Perfiles
Por Jaime Bergamin Leighton
Revista Cultural "Encontrarte"
“No, yo no soy muy elegante que digamos. Soy nieto de inmigrantes gallegos analfabetos, o sea que poco tengo de elegante, no lo llevo en los genes, al menos por parte paterna”.
Mi abuela paterna era analfabeta, declaró en una de sus entrevistas en Caracas. Olvidó al abuelo.
Así, de abuelos peninsulares analfabetas y padres criollos como prosapia, Roberto Bolaño Ávalos nace el 28 de abril del 1953 en Santiago de Chile (en algún momento de sus conferencias durante los fastos del Rómulo Gallegos, mencionó a Mulchén, ciudad situada en plena Frontera, territorio mapuche. Licencia poética, seguramente). Cabe señalar que su madre era profesora…
Con cinco años comienza su trashumar que solo se resolvería, ya famoso, en la Cataluña de su esposa e hijos. Sus padres se lo llevan a vivir a Quilpué, Cauquenes, Valparaíso, Viña del Mar y Los Ángeles, dónde cursa sus primeros estudios. En Quilpué realizó, a los diez años, su primer trabajo como boletero en una línea de autobuses que cubría el trayecto Quilpué-Valparaíso.
¿Ha caminado alguna vez en medio del desierto?
–Sí, y en una ocasión, además, del brazo de mi abuela. La anciana señora era incansable y yo pensé que de ésa no salíamos.
Junto a su familia, se establece en Ciudad de México, Distrito Federal. -Llegué a los quince años a México y fue alucinante. No sé si ocurre en otras ciudades, pero el DF es totalmente autosuficiente, no necesitas salir de ahí. Seguramente ya era un devorador de libros, pero, a partir de ahí pasé de ser un lector prudente a un lector voraz, y de ladrón de libros me convertí en atracador de libros”- Costumbre al parecer recurrente en las letras chilenas, al menos entre los jóvenes poetas con hambres literarias y recursos económicos inversamente proporcionales a sus talentos. Buen ejemplo de ello: Juan Luis Martínez, una especie de Cesárea Tinajero viñamarina con cadencia y sombra de poeta, pero sin chambergo nerudiano, que se esfumara cuando quienes lo conocimos aun no estábamos seguros de su existencia.
Y es en la capital azteca dónde Roberto Bolaño realiza la casi totalidad de los estudios secundarios (que no fueron muchos), hasta cumplir los diecisiete años, edad en que abandona definitivamente la escuela. -Si por autodidacta entendemos a alguien que nunca ha pasado por la facultad de filosofía y letras, en cierta manera (lo soy). Pero yo creo que en la formación de todo escritor hay una universidad desconocida que guía sus pasos, la cual, evidentemente, no tiene sede fija, es una universidad móvil pero común a todos- ("A los nueve años abandoné mi educación para ir a la escuela". G.B.Shaw)
Nadie te manda cartas ahora Debajo del faro
en el atardecer Los labios partidos por el viento
Hacia el Este hacen la revolución Un gato duerme
entre tus brazos A veces eres inmensamente feliz
Para volver a Chile, pocos meses antes del golpe militar de Pinochet, emprende un largo viaje por mar y tierra, una verdadera peregrinación, con el propósito de participar en la experiencia de una sociedad enfrascada en una transformación de sus estamentos bajo el acoso feroz de la oligarquía chilensis con el entusiasta apoyo de las transnacionales norteamericanas y su mano ejecutora: la CIA. En sus propias palabras, ese tiempo fue “un sueño preparatorio y con el Golpe empezó la realidad”.
El sueño dura poco. Es apresado y permanece ocho días en la cárcel.
Como toda una generación de chilenos, no pudo escapar al sino golpista aunque haya vivido gran parte de su vida en el extranjero: -Cada noche te podían matar. No sabías que podía ocurrir. Pero creo que mis ganas de no dejar Chile tienen que ver con que la bronca era tan anfetamínica, que volver a México era como perder la dosis. Estas palabras nos recuerdan la parábola de la Muerte con actitud sorprendida al encontrarse con el destinatario de su misión en la ciudad que no le correspondía.
A mí me sacaron de la cárcel dos policías, que habían sido compañeros míos a los quince años.
Suerte parecida a la del Tito Fernández, “El Temucano”, quien , por haber pertenecido a la Fuerza Aérea de Chile, la pasó menos mal que otros tan comprometidos como él al ser “protegido” por sus ex camaradas y a pesar de un servicio de inteligencia solo superado por la DINA en lo que a crueldad y ensañamiento se refiere.
Algo es seguro, todo el que participa en la vida política durante un régimen dictatorial, independiente del bando al que pertenezca, indefectiblemente termina sumergido en el terror.
En la sala de lecturas del Infierno En el club
de aficionados a la ciencia-ficción
En los patios escarchados En los dormitorios de tránsito
En los caminos de hielo Cuando ya todo parece más claro
Y cada instante es mejor y menos importante
Con un cigarrillo en la boca y con miedo A veces
los ojos verdes Y 26 años Un servidor.
En los dos años subsiguientes publica su primer libro de poemas, titulado 'Gorriones cogiendo altura' y un segundo libro de poesía: 'Reinventar el amor'.
“En realidad una de las razones por las que me vine es que había roto con mi compañera, la primera chica con la que viví. Me fui porque ya no soportaba tanto desamor, como diría la ranchera. Si me quedaba en México me iba a colgar, sabía que me iba a morir”.
Cuando Lisa me dijo que había hecho el amor
con otro, en la vida cabina telefónica de aquel
almacén de la Tepeyac, creí que el mundo
se acababa para mí. Un tipo alto y flaco y
con el pelo largo y una verga larga que no esperó
más de una cita para penetrarla hasta el fondo.
No es algo serio, dijo ella, pero es
la mejor manera de sacarte de mi vida.
Parménides García Saldaña tenía el pelo largo y hubiera
podido ser el amante de Lisa, pero algunos
años después supe que había muerto en una clínica psiquiátrica
O que se había suicidado. Lisa ya no quería
acostarse más con perdedores. A veces sueño
con ella y la veo feliz y fría en un México
diseñado por Lovecraft. Escuchamos música
(Canned Heat, uno de los grupos preferidos
de Parménides García Saldaña) y luego hicimos
el amor tres veces. La primera se vino dentro de mí,
La segunda se vino en mi boca y la tercera, apenas un hilo
de agua, un corto hilo de pescar, entre mis pechos. Y todo
en dos horas, dijo Lisa. Las dos peores horas de mi vida,
dije desde el otro lado del teléfono.
Comienza un largo periplo: se marcha de México viaja por África, Francia y España, donde, para subsistir realizó los más diversos oficios, un hecho que como tantos otros de su vida, se encuentra esparcido por sus diferentes libros.
“No existe trabajo que no haya hecho. He cargado barcos, he sido camarero, recepcionista, basurero, guarda nocturno de un camping, hasta mayordomo. Todo para ser hoy un escritor disciplinado, convencido de que lo más importante para escribir es tener paciencia, mucha paciencia”.
Quien escribe recuerda que, en un viaje a Chile, cuando Bolaño aun vivía, el debate de los críticos literarios se centraba en el hecho que no se decidían a aceptarlo como escritor chileno. Acababa de recibir el premio Rómulo Gallegos y de cumplir una visita a ese Chile que dejara cuando aun no aprendía a leer, si no incluimos su breve estadía en el Chile durante los últimos días de Allende y su no menos fugaz pasantía por las prisiones pinochetistas. Afortunadamente para la literatura, para los que lo querían y, al fin y al cabo, para la humanidad toda (al menos la de habla hispana, aunque, ahora también es célebre en Estados Unidos, y en Francia, y en Alemania, y en Italia).
Se argumentaba incluso, que “ni siquiera tenía acento chileno”. Quien lo haya conocido y tuvo la suerte de conversar con él, sabe que Bolaño tenía un acento…Bolaño, producto de su trashumar desde su remoto país, pasando por su entrañable México (El DF. no el país), hasta las riberas catalanas donde formó una familia y dejó sus huesos. Su primer hijo se llama Lautaro…
…significa poco, ser colombiano o ser venezolano, y en este punto volvemos como rebotados por un rayo a la b de Bolívar, que no era disléxico y al que no le hubiera disgustado una América Latina unida, un gusto que comparto con el Libertador, pues a mí lo mismo me da que digan que soy chileno, aunque algunos colegas chilenos prefieran verme como mexicano, o que digan que soy mexicano, aunque algunos colegas mexicanos prefieren considerarme español, o, ya de plano, desaparecido en combate, e incluso lo mismo me da que me consideren español, aunque algunos colegas españoles pongan el grito en el cielo y a partir de ahora digan que soy venezolano, nacido en Caracas o Bogotá, cosa que tampoco me disgusta, más bien todo lo contrario. Discurso pronunciado durante la entrega del Premio Rómulo Gallegos. Julio de 1.999
Cierre los ojos, ¿cuál de todos los paisajes de la Latinoamérica que usted recorrió le viene primero a la memoria?
–Los labios de Lisa en 1974. El camión de mi padre averiado en una carretera del desierto. El pabellón de tuberculosos de un hospital de Cauquenes y mi madre que nos dice a mi hermana y a mí que aguantemos la respiración. A veces la patria de un escritor no es la gente que quiere sino su memoria.
En 1984 publica “Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce”, en colaboración con Antoni García Porta. Esta novela ganó el premio Ámbito Literario de Narrativa.
¿Le dio algún valor en su vida el haber nacido disléxico?
–Ninguno. Problemas cuando jugaba al fútbol, soy zurdo. Problemas cuando me masturbaba, soy zurdo. Problemas cuando escribía, soy diestro. Como puedes ver, ningún problema importante.
No deja títere con cabeza, ni siquiera arremete contra la derecha, por obvia y se afinca en esa izquierda en la que milita desde los bordes, oteando por encima del muro y denunciando lo que, como poeta, le resulta imposible aceptar.
–Me aburre el discurso vacío de la izquierda. El discurso vacío de la derecha lo doy por sentado.
Mordaz, certero en sus apreciaciones, se ganó conspicuos enemigos, fuera, pero sobre todo, dentro del mundo de las letras, entre las cuales dos escritoras famosas de la prosa (la prosapia y la prosodia), hispana: Frente a la observación que, si se hubiera emborrachado con Isabel Allende y Ángeles Mastretta otro sería su parecer acerca de sus libros (los de ellas), responde sin vacilar: –No lo creo. Primero, porque esas señoras evitan beber con alguien como yo. Segundo, porque yo ya no bebo. Tercero, porque ni en mis peores borracheras he perdido cierta lucidez mínima, un sentido de la prosodia y del ritmo, un cierto rechazo ante el plagio, la mediocridad o el silencio-.
A uno de sus personajes hace decir: -(…) las novelas, generalmente, eran heterosexuales, la poesía, en cambio, era absolutamente homosexual, los cuentos, deduzco, eran bisexuales aunque esto no lo dijo. Dentro del inmenso océano de la poesía distinguía varias corrientes: maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, mariposas, ninfas y filenos. Las dos corrientes mayores, sin embargo, eran la de los maricones y las maricas. Walt Whitman, por ejemplo, era un poeta maricón. Hasta ahí, todo bien, al fin y al cabo es algo sabido y Whitman no tiene parientes vivos, pero luego arremete contra las vacas sagradas de ambos hemisferios: Pablo Neruda, un poeta marica. William Blake era maricón, sin asomo de duda y Octavio Paz, marica (¡Y dicho en la propia tierra de los manitos!). Borges era fileno, es decir, de improviso podía ser maricón y de improviso, simplemente asexual. Rubén Darío era una loca, de hecho, la reina y el paradigma de las locas. Y, luego de una larga lista que no deja a casi nadie fuera, arremete en arranques herejes: Góngora y Quevedo, maricas; San Juan de la Cruz y Fray Luis de León, maricones-
En su caso, renunciar a la poesía o, al menos, mediatizarla en función de la novela y el cuento, no se trató de homofobia sino de supervivencia. Tenía una familia que mantener y, aunque conquistara a su esposa con un arroz quemado -era muy pobre- la poesía no rinde y amor con arroz no dura…
¿Quién le hizo creer que es mejor poeta que narrador?
–La gradación del rubor que siento cuando, por pura casualidad, abro un libro mío de poesía o uno de prosa. Me ruboriza menos el de poesía.
¿Qué es la patria para usted?
–Lamento darte una respuesta más bien cursi. Mi única patria son mis dos hijos, Lautaro y Alexandra. Y tal vez, pero en segundo plano, algunos instantes, algunas calles, algunos rostros o escenas o libros que están dentro de mí y que algún día olvidaré, que es lo mejor que uno puede hacer con la patria-.
¿Qué es la literatura chilena?
–Probablemente las pesadillas del poeta más resentido y gris y acaso el más cobarde de los poetas chilenos: Carlos Pezoa Véliz, muerto a principios del siglo XX, y autor de sólo dos poemas memorables, pero, eso sí, verdaderamente memorables, y que nos sigue soñando y sufriendo. Es posible que Pezoa Véliz aún no haya muerto y esté agonizando y que su último minuto sea un minuto bastante largo, ¿no?, y todos estemos dentro de él. O al menos que todos los chilenos estemos dentro de él.
¿Usted tiene más amigos que enemigos?
–Tengo suficientes amigos y enemigos, todos gratuitos.
¿Antonio Skármeta lo invitó alguna vez a su programa?
–Una secretaria suya, tal vez su mucama, me llamó una vez por teléfono. Le dije que estaba demasiado ocupado. (En la sutileza de la ironía y el blanco de la misma parece confirmarse la sospecha de que era chileno hasta el tuétano).
¿Enrique Lihn, Jorge Teillier o Nicanor Parra?
–Nicanor Parra por encima de todos, incluidos Pablo Neruda y Vicente Huidobro y Gabriela Mistral-.
¿John Lennon, Lady Di o Elvis Presley?
–The Pogues. O Suicide. O Bob Dylan. Pero, bueno, no nos hagamos los remilgados: Elvis forever.
¿Quién lee más, usted o Rodrigo Fresán?
–Depende. El Oeste es para Rodrigo. El Este para mí. Luego nos contamos los libros de nuestras correspondientes áreas y parece que lo hubiéramos leído todo.
¿Cuál es el mejor poema de Pablo Neruda según usted?
–Casi cualquiera de 'Residencia en la Tierra'-.
¿Qué le hubiera dicho a Gabriela Mistral si la hubiera conocido?
–Mamá, perdóname, he sido malo, pero el amor de una mujer hizo que me volviera bueno.
Si de poesía chilena se trata y si hay que poner a alguien sobre el tapete, el elegido es como el propio Bolaño lo define “Travestido, militante, tercermundista, anarquista, mapuche por adopción, vilipendiado por un establishment que no soporta sus palabras certeras, memorioso hasta las lágrimas, no hay campo de batalla en donde él, fragilísimo, no haya combatido y perdido” se refería a Pedro Lemebel (Ver quincenario Nº 86).
Al escritor de “Tengo Miedo Torero” lo encuentra el mejor escritor de Chile y también el mejor poeta aunque no escriba poesía, pues no la necesita. Dice que nadie llega más hondo que Lemebel y encima por si fuera poco, lo tacha de valiente “es decir sabe abrir los ojos en la oscuridad en esos territorios donde nadie se atreve entrar… ¿Qué cómo supe esto? Leyendo sus libros”.
Aprovecha también de celebrar la poesía de Raúl Zurita afirmando que creó una obra magnífica que descolló entre los de su generación y que marcó un punto de retorno con la poética de la generación precedente, pero que al contrario de Lemebel, el Premio Nacional de Literatura año 2000 no fue valiente “gran poesía, pero su escatología, su mesianismo, son también los puntales de un mausoleo o una pira funeraria hacia la que se encaminaron en los años ochenta casi todos los poetas chilenos. Ese dolce stil novo pretendió ser renovador y épico y en algunos aspectos lo fue, aunque sus flecos fueron amargos y patéticos”.
Pero las loas siguieron y en esta ocasión le tocó a Gonzalo Millán, uno de los poetas más espectaculares