observación que, si se hubiera emborrachado con Isabel Allende y Ángeles Mastretta otro sería su parecer acerca de sus libros (los de ellas), responde sin vacilar: –No lo creo. Primero, porque esas señoras evitan beber con alguien como yo. Segundo, porque yo ya no bebo. Tercero, porque ni en mis peores borracheras he perdido cierta lucidez mínima, un sentido de la prosodia y del ritmo, un cierto rechazo ante el plagio, la mediocridad o el silencio-.

A uno de sus personajes hace decir: -(…) las novelas, generalmente, eran heterosexuales, la poesía, en cambio, era absolutamente homosexual, los cuentos, deduzco, eran bisexuales aunque esto no lo dijo. Dentro del inmenso océano de la poesía distinguía varias corrientes: maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, mariposas, ninfas y filenos. Las dos corrientes mayores, sin embargo, eran la de los maricones y las maricas. Walt Whitman, por ejemplo, era un poeta maricón. Hasta ahí, todo bien, al fin y al cabo es algo sabido y Whitman no tiene parientes vivos, pero luego arremete contra las vacas sagradas de ambos hemisferios: Pablo Neruda, un poeta marica. William Blake era maricón, sin asomo de duda y Octavio Paz, marica (¡Y dicho en la propia tierra de los manitos!). Borges era fileno, es decir, de improviso podía ser maricón y de improviso, simplemente asexual. Rubén Darío era una loca, de hecho, la reina y el paradigma de las locas. Y, luego de una larga lista que no deja a casi nadie fuera, arremete en arranques herejes: Góngora y Quevedo, maricas; San Juan de la Cruz y Fray Luis de León, maricones-

En su caso, renunciar a la poesía o, al menos, mediatizarla en función de la novela y el cuento, no se trató de homofobia sino de supervivencia. Tenía una familia que mantener y, aunque conquistara a su esposa con un arroz quemado -era muy pobre- la poesía no rinde y amor con arroz no dura…

¿Quién le hizo creer que es mejor poeta que narrador?

–La gradación del rubor que siento cuando, por pura casualidad, abro un libro mío de poesía o uno de prosa. Me ruboriza menos el de poesía.

¿Qué es la patria para usted?

–Lamento darte una respuesta más bien cursi. Mi única patria son mis dos hijos, Lautaro y Alexandra. Y tal vez, pero en segundo plano, algunos instantes, algunas calles, algunos rostros o escenas o libros que están dentro de mí y que algún día olvidaré, que es lo mejor que uno puede hacer con la patria-.

¿Qué es la literatura chilena?

–Probablemente las pesadillas del poeta más resentido y gris y acaso el más cobarde de los poetas chilenos: Carlos Pezoa Véliz, muerto a principios del siglo XX, y autor de sólo dos poemas memorables, pero, eso sí, verdaderamente memorables, y que nos sigue soñando y sufriendo. Es posible que Pezoa Véliz aún no haya muerto y esté agonizando y que su último minuto sea un minuto bastante largo, ¿no?, y todos estemos dentro de él. O al menos que todos los chilenos estemos dentro de él.

¿Usted tiene más amigos que enemigos?

–Tengo suficientes amigos y enemigos, todos gratuitos.

¿Antonio Skármeta lo invitó alguna vez a su programa?

–Una secretaria suya, tal vez su mucama, me llamó una vez por teléfono. Le dije que estaba demasiado ocupado. (En la sutileza de la ironía y el blanco de la misma parece confirmarse la sospecha de que era chileno hasta el tuétano).

¿Enrique Lihn, Jorge Teillier o Nicanor Parra?

–Nicanor Parra por encima de todos, incluidos Pablo Neruda y Vicente Huidobro y Gabriela Mistral-.

¿John Lennon, Lady Di o Elvis Presley?

–The Pogues. O Suicide. O Bob Dylan. Pero, bueno, no nos hagamos los remilgados: Elvis forever.

¿Quién lee más, usted o Rodrigo Fresán?

–Depende. El Oeste es para Rodrigo. El Este para mí. Luego nos contamos los libros de nuestras correspondientes áreas y parece que lo hubiéramos leído todo.

¿Cuál es el mejor poema de Pablo Neruda según usted?

–Casi cualquiera de 'Residencia en la Tierra'-.

¿Qué le hubiera dicho a Gabriela Mistral si la hubiera conocido?

–Mamá, perdóname, he sido malo, pero el amor de una mujer hizo que me volviera bueno.

Si de poesía chilena se trata y si hay que poner a alguien sobre el tapete, el elegido es como el propio Bolaño lo define “Travestido, militante, tercermundista, anarquista, mapuche por adopción, vilipendiado por un establishment que no soporta sus palabras certeras, memorioso hasta las lágrimas, no hay campo de batalla en donde él, fragilísimo, no haya combatido y perdido” se refería a Pedro Lemebel (Ver quincenario Nº 86).

Al escritor de “Tengo Miedo Torero” lo encuentra el mejor escritor de Chile y también el mejor poeta aunque no escriba poesía, pues no la necesita. Dice que nadie llega más hondo que Lemebel y encima por si fuera poco, lo tacha de valiente “es decir sabe abrir los ojos en la oscuridad en esos territorios donde nadie se atreve entrar… ¿Qué cómo supe esto? Leyendo sus libros”.

Aprovecha también de celebrar la poesía de Raúl Zurita afirmando que creó una obra magnífica que descolló entre los de su generación y que marcó un punto de retorno con la poética de la generación precedente, pero que al contrario de Lemebel, el Premio Nacional de Literatura año 2000 no fue valiente “gran poesía, pero su escatología, su mesianismo, son también los puntales de un mausoleo o una pira funeraria hacia la que se encaminaron en los años ochenta casi todos los poetas chilenos. Ese dolce stil novo pretendió ser renovador y épico y en algunos aspectos lo fue, aunque sus flecos fueron amargos y patéticos”.

Pero las loas siguieron y en esta ocasión le tocó a Gonzalo Millán, uno de los poetas más espectaculares que se ha dado en Chile “Su poesía, una de las más consistentes y lúcidas en el panorama latinoamericano; poesía civil frente al alud de poesía sacerdotal; es un alivio leerlo que no se propone como el poeta nacional, sino como el poeta de los oprimidos”.

De Diego Maquieria acota “Escribe dos libros brillantes y después elige el silencio, con él todo es posible, lo mejor y lo peor” y prosigue con Rodrigo Lira “Abre un camino y se pierde, hay que releer a Lira. No pretende ser Dante sino Condorito. No pretende entrar a la “Casa de las Becas” (que durante tanto tiempo fue la casa de los poetas) sino a la casa de la destrucción” con ello nuevamente el ideal del poeta valiente.



En relación a las nuevas generaciones Bolaño siempre habló de los jóvenes poetas de menos de 30 años, jóvenes que hoy algunos ya rebasan esa edad y que luego deberían dar que hablar, sino ya algunos. De ese grupo en narrativa nombró a tres: “Las Infantas de Lina Meruane y en “Voz Baja” y “Ciudadano en Retiro” de Alejandra Costamagna son logros en si mismo, pero sobretodo son la promesa más firme de una literatura que no renuncia a nada. Las jóvenes escritoras chilenas escriben como diablas”

¿Octavio Paz sigue siendo el enemigo?

–Para mí, ciertamente, no. No sé qué pensarán los poetas que durante esa época, cuando yo viví en México, escribían como sus clones. Hace mucho que no sé nada de la poesía mexicana.

¿Qué le produce el hecho de que Arturo Pérez Reverte sea actualmente el escritor más leído en lengua española?

–Pérez Reverte o Isabel Allende. Da lo mismo. Feuillet era el autor francés más leído de su época. (Nota: de Feuillet y feuille derivan la palabra feuilleton y, en español, folletón y folletín).

¿Y el hecho de que Arturo Pérez Reverte haya ingresado a la Real Academia?

–La Real Academia es una cueva de cráneos privilegiados. No está Juan Marsé, no está Juan Goytisolo, no está Eduardo Mendoza ni Javier Marías, no está Olvido García Valdez, no recuerdo si está Alvaro Pombo (probablemente si está se deba a una equivocación), pero está Pérez Reverte. Bueno, (Paulo) Coelho también está en la Academia brasileña.(Solo faltan Corín Tellado y Delia Fiallo. Nota del E. tratando de hacerse el agudo)

Al revés de García Márquez, que mata la magia a su novelística revelando las fuentes de sus relatos (“Vivir Para Contarlo”), Bolaño solo acentúa el mito reforzándolo con sus respuestas autobiográficas:

–El oficio en el que mejor me he desempeñado fue el de vigilante nocturno de un camping cerca de Barcelona. Nunca nadie robó mientras yo estuve allí. Impedí algunas peleas que hubieran podido terminar muy mal. Evité un linchamiento (aunque de buena gana, después, hubiera linchado o estrangulado yo mismo al tipo en cuestión).

¿Ha experimentado el hambre feroz, el frío que cala los huesos, el calor que deja sin aliento?

–Como dice Vittorio Gassman en una película: modestamente, sí.

¿Ha robado algún libro que luego no le gustó?

–Nunca. Lo bueno de robar libros (y no cajas fuertes) es que uno puede examinar con detenimiento su contenido antes de perpetrar el delito.

¿Ha tallado en un tronco de árbol el nombre de la persona amada?

–He cometido desmanes aún mayores, pero corramos un tupido velo.

¿Qué cosas recuerda de su niñez?

–Todo. No tengo mala memoria.

¿Coleccionaba figuritas?

–Sí. De fútbol y de actores y actrices de Hollywood.

¿Tenía una patineta?

–Mis padres cometieron el error de regalarme un par de patines cuando vivimos en Valparaíso, que es una ciudad de cerros. El resultado fue desastroso. Cada vez que me ponía los patines era como si me quisiera suicidar. (Valparaíso está conformado por un empinado anfiteatro que se vuelca sobre el Pacífico…y no mucho más. N.del E.)

¿Cuál es su equipo de fútbol favorito?

-Los que bajaron a segunda y luego, consecutivamente, a tercera y a regional, hasta desaparecer. Los equipos fantasmas.

Cuando se le pregunta sobre qué cosas debe a las mujeres de su vida, responde:

–Muchísimo. El sentido del desafío y la apuesta alta. Y otras cosas que me callo por decoro.

¿Qué cosas de todas las que le han dicho sus lectores en torno de sus libros lo han conmovido?

–Me conmueven los lectores a secas, los que aún se atreven a leer el Diccionario filosófico de Voltaire, que es una de las obras más amenas y modernas que conozco. Me conmueven los jóvenes de hierro que leen a Cortázar y a Parra, tal como los leí yo y como intento seguir leyéndolos. Me conmueven los jóvenes que se duermen con un libro debajo de la cabeza. Un libro es la mejor almohada que existe.

¿Qué cosas lo han enojado?

–A estas alturas enojarse es perder el tiempo. Y, lamentablemente, a mi edad el tiempo cuenta.

Sus respuestas van desde la frase simple, cargada de intenciones, hasta la crítica literaria disfrazada de declaración: –He tenido miedo de los fans de Leopoldo María Panero, el cual, por otra parte, me parece uno de los tres mejores poetas vivos de España. En Pamplona, durante un ciclo organizado por Jesús Ferrero, Panero cerraba el ciclo y a medida que se aproximaba el día de su lectura la ciudad o el barrio donde estaba nuestro hotel se fue llenando de freaks que parecían recién escapados de un manicomio, que, por otra parte, es el mejor público al que puede aspirar cualquier poeta. El problema es que algunos no sólo parecían locos sino también asesinos y Ferrero y yo temimos que alguien, en algún momento, se levantara y dijera: yo maté a Leopoldo María Panero y después le descerrajara cuatro balazos en la cabeza al poeta, y ya de paso, uno a Ferrero y el otro a mí.

Su sarcasmo seduce (y enoja), porque se ve auténtico, sin falsas modestias ni autoflagelaciones y, a menudo, premonitorias.

¿Qué siente cuando hay críticos como Darío Osses que considera que usted es el escritor latinoamericano con más futuro?

–Debe ser una broma. Yo soy el escritor latinoamericano con menos futuro. Eso sí, soy de los que tienen más pasado, que al cabo es lo único que cuenta.

¿Le despierta curiosidad el libro crítico que está preparando su compatriota Patricia Espinoza?

–Ninguna. Espinoza me parece una crítica muy buena, independientemente de cómo vaya a quedar yo en su libro, que supongo que no muy bien, pero el trabajo de Espinoza es necesario en Chile. De hecho, la necesidad de una, llamémosla así, nueva crítica, es algo que empieza a ser urgente en toda Latinoamérica-.

¿Y el de la argentina Celina Mazoni?

–A Celina la conozco personalmente y la quiero mucho. A ella le dediqué uno de los cuentos de 'Putas asesinas' (SIC).

¿Usted ve su obra como la suelen ver sus lectores y críticos: arriba de todo 'Los detectives salvajes' y luego todo lo demás?

–La única novela de la que no me avergüenzo es 'Amberes', tal vez porque sigue siendo ininteligible. Las malas críticas que ha recibido son mis medallas ganadas en combate, no en escaramuzas con fuego simulado.

¿No les sacaría algunas páginas a 'Los detectives salvajes'?

–No. Para sacarle páginas tendría que releerlo y eso mi religión me lo prohíbe.

¿Qué dice de los que piensan que Los detectives salvajes es la gran novela mexicana de la contemporaneidad?

–Que lo dicen por lástima, me ven decaído o desmayándome en las plazas públicas y no se les ocurre nada mejor que una mentira piadosa, que por lo demás es lo más indicado en estos casos y ni siquiera es pecado venial.

Las preguntas siguen, siempre respondidas con humor, negro, a menudo, pero humor al fin y al cabo. A la pregunta ¿Cómo es el infierno?, responde:

–Como Ciudad Juárez, que es nuestra maldición y nuestro espejo, el espejo desasosegado de nuestras frustraciones y de nuestra infame interpretación de la libertad y de nuestros deseos.

Cuándo supo que estaba gravemente enfermo, ¿Qué cosas de su carácter cambió la enfermedad?

–Ninguna. Supe que no era inmortal, lo cual, a los 38 años, ya iba siendo hora de que lo supiera.

¿Qué cosas desea hacer antes de morir?

–Ninguna en especial. Bueno, preferiría no morirme, claro. Pero tarde o temprano la distinguida dama llega, el problema es que a veces no es una dama ni mucho menos es distinguida, sino más bien, como dice Nicanor Parra en un poema, es una puta caliente, que es algo que hace dar diente con diente al más pintado. (Ver Quincenario Nº 81)

¿Pensó alguna vez en suicidarse?

–Por supuesto. En alguna ocasión sobreviví precisamente porque sabía cómo suicidarme si las cosas empeoraban.

¿Qué cosas lo hacen reír a mandíbula batiente?

–Las desgracias propias y ajenas.

¿Qué cosas lo hacen llorar?

–Lo mismo: las desgracias propias y ajenas

Luego deja entrever su ternura de poeta.

La locura, la muerte y el amor, ¿de qué de estas tres cosas ha habido más en su vida?

–Espero de todo corazón que haya habido más amor.

¿Por qué no tiene aire acondicionado en su estudio?

–Porque mi lema no es Et in Arcadia ego, sino Et in Esparta ego.

¿Le gusta la música?

–Mucho.



Contrariamente a lo que sucede o se dice que sucede entre los escritores y las editoriales, Bolaño se llevaba de maravillas con Jorge Herralde, el editor que creyó en él y lo llevó a la fama. Fundador y director de Editorial Anagrama, está considerado el mejor editor literario del mundo hispano ocupando el vacío dejado por el desaparecido y mítico Carlos Barral.

Frente a la pregunta de si se lleva bien con su editor, contesta:

–Bastante bien. Herralde es una persona inteligente y a menudo encantadora. Tal vez a mí me convendría más que no fuera tan encantador. Lo cierto es que ya hace ocho años que lo conozco y, al menos de mi parte, el cariño no hace más que crecer, como dice un bolero.

Y el cariño lleva a Jorge Herralde a escribir un libro, sentido, llorado, “nostalgiado”, que confirma esa rareza literaria: “En Para Roberto Bolaño, relato nuestro primer encuentro en la Editorial, así como el segundo con el manuscrito de Estrella Distante y, a partir de ahí, una amistad permanente y la publicación de sus libros. Y he tenido la suerte de acompañar la carrera de un autor casi desconocido hasta convertirse en uno de los escritores más importantes en lengua española en los últimos cincuenta años. Así lo ha proclamado la más exigente crítica estadounidense después de la publicación de Los Detectives Salvajes en su país. En tres meses se habían vendido 25.000 ejemplares, según me dijo Jonathan Galassy, el editor de Farrar Strauss, una cifra casi impensable en literatura traducida. Y más aún si nos atenemos a la literary fiction.

A pesar de su fama de chúcaro, mucha gente se preocupaba por él y lo ayudaba a salir de líos en los cuales aun no se había metido.

¿Es cierto que fue Juan Villoro el que le convenció para que no titulara 'Tormenta de mierda' a su novela 'Nocturno de Chile'?

–Entre Villoro y Herralde.

Como Neruda, termina confesando su cursilería, aunque, en el caso de Bolaño, es la confesión al sesgo de una humanidad que se le cuela por las costuras: ¿Usted tiene esperanzas, en qué, en quiénes?

–Mi querida Maristain, vuelve usted a empujarme a los potreros de la cursilería, que son mis potreros natales. Yo tengo esperanza en los niños. En los niños y en los guerreros. En los niños que follan como niños y en los guerreros que combaten como valientes. ¿Por qué? Me remito a la lápida de Borges, como diría el ínclito Gervasio Montenegro, de la Academia (como Pérez Reverte, fíjese usted) y no hablemos más de este asunto.

¿Qué sentimientos le despierta la palabra póstumo?

–Suena a nombre de gladiador romano. Un gladiador invicto. O al menos eso quiere creer el pobre Póstumo para darse valor.

¿Qué opina de quienes opinan que usted ganará el Premio Nobel?

–Estoy seguro, querida Maristain, de que no lo ganaré, como también estoy seguro de que algún atorrante de mi generación sí que lo ganará y ni siquiera me mencionará de pasada en su discurso de Estocolmo.

¿Cuándo ha sido más feliz?

–Yo he sido feliz casi todos los días de mi vida, al menos durante un ratito, incluso en las circunstancias más adversas.

¿Qué le hubiera gustado ser si no hubiera sido escritor?

–Me hubiera gustado ser detective de homicidios, mucho más que ser escritor. De eso estoy absolutamente seguro. Un tira de homicidios, alguien que puede volver solo, de noche, a la escena del crimen, y no asustarse de los fantasmas. Tal vez entonces sí que me hubiera vuelto loco, pero eso, siendo policía, se soluciona con un tiro en la boca.

¿Confiesa que ha vivido?

–Bueno, sigo vivo, sigo leyendo, sigo escribiendo y viendo películas, y como les dijo Arturo Prat a los suicidas de la Esmeralda, mientras yo viva, esta bandera no se arriará.

“En el desvaído panorama de la literatura en lengua española, un espacio en el que todos los días aparecen jóvenes redactores más preocupados por ganar becas y puestos en los consulados que por aportar algo a la creación artística, se destaca la figura de un hombre enjuto, mochila azul en ristre, anteojos de enorme marco, cigarrillo sempiterno entre los dedos, fina ironía a bocajarro siempre que haga falta”. Duró poco…

El 14 de julio de 2003, a las 20.00 hora chilena, 15 de julio en España, este "escritor asombroso", como lo calificó la crítica francesa, murió producto de una insuficiencia hepática, en el hospital Vall d'Hebron, de Barcelona.

“A los 50 años, este hombre que recorrió Latinoamérica como mochilero, que se escapó de las fauces del pinochetismo porque uno de los policías que lo encarceló había sido su compañero en la escuela, que vivió en México (alguna vez la calle Bucareli en un tramo llevará su nombre), que conoció a los militantes del Farabundo Martí que luego se convertirían en los asesinos del poeta Roque Dalton en El Salvador, que fue vigilante en un camping catalán, vendedor de bisutería en Europa y siempre un hurtador de buenos libros porque leer no es sólo una cuestión de actitud, este hombre, decíamos, ha transformado el rumbo de la literatura latinoamericana. Y lo ha hecho sin avisar y sin pedir permiso”. El epitafio dolido, muy a la manera Bolaño, de alguien que lo admira y lo extraña.

“El autor, que aparece como personaje en la novela 'Soldados de Salamina', de Javier Cercas, y que es homenajeado en la última novela de Jorge Volpi, 'El fin de la locura', es, como todo hombre genial, un divisor de opiniones, un generador de antipatías acérrimas a pesar de su carácter tierno, su voz entre atiplada y ronca, con la que responde, cortés, como todo buen chileno, que no escribirá un cuento para la revista pues su próxima novela, que tratará sobre los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, ya va por la página 900 y todavía no la acaba”.

Pero Bolaño, así, a secas, una marca de fábrica, como Borges, García Márquez, Neruda, Parra… el Bolaño que habla y opina se enmascara en sus declaraciones, no por enmascaradas, menos certeras, pero quizás es a través de lo que los otros dicen de él que se descubre al hombre detrás del mito, al alma tras la leyenda negra.

Amigos de Roberto Bolaño relatan que, cuando el autor de tantas páginas inolvidables adquirió un estudio en Blanes para escribir en familiar aislamiento, encontró un refrigerador abandonado por los antiguos propietarios. Aseguran que el autor colocó el escritorio delante del frigorífico y nunca lo abrió, porque decía que sospechar su contenido le excitaba la imaginación. La crónica no aclara si inspeccionó su contenido antes de fallecer. (Genio y figura…)

“Bolaño fue un misil al tablero. Subió la vara, ya no es suficiente copiar a Graham Greene para pasar por escritor. Todas las condiciones de gloria sobre las cuales se había construido la nueva narrativa, el grupo de no se qué y no sé cuanto, quedaron desestabilizadas y puestas en duda. Entonces se desordenó todo y se abrió la sospecha de que había una literatura que tenía que salir a flote, que es la de la experiencia de afuera y de adentro de la liquidación de los ideales de la juventud post golpe”

“Más que en lo literario lo espectacular es que rechazara el lugar que le tenía reservado la literatura chilena. Esto llama la atención porque la literatura chilena le ofreció, si no la cabecera, al menos uno de los puestos de los senadores designados y Bolaño dijo “No me interesa ese lugar, no me interesa estar ahí, no me interesa hablar desde ahí”

Mario Bellatin: “Los libros de Roberto Bolaño, magníficos en sí mismos, adquieren para mí una importancia mayor porque de alguna manera representan lo que considero como arte: todo aquello que surge justamente cuando todo está dado para que no ocurra. Los libros de Bolaño me parecen pequeños milagros cuya existencia sólo se puede entender si se tiene fe en que la verdadera escritura se encuentra siempre por encima de cualquier condición inmediata. Incluso la de la existencia del propio autor"

Su vida fue una carrera contra el tiempo, su trashumar, su poesía áspera, su salto a la prosa por razones de supervivencia y su hígado, doblemente traicionero por fallarle burocráticamente, sin delirios tremens ni elefantes bohémicamente rosados.

En Francia Bolaño fue adoptado como uno de los grandes y, cuando murió, llorado como un camarada que tuvo que irse. El crítico literario Fabrice Gabriel, en Les Inrockuptibles y con el título “Un hermano ha muerto”, señala sin ambages: “Largo tiempo hemos vivido sin saber que existía un chileno perfecto para nosotros: barroco pero breve, erudito sin ser pedante, trágicamente metafísico y auténticamente bromista, loco por la poesía pero dotado de una eficacia narrativa sin falla alguna... Una especie de fenómeno entre Woody Allen y Lautréamont, Tarantino y Borges, un autor que conseguía que su lector se convirtiera en un frenético proselitista. Bolaño no amaba el pathos superfluo ni los discursos grandilocuentes. El único homenaje será leerle de ahora en adelante y reírnos todavía con él”.

“Murió Bolaño y murieron con él, a veces sin darse cuenta, todos los escritores latinoamericanos". Jorge Volpi

"Fue un pionero en algo que hoy no es tan raro: formar parte de la industria cultural resistiéndose a ser devorado por sus engranajes. Concebía la escritura como un camino del samurai y él se veía a sí mismo como un marine porque el poeta debe resistirlo todo". Rodrigo Fresán,

Su temprana muerte se dio por etapas. Ironías de la vida, muecas del destino. Su hígado no daba más, víctima de un mal congénito que poco o nada tuvo que ver con su época de bohemio, sus largas noches de vinos y días completos de encender un cigarrillo con la colilla del otro.

Escribiendo hasta que cae la noche

con un estruendo de los mil demonios.

Los demonios que han de llevarme al infierno

pero escribiendo.

En una conversación con Roberto Brodsky, a la sombra de los toldos de la feria del Libro de Caracas, quien escribe le planteó la pregunta, con relentes de impotencia, del porqué la forma gratuita de vivir esa condena sin aplazamientos que fue su muerte anunciada. Como el ciudadano de a pié que seguía siendo, a pesar de su fama, su sangra de raro tipo lo obligó a ponerse a la cola de la larga lista de receptores a la espera de un donante. Las llamadas frenéticas entre Barcelona y Santiago de Chile hablaban de un coma hepático, de una agonía perentoria y la espera macabra de alguien que también agonizaba cuyo órgano correspondía con los requerimientos del de Bolaño.

La última llamada fue la peor:

-El hígado va en camino-

-El tiempo de vuelo… no alcanza a llegar-


Roberto Bolaño : ¿Debe ser Leído?

ROBERTO BOLAÑO: GENIO Y FIGURA


La leyenda del gran escritor
El Clarín.com


22 de septiembre de 2007

 Por momentos parece que el fervor de sus fans en toda América latina excede incluso los límites de una pasión. Roberto Bolaño, muerto a los 50 años, tiene todas las condiciones para ser considerado el gran escritor latinoamericano contemporáneo. ¿Pero lo es? Aquí, qué piensan Isabel Allende, Darío Jaramillo, Fernando Vallejo, Fogwill, Alberto Fuguet y 39 autores jóvenes reunidos hace poco en Colombia.

HECTOR PAVON .
hepavon@clarin.com

La palabra leyenda viene de legenda, que en latín significa "lo que debe ser leído". Hay consenso, un acuerdo de masas lectoras, un dogma, que sostiene que Roberto Bolaño es una leyenda y que debe ser leído.

También circula una certeza: Bolaño, el fallecido escritor chileno, multiplica sus lectores en forma permanente. Quienes lo leen se transforman en seguidores y suelen pasar al estadio de fans como si esa estrella a alcanzar fuera un Jim Morrison (muy escuchado por Bolaño). Y aunque sus restos hayan sido cremados y sus cenizas arrojadas al Mediterráneo, la procesión de sus fieles marcha constante y segura en busca de sus secretos, de nuevos poemas y cuentos como los que se publicaron recientemente. Van en busca de un Bolaño que tal vez no exista pero que se construye, destruye y reconstruye en sus miradas, lecturas y relecturas. Bolaño era chileno pero se reconocía como un autor latinoamericano. Hoy podría ser un escritor del mundo, su letra ya se tradujo al inglés y se vende de forma notoria en Estados Unidos, la meca de la venta literaria masiva; su voz y su imagen es reproducida al infinito en youtube.com; documentales, ensayos, tesis y monografías lo reviven en medios de comunicación y universidades. El fenómeno marcha.

"Con la muerte de Bolaño empieza una leyenda", dijo Enrique Vila Matas. Esa leyenda está viva. Repiquetea por el mundo entero. Pero sería más justo decir que recién comienza, que el efecto Bolaño está subiendo la curva y que todavía se lee por primera vez, todavía se está descubriendo. Su muerte temprana a los 50 años esperando un hígado fue el primer renglón de la construcción de un mito al que Bolaño contribuyó casi de forma directa. Murió el 14 de julio de 2003, en el hospital Valle de Hebrón de Barcelona. Pasó diez días en coma sufriendo por una complicación hepática mientras esperaba en vano un trasplante. Dejó textos terminados para su publicación y otros inconclusos. Estaba preocupado por el futuro económico de su mujer y sus hijos. Entre esos papeles quedaban cinco textos que por un acuerdo entre editor y familia dieron origen a la tremenda novela llamada 2666, en la que llevó al extremo su capacidad imaginativa y fabuladora en torno de un personaje que retoma la figura del escritor desaparecido, en este caso, Benno von Archimboldi y donde también se exhibe el horror del feminicidio de Ciudad Juárez, México, donde las mujeres suelen ser presa de caza. Gracias a la buena relación entre los familiares y el editor de Anagrama Jorge Herralde, este año llegaron a la Argentina los textos encontrados y reunidos en El secreto del mal y La universidad desconocida (Anagrama). También llegaron, caros pero imperdibles, ejemplares de poesía reeditados como Los perros románticos y Tres (Acantilado).

En El secreto... hay relatos aparentemente sin terminar, ensayos, referencias y algunas admiraciones sobre la literatura argentina y una mirada irónica sobre Evita y Perón puesta en boca de V. S. Naipaul. Allí denosta a Osvaldo Soriano, relativiza a Roberto Arlt y se rinde ante Jorge Luis Borges, Ricardo Piglia, Osvaldo Lamborghini, César Aira, entre otros. Dice: "De estas tres líneas más vivas de la literatura argentina, los tres puntos de partida de la pesada, me temo que resultará vencedora aquella que representa con mayor fidelidad a la canalla sentimental, en palabras de Borges. La canalla sentimental, que ya no es la derecha (en gran medida porque la derecha se dedica a la publicidad y al disfrute de la cocaína y a planificar el hambre y los corralitos, y en materia literaria es analfabeta funcional o se conforma con recitar el Martín Fierro) sino la izquierda, y que lo que pide a sus intelectuales es soma, lo mismo, precisamente que pide a sus intelectuales, que recibe de sus amos. Soma, soma, soma Soriano, perdonáme, tuyo es el reino. Arlt y Piglia son punto y aparte. Digamos que es una relación sentimental y que lo mejor es dejarlos tranquilos. Ambos, Arlt sin la menor duda, son parte importante de la literatura argentina y latinoamericana y su destino es cabalgar solos por la pampa habitada por fantasmas. Allí sin embargo, no hay escuela posible. Corolario. Hay que releer a Borges otra vez".

La conquista de E.E.U.U.

"Nocturno de Chile es lo más auténtico y singular: una novela contemporánea destinada a tener un lugar permanente en la literatura mundial". El elogio era de Susan Sontag y fue ella misma quien, en una rueda de prensa en Oviedo, en ocasión de recibir el Premio Príncipe de Asturias 2003, cargó contra los "falsos escritores", los "escritores mercenarios", y por el contrario dijo: "De lo que he leído en los últimos años, me gusta mucho Roberto Bolaño. Es una pena que haya muerto tan joven. Escribió mucho y estaba empezando a ser traducido al inglés, pero le quedaba tanto por escribir..."

Bolaño desembarcó en Estados Unidos con varios títulos. Los detectives salvajes (The savage detectives) se editó este año en EE.UU. traducido por Natasha Wimmer. El periodista francés Jean Francois Fogel dice que al llegar este año a las librerías estadounidenses, la apreciación sobre Bolaño parece definitiva. Eso es así, especialmente, tomando en cuenta el extenso artículo del The New Yorker. Una de las palabras clave que utiliza la revista es "infrarrealistas", el nombre del grupo poético de Bolaño en su etapa mexicana. "Cuando los yankees se preocupan del infrarrealismo (de manera global el mundo nota el exceso de realismo en la manera gringa de actuar) no se puede negar que pasa algo", dice Fogel en su blog. Daniel Zalewski, el periodista del The New Yorker termina afirmando: "es un estilo que se merece su propio nombre: modernismo visceral". Fogel agrega: "La culpa del mundo hispanohablante es tener al producto Bolaño sin tener al servicio de marketing para vender el producto. Los ingenuos latinos hablaban de libros, los maestros del comercio proponen otra cosa: 'modernismo visceral'. Con este nombre, se va a vender como pan caliente." Con Los detectives... Bolaño ganó el Premio Herralde de novela 1998 y un año después el Rómulo Gallegos.

Alex Abramovitch, en The New York Times, confirma de manera indirecta la nueva definición del escritor chileno en otra larga reseña. Recupera el término "realismo visceral" que utiliza el autor en su novela para señalar: "Los realistas viscerales tienen altas aspiraciones, pero Bolaño es demasiado pegado a la realidad para ablandarse". James Wood -crítico, profesor de Harvard y editor de The New Republic- escribió un ensayo publicado en The New York Times con el título "The Visceral Realist", en el que se refiere a la edición de The Savage Detectives como el momento en que Bolaño deja de ser un autor de culto en los Estados Unidos y se vuelve una necesidad compartida por cada vez más lectores. "Hasta hace poco", escribe Wood, "había incluso algo, un código masónico en la manera en que el nombre de Bolaño pasaba de boca en boca entre los lectores de este país". Luego añade: "Este fabulador chileno, maravillosamente extraño, a la vez un realista enraizado y un lírico de lo especulativo, que murió en 2003 a los cincuenta años de edad, ha sido reconocido ya desde hace algún tiempo en el mundo hispanohablante como uno de los más grandes e influyentes escritores modernos".

El hecho de penetrar las fronteras estadounidenses ha sido fundamental y le dio actualidad a la letra de Bolaño. También hay que notar que se trata de un escritor muerto y eso permite armar no una leyenda sino varias. También hay realidades: siete traducciones al inglés en tránsito y, entre ellas, probablemente 2666. "Entonces, echamos una visceral bienvenida al Bolaño nuevo, conquistador del territorio gringo", concluye Fogel.

La eterna búsqueda

Roberto Bolaño nació en Santiago de Chile en 1953 y creció en ciudades diversas como Los Angeles, Valparaíso, Quilpué, Viña del Mar y Cauquenes. Con 13 años, se trasladó con su familia a México donde su principal refugio era la biblioteca pública de Ciudad de México. No terminó el colegio, tampoco entró en la universidad. Paradójicamente, hoy existe la cátedra Roberto Bolaño en la universidad Diego Portales de Santiago de Chile.

1973, cae la Unidad Popular de Salvador Allende. Bolaño vuelve a su país después de un largo viaje en ómnibus, a dedo y en barco con la idea de unirse a la resistencia contra la dictadura pinochetista. Muy pronto lo detienen en Concepción y lo liberan luego de ocho días gracias a la ayuda de un compañero de estudios en Cauquenes que se encontraba entre los policías que lo habían detenido. Años después diría que no tiene nada que decirle a Allende, que "los que tienen el poder (aunque sea por poco tiempo) no saben nada de literatura, sólo les interesa el poder".

En su regreso a México junto con el poeta Mario Santiago Papasquiaro (inspiración para modelar a Ulises Lima en Los detectives salvajes) fundó el movimiento poético infrarrealista, que, surgido en tertulias del Café La Habana, se opuso con furor a los pilares hegemónicos de la poesía mexicana y también al establishment literario (con Octavio Paz como figura preponderante). Bolaño y Papasquiaro se destacaron por su poesía cotidiana, disonante y con elementos dadaístas.

"Se podría sostener que el infrarrealismo lo determinó como escritor de la misma forma que el alejamiento de la corriente le permitió iniciar su carrera como novelista. México para él fue central, porque lo determinó como escritor (...) el México nocturno, el México de las calles, del habla cotidiana, de un destino quebrado y a veces trágico, y el humor lo cautivaron. No es casualidad que sus dos más grandes novelas las haya centrado en México, Los detectives salvajes y 2666", comentó el narrador Juan Villoro.

Tiempo después emigró a España, a Barcelona, donde ya vivía su madre. Vendimiador en verano, vigilante nocturno de un camping en Castelldefels, vendedor en un almacén, lavaplatos, camarero, estibador en el puerto, basurero, recepcionista, fueron sus actividades hasta que se convirtió en escritor de tiempo completo. También fue buen ladrón de libros, cuando no los podía pagar.

En 2004, un año después de su muerte, obtuvo el premio Salambó a la mejor novela en castellano, por 2666. El jurado del premio se refirió a la novela ganadora, como "el resumen de una obra de mucho peso, donde se decanta lo mejor de la narrativa de Roberto Bolaño". Una novela que "contiene mucha literatura, que supone un gran riesgo y lleva al extremo el lenguaje literario" de su autor.

Bolaño estalla en Internet. Hay miles de blogs literarios que dedican parte o su totalidad a homenajear y discutir su obra. Los detectives salvajes y Estrella distante son las obras preferidas por los cyberlectores. Muchos de ellos, lectores profusos, trazan una línea de continuidad y buscan conexiones entre Los detectives... y Rayuela de Julio Cortázar o Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal. Los foros rescatan no sólo su calidad literaria, sino también el eterno camino en busca de personas perdidas, amores, esencias y territorios de los personajes de Los detectives..., Estrella distante, o 2666.

Santificado en el presente, Bolaño fue en vida un personaje que solía fustigar a sus enemigos literarios. Despreciaba de frente. Sobre la autora de Paula dijo: "Me parece una mala escritora simple y llanamente, y llamarla escritora es darle cancha. Ni siquiera creo que Isabel Allende sea escritora, es una 'escribidora'". Allende le devolvió: "Eché una mirada a un par de (sus) libros y me aburrió espantosamente". Cuando murió Bolaño agregó: "No me dolió mayormente porque él hablaba mal de todos. Es una persona que nunca dijo nada bueno de nadie. El hecho de que esté muerto no lo hace a mi juicio mejor persona. Era un señor bien desagradable".

"Skármeta es un personaje de la televisión. Soy incapaz de leer un libro suyo, ojear su prosa me revuelve el estómago", calificó Bolaño. Por su parte, el ex colombiano Fernando Vallejo aseguró que la prosa de Bolaño es demasiado simple, plana, elemental, "del tipo yo Tarzán, tú Chita". A esta lista se sumó el poeta colombiano Darío Jaramillo: "Bolaño es mago de un solo truco, retorcido (como un remolino), adornado truco, pero siempre igual a sí mismo. Es ahí cuando uno puede ver con nitidez la diferencia entre la pobreza -maquillada- y la difícil y maravillosa sencillez."

Bolaño tuvo otro altercado con su paisana Diamela Eltit. Ella lo invita a cenar a su casa; después él publica en Ajoblanco una crítica despiadada contra su menú y contra su anfitriona. Eltit: "«ése es un tema sobre el cual yo prefiero restarme. En parte porque ahí pasó algo absurdo, hipermagnificado. Bolaño está muerto; yo prefiero no decir una palabra sobre alguien que ha muerto".

Javier Cercas, autor de Soldados de Salamina, texto en el que Bolaño cumple un papel, sostiene que hay dos leyendas en torno al escritor chileno. Una, es la que construyeron los otros, sus lectores, sus fans y otra, la del mismo autor. Ambas leyendas no se ajustan a la realidad, pero la que escribió Bolaño tiene la inmensa ventaja de que es, en cierto sentido, "más verdadera que la verdad, mientras que la otra es en lo esencial mentira o una mentira forjada con ingredientes de la verdad, que es la forma más cabal de la mentira. La leyenda que Bolaño construyó en sus libros vivirá muchos años, o eso es lo que yo creo; la que han construido los otros se esfumará pronto, o eso es lo que yo espero".

El escritor español suma hechos en favor de la construcción mítica del recuerdo de Bolaño: murió joven; murió en el mejor momento de su carrera; murió dentro de cierta propensión mitómana del medio literario (con una cuota de hipocresía) de hablar bien de los muertos, entre otros elementos. "La historia de la literatura, como la otra, abunda en ejemplos de este tipo de canonización tras una muerte prematura, así que no hay de qué sorprenderse, al menos en lo que se refiere a este punto; en lo que a otros se refiere no ocurre lo mismo -dice Cercas-. Nada permitía presagiar, por ejemplo, que el mismo hombre que escribió La pista de hielo escribiera sólo tres años más tarde Estrella distante, y seis años después Los detectives salvajes; que entre 1996 y 2003, año de su muerte, escribiera lo que escribió entra de lleno en el terreno de lo asombroso".

Todavía hay que dejar reposar su literatura para poder discernir si la obra de Bolaño sobrevivirá al paso del tiempo y a la de sus lectores fans que califican su obra entera como magistral, casi sin matices, todas en el mismo nivel de calidad. Muchos de sus nuevos y jóvenes lectores se asoman con ansias de investigar sobre su vida, y también muchos se desilusionan al encontrar una vida breve donde la intensidad está puesta en la literatura que superó ampliamente a su vida real. Hoy la única discusión posible gira en torno a las altas calificaciones que generan sus libros. La única pregunta que se permite hacer en esta iglesia pagana es si Bolaño es genial o extraordinario.

En la última entrevista que dio Bolaño, a la periodista Mónica Maristain de la revista Playboy de México, puso en aviso a los obsecuentes. Ella le preguntó: "¿Qué dice de los que piensan que Los detectives salvajes es la gran novela mexicana de la contemporaneidad?". El contestó: "Lo dicen por lástima, me ven decaído o desmayándome en las plazas públicas y no se les ocurre nada mejor que una mentira piadosa, que por lo demás es lo más indicado en estos casos y ni siquiera es pecado venial".

Roberto Bolaño : Los Secretos de su Escritura

Edición Domingo 25.03.2001 » Revista Ñ »

ROBERTO BOLAÑO

Diario El Clarín

Un narrador en la intimidad




En este texto exclusivo, el narrador chileno muestra los secretos de su escritura con humor desopilante. Un tono irreverente que vuelve a aparecer en Nocturno de Chile, la última novela que acaba de publicar Anagrama.

Mi cocina literaria es, a menudo, una pieza vacía en donde ni siquiera hay ventanas. A mí me gustaría, por supuesto, que hubiera algo, una lámpara, algunos libros, un ligero aroma de valentía, pero la verdad es que no hay nada.

A veces, sin embargo, cuando soy víctima de irrefrenables ataques de optimismo (que finalizan, por otra parte, en alergias espantosas) mi cocina literaria se transforma en un castillo medieval (con cocina) o en un departamento en Nueva York (con cocina y vistas de privilegio) o en una ruca en los faldeos cordilleranos (sin cocina, pero con una fogata). Metido en estos trances generalmente hago lo que hace toda la gente: pierdo el equilibrio y pienso que soy inmortal. No quiero decir inmortal literariamente hablando, pues esto sólo lo puede pensar un imbécil y a tanto no llego, sino literalmente inmortal, como los perros y los niños y los buenos ciudadanos que aún no se han enfermado. Por suerte, o por desgracia, todo ataque de optimismo tiene un principio y un final. Si no tuviera final, el ataque de optimismo se convertiría en vocación política. O en mensaje religioso. Y de ahí a sepultar libros (prefiero no decir "quemarlos" porque sería exagerar) hay un solo paso. Lo cierto es que, al menos en mi caso, los ataques de optimismo se acaban, y con ellos se acaba la cocina literaria, se desvanece en el aire la cocina literaria, y sólo quedo yo, convaleciente, y un ligerísimo aroma de ollas sucias, platos mal rebañados, salsas podridas.

La cocina literaria, me digo a veces, es una cuestión de gusto, es decir es un campo en donde la memoria y la ética (o la moral, si se me permite usar esta palabra) juegan un juego cuyas reglas desconozco. El talento y la excelencia contemplan, absortas, el juego, pero no participan. La audacia y el valor sí participan, pero sólo en momentos puntuales, lo que equivale a decir que no participan en exceso. El sufrimiento participa, el dolor participa, la muerte participa, pero con la condición de que jueguen riéndose. Digamos, como un detalle inexcusable de cortesía.

Mucho más importante que la cocina literaria es la biblioteca literaria (valga la redundancia). Una biblioteca es mucho más cómoda que una cocina. Una biblioteca se asemeja a una iglesia mientras que una cocina cada día se asemeja más a una morgue. Leer, lo dijo Gil de Biedma, es más natural que escribir. Yo añadiría, pese a la redundancia, que también es mucho más sano, digan lo que digan los oftalmólogos. De hecho, la literatura es una larga lucha de redundancia en redundancia, hasta la redundancia final.

Si tuviera que escoger una cocina literaria para instalarme allí durante una semana, escogería la de una escritora, con la salvedad de que esa escritora no fuera chilena. Viviría muy a gusto en la cocina de Silvina Ocampo, en la de Alejandra Pizarnik, en la de la novelista y poeta mexicana Carmen Boullosa, en la de Simone de Beauvoir. Entre otras razones, porque son cocinas que están más limpias.

Algunas noches sueño con mi cocina literaria. Es enorme, como tres estadios de fútbol, con techos abovedados y mesas interminables en donde se amontonan todos los seres vivos de la tierra, los extinguidos y los que dentro de no mucho se extinguirán, iluminada de forma heterodoxa, en algunas zonas con reflectores antiaéreos y en otras con teas, y por supuesto no faltan zonas oscuras en donde solamente se vislumbran sombras anhelantes o amenazantes, y grandes pantallas en las cuales se observan, con el rabillo del ojo, películas mudas o exposiciones de fotos, y en el sueño, o en la pesadilla, yo me paseo por mi cocina literaria y a veces enciendo un fogón y me preparo un huevo frito, incluso a veces una tostada. Y después me despierto con una enorme sensación de cansancio.

No sé lo que se debe hacer en una cocina literaria, pero sí sé lo que no se debe hacer. No se debe plagiar. El plagiario merece que lo cuelguen en la plaza pública. Esto lo dijo Swift, y Swift, como todos sabemos, tenía más razón que un santo.

Así que este punto queda claro: no se debe plagiar, a menos que desees que te cuelguen de la plaza pública. Aunque a los plagiarios, hoy en día, no los cuelgan. Por el contrario, reciben becas, premios, cargos públicos, y, en el mejor de los casos, se convierten en best-sellers y líderes de opinión. Qué término más extraño y feo: líder de opinión. Supongo que significará lo mismo que pastor de rebaño, o guía espiritual de los esclavos, o poeta nacional, o padre de la patria, o madre de la patria, o tío político de la patria.

En mi cocina literaria ideal vive un guerrero, al que algunas voces (voces sin cuerpo ni sombra) llaman escritor. Este guerrero está siempre luchando. Sabe que al final, haga lo que haga, será derrotado. Sin embargo recorre la cocina literaria, que es de cemento, y se enfrenta a su oponente sin dar ni pedir cuartel.

Recobrando la Imagen de Roberto Bolaños

domingo 18 de octubre de 2009

TU MALA CANALLADA:
FAMOSO, SOLITARIO Y FINAL
POR ELOY JÁUREGUI
(DOMINGO DE LA REPÚBLICA, 18-10-09)



A propósito de la inmensa obra póstuma de Roberto Bolaño

Leo una excelente crónica en “Resonancias.org (88)” sobre nuestro hermano Roberto Bolaño escrita por Leonardo Tarifeño: “Los peligros de la obra de Bolaño en la era del marketing”. Extraño y entrañable su caso. Cierto, a Bolaño lo mató su hígado cuando apenas había cumplido los 50 años y cierta fama –maldita, por cierto– que involuntariamente fue construyéndose él mismo como un poseso. Tarifeño, entre admiración y pesar, se sorprende al contarnos que hace un par de semanas Bolaño sigue vivo.

Es decir, con sus libros que lo han librado de ser libre. En Pekín se acaba de presentar la traducción al chino mandarín de “Los detectives salvajes”. Bolaño sigue vivo porque en Estados Unidos “2666” recibió el National Book Critics Award, y la revista Time la eligió como la novela del 2008. Amén que un año antes, el The New York Times y el The Washington Post destacaron a “Los detectives salvajes” entre las diez mejores novelas de 2007.

Pero qué hace que este muerto querido siga sacando libros debajo de la manga. El cronista insiste en que hace un año exactamente, el temido agente literario Andrew Wylie, actual encargado de los derechos de la obra del escritor chileno, dio a conocer la aparición de “El Tercer Reich”, novela oculta e inédita de Bolaño, y que incluso el hermético editor español Jorge Herralde nunca había tenido noticias de tal libro. Y hace apenas tres meses se anunció también que Gael García Bernal sería el Arturo Belano (álter ego de Bolaño) en la versión cinematográfica de “Los detectives salvajes”, dirigida por el mexicano Carlos Sama. Cosas de la flema de la fama.

¿Es tanta la calidad de Bolaño? No puedo negarla. Desde la década del 70, cuando lo conocimos, Roberto comenzó un trajín creativo descomunal. Su amistad con Mario Santiago, en el México intrauterino, sirvió de batería para un escritor latinoamericano inconmensurable que gracias al Movimiento Infrarrealista conectó una textualidad que se tiró abajo al mismísimo Octavio Paz.

De ahí esa irreverencia que hace poco ha hecho morir de envidia a Mario Vargas Llosa cuando negó el genio de Bolaño, a quien tildó de escritor de culto inculto. Por aquello de nuestra amistad, desde 1972 que comencé, junto a los poetas de Hora Zero, una alucinante borrasca de cartas, donde exigíamos la anulación de un canon literario caracterizado por la expresión poética a media voz y ese susurro cómplice a coro con las viejas estructuras de poder.

Bolaño fue consciente de su envergadura escribal. Guardamos sus cartas con un fervor de imagen religiosa. Siempre nos llamábamos de hermanos y probablemente lo éramos a partir de un género epistolar y que hoy no se practica por culpa del chat y el messenger. Nuestras cartas eran enormes y, como diría García Márquez, había que romper el chanchito para poder enviarlas por el correo en sobres que contenían recortes, fotos, perfumes postales y la misma carta que tanto reclamaba Juan Gonzalo Rose. “Bolaño tuvo una clara estrategia de solitario que impone su ley, repudia la convención, descree de la gloria y sus poderes.

La condición única era su signo”, escribió Juan Villoro en el prólogo a “Bolaño por sí mismo”. Le faltó decir que su signo fue el de una muerte genuina, propia de los inmortales.


lunes, 19 de octubre de 2009

Alberto Fuguet y su búsqueda familiar

Acaba de publicar Missing, libro de investigación familiar

Fuguet: en busca del tío perdido


Artículo que publicó en Etiqueta negra se convirtió en un texto que va tras un familiar desaparecido.


Editado de La Tercera

La historia del último libro de Alberto Fuguet, Missing, como proyecto de escritura, empezó en la revista Etiqueta negra, en la edición de abril del 2003. El escritor chileno publicó una crónica con el título “Se busca tío”. Según recuerda en una crónica La Tercera de Chile, era la primera vez que el autor de Mala onda hacía referencia con nombres y apellidos sobre su tío perdido: Carlos Fuguet. Esa crónica fue génesis del libro que Alfaguara acaba de publicar en Chile.

El libro narra la historia de Carlos Fuguet, tío preferido de Alberto. En los años setenta, cuando el escritor todavía era un niño y vivía en EEUU, el tío Carlos solía llegar a su casa manejando un mustang, escuchando a Jimi Hendrix.

Como anota el diario santiaguino, olía marihuana y en onda hippie y tocaba bongó en noches insondables. Llevaba una vida entre accidentada y aventurera, tanto que su padre estaba harto de él y le pidió, literalmente, en marzo de 1986, que se fuera para siempre.

El tío Carlos, refiere el diario, había sido chileno, luego estadounidense, militar en suelo norteamericano en la Guerra de Vietman, estafador, había estado preso. Todo un problema.

“Deja de molestarnos, deja de existir. Solo me has traído problemas. No queremos verte nunca más. No me interesa que seas hijo mío”, le dijo su papá la última vez que lo vio.

Meses después de esta “despedida”, el padre murió y cuando intentaron comunicarse con él, no lo encontraron. Había desaparecido para siempre. Años después, la suerte de Carlos se convirtió en una suerte de leitmotiv de sus trabajos. El diario anota que el tío aparece en el cuento “No hay nadie allá afuera”, de Sobredosis; en el guión de la película Dos hermanos; en la novela Las películas de mi vida, y en la frustrada cinta Perdido.

Después de la publicación de Etiqueta..., Alberto Fuguet tomó una decisión: buscar al tío. “Era más que una crónica. Y era más que un libro”, anota en Missing: “Yo debía salir a buscar a Carlos. Salir a terreno y empezar a golpear puertas”. Había corrido 16 años de desaparecido.

Rostro del perdido

Carlos Fuguet nació en Chile, en 1945. En 1964, obligado por su padre, abandonó los estudios de filosofía y su simpatía por la Juventud Comunista. Llegó a los Ángeles, trabajó en un hotel, ahorró dólares y se compró un auto. En 1965, cuando EEUU estaba en guerra con Vietnam, lo llamaron, pero nunca salió de Norteamérica. En noches luminosas de alcohol y droga, conoció a una muchacha, Suzette, de 17 años y se casó con ella. Pero engañado, se divorció y conoció a su segunda mujer, Bárbara, que era adinerada. Bebían, se drogaban, gastaban. Aprendió a tocar bongó y se hizo hippie. Pero aún así, estudió contabilidad. En 1975 se nacionalizó norteamericano. Trabajó como administrador de una empresa a la que le robó 10 mil dólares, dinero que gastó en joya, ropa y droga. Fue apresado.

Cuando salió de la cárcel, volvió a las mismas. Estafó. Se compró un Cadillac con un cheque sin fondos de 17 mil dólares. En 1979 volvió a la cárcel, para salir dos años después.

Heridas en la familia

Según la crónica chilena, para Alberto Fuguet escribir este libro años atrás habría sido difícil. Tenía en su contra todo el dolor sentimental de la familia. Escribir sobre el tío Carlos era tocar fibras íntimas, remover el pasado. Pero el tiempo suele cerrar heridas de modo que, cuando el escritor decidió salir a buscarlo, en el 2003, su padre, que al principio se mostró conflictivo, terminó siendo su cómplice. El tiempo había restañado las heridas.

A Fuguet ya le había pasado. El escritor ha contado que cuando su abuelo materno leyó la primera página de Mala onda, pidió que de inmediato se llevaran ese libro de su vista. Para él, era un novela ‘corrupta y degenerada’, cuenta hoy el escritor.

“Herí a mi familia durante un tiempo. Pero todos nos fuimos calmando, madurando. Tal como hay familias que tienen que vivir con un niño enfermo o con problemas mentales, la familia de un escritor tiene que entender lo que es tener un escritor en la familia”, cita al escritor chileno La Tercera.

Por eso Missing no es una ficción, sino –ha dicho Fuguet– “un libro de investigación”.

Datos

Extraviado. El tío Carlos Fuguet desapareció en Estados Unidos en marzo de 1986. Alberto lo empezó a buscar 16 años después.

Lanzamiento. Missing ha sido lanzado en la Feria de Libro de Santiago de Chile. En noviembre próximo la obra estará en Lima.

“Aquí pido perdón por pendejo”

Missing no solo es cosecha literaria. Es un libro personal en muchos aspectos. No solo porque Alberto Fuguet con él desentraña un tanto a su familia, sino también porque en tanto va en busca de Carlos, se da de bruces con la realidad de inmigrante en Estados Unidos. “Creo que Missing es antiamericana y antisueño americano. La inmigración no siempre funciona. Para muchos es una pesadilla”, ha dicho el escritor chileno.

No hay rencor ni odios. “Pero esto no es una traición, no es un ajuste de cuentas, esto es un homenaje a mi familia”, precisa el escritor. “Antes, fui irresponsable porque tiré cosas sin aviso. Quizás dañé mucho a mi familia, ya no la puedo dañar más. Este libro no es sobre el daño. Aquí pido perdón por haber sido un pendejo”, ha dicho Fuguet.



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