martes, 6 de octubre de 2009

MVLL, Alan y Fujimori: Impredecibles Destinos

03 de febrero de 2009
Crónica VARGAS LLOSA, GARCÍA Y FUJIMORI
Un triángulo de novela
Un ex presidente en la cárcel. Un ex 'contumaz' en la presidencia. Y entre los dos, un escritor que los enfrentó en el pasado y cuyas ideas se han implantado en el país.

Por Renato Cisneros
El Comercio

No es poca la ironía con que se ha matizado el destino político de Mario Vargas Llosa, Alan García y Alberto Fujimori. La historia de afectos y recelos que ellos han venido escribiendo (acaso involuntariamente) es una metáfora de lo impredecible que puede llegar a ser el devenir de los actores que comparten roles estelares en un escenario tan cáustico como el de una contienda electoral.

El jueves pasado, 31 de enero, el novelista acudió a Palacio de Gobierno a agradecerle públicamente a García Pérez la reciente preocupación que este mostró por su estado de salud. Luego de su visita, el fundador del ya extinto movimiento Libertad soltó ante la prensa un surtido combo de elogios para referirse al comportamiento del Gobierno. "No me arrepiento de haber votado por él en la segunda vuelta. Voté por él porque me parecía que representaba el mal menor frente a un candidato que nos hubiera llevado por un abismo de populismo", llegó a admitir.

Exactos 18 años atrás, en el decisivo 1990, la relación entre ambos tenía, evidentemente, otra tesitura. Por ejemplo, justo el 31 de enero de ese año, el candidato Vargas Llosa responsabilizó ante los medios al presidente García de patrocinar una maniobra en su contra.
Los críticos del escritor lo acusaron por la presunta evasión de impuestos en la presentación de la declaración jurada de su domicilio, y él no dudó en identificar al entonces mandatario como el autor intelectual de semejante boicot.

"Yo no estoy haciendo política para enriquecerme. Si llego a la presidencia, no voy a tener la indecencia que tuvo el presidente García de llenarse de casas en el primer año de gobierno. En mi gobierno no habrá operaciones tan dolosas como las que ha habido en estos cinco años. En mi gobierno irán a los ministerios hombres capaces y honrados, y no bribones como han ido en tanta abundancia en este gobierno. Y cuando yo gane las elecciones, se conocerá con lujo de detalles, por mi boca, lo que yo gane, cuáles son mis propiedades, qué hago con mi dinero y no voy a cobrar un solo centavo ni del Gobierno ni del pueblo peruano, mientras sirva en el Poder Ejecutivo", rabió el hombre fuerte del Fredemo, en ese momento favorito para suceder a García.

VAMOS A TUMBARTE
Las de Vargas Llosa no eran rabietas gratuitas; la indignación que exudaba cada vez que se refería a Alan tenía justificados asideros. En el último trecho de aquella campaña, varios dirigentes del Apra, azuzados por el presidente, propiciaron una campaña de desprestigio contra el escritor por, básicamente, darle cobijo a partidos tradicionales como Acción Popular y el PPC, feroces opositores del régimen.

"Debemos impedir que el país caiga en manos de la derecha", ordenaba García día y noche a sus disciplinadas bases.

De ese modo, el aprista intentaba repeler las críticas de Vargas Llosa, que acusaba al Gobierno de tomar medidas inconsistentes y de haber hecho retroceder al país hasta los límites mismos del subdesarrollo y la barbarie.

Por cierto, las objeciones del escritor no eran coyunturales, sino que ya las venía madurando desde hacía tres años atrás, desde 1987, cuando --ante el anuncio de la nacionalización de la banca-- ofreció aquel inolvidable mitin de protesta en la Plaza San Martín, donde, en medio de una copiosa lluvia de pica pica, escuchó cómo su auditorio acuñaba la pegajosa arenga de "Y va a caer, y va a caer, caballo loco va a caer". Al joven y ególatra mandatario, como es de suponer, las referencias ecuestres de ese cachoso estribillo no le hacían nadita de gracia.

ECUACIÓN COMPLETA
Pero si Vargas Llosa entró a la carrera política casi por culpa de Alan, fue también por culpa de este que se quedó al margen de la misma. Luego de la primera vuelta de 1990, con el candidato aprista Luis Alva Castro expectorado de la competencia electoral, Alan conminó a los 'compañeros' a respaldar con su voto a ese aparentemente inofensivo chinito que respondía al nombre de Alberto Fujimori.

La conexión entre el 'Chino' y el aprismo se hizo evidente. Por poner un solo ejemplo: el mismo día que el candidato de Cambio 90 viajó en avión a Tacna para iniciar su campaña en provincias antes de la segunda vuelta, Alva Castro tomó un vuelo de la misma compañía rumbo a esa ciudad, y al llegar, anunció con un megáfono su "cruzada contra la derecha".

En un artículo de la época el fallecido ex senador Enrique Chirinos Soto afirmaba: "Fujimori es el candidato de Alan García y eso sellará su derrota, pues no creo que la gente quiera votar por alguien vinculado a él".

Sin embargo, Chirinos, como tantos otros analistas, se equivocaría de cabo a rabo. Gracias a la patita de gallo que le extendieran el Apra y la izquierda, Fujimori obtuvo el 62% de los votos y venció a Vargas Llosa, que se quedó con el respaldo del 38%.

Cuando Alan recibió en Palacio al ingeniero nipón para felicitarlo por la victoria en las urnas, su amplia sonrisa de satisfacción dejaba traslucir un pensamiento cantado: "me encanta cuando un plan se realiza".

EL SHOW DE LA YUCA
A García el tiro le salió por la culata. Si lo que pretendía era que Fujimori fungiera de títere de feria para que el Apra gobernase desde la trastienda (pensando quizá en su retorno triunfal para el 95), pues sus planes se fueron al agua. Fujimori se rodeó de tecnócratas y no solo se deshizo de sus socios apristas e izquierdistas con una olímpica patada en la retaguardia, sino que luego del golpe de abril de 1992 los mandó perseguir. La historia de García escapando por el techo de su casa, disparando tiros al aire y refugiándose finalmente en guaridas facilitadas por amigos es ya un clásico, casi un 'western' del anecdotario político nacional.

Con Alan asilado en Colombia y con un desencantado Vargas Llosa autoexiliado en Europa ("ser candidato fue una pérdida de tiempo, para participar en política no hace falta tener ingenio, sino aprender a mentir", dijo en noviembre del 93), Fujimori se dedicó a edificar un régimen de oscuras columnas, y a enviciarse con un dominio absoluto que lo acabaría ensimismando.

QUIÉN TE VIERA, QUIÉN TE VE
Dieciocho años más tarde, el cuento continúa, solo que ahora los protagonistas están ubicados en posiciones ciertamente paradójicas si se las contrasta con las que tuvieron en el pasado.
Vargas Llosa, superando los rencores provocados por la derrota , ya no es más adversario intelectual de García. Hoy lo visita, le sonríe y le palmea la espalda, teniendo como escenografía el mismo paisaje palaciego por el cual alguna vez soñó transitar con la banda sobre el pecho. Y aunque parte del país se sigue preguntando, de tanto en tanto, qué hubiera pasado si él ganaba aquel duelo electoral, otra parte celebra que ese traspié lo haya devuelto con tantos bríos a su irrenunciable vocación literaria.

García --ayer apestado y recluido en esa fría cárcel que debe ser el exilio forzado-- hoy goza nuevamente del poder y divisa el país desde el vanidoso altillo de su investidura, con el propósito de reconstruir su prestigio y merecer un cálido lugar en la memoria del pueblo. Y como Vargas Llosa lo subrayó, asume las políticas que el escritor defiende hace más de 20 años.

Para completar el cuadro, el tercer actor, Fujimori, es el que (hasta el momento) ha llevado la peor parte. Mintió, huyó, cayó preso y ahora está sentado en el banquillo de los acusados, amnésico, soportando un juicio que, según los especialistas, probablemente perderá.

Imaginamos que el jueves, al ver en la pequeña televisión de su celda la imagen de García y Vargas Llosa renovando su amistad en la puerta de Palacio, el ex presidente habrá cambiado inmediatamente de canal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario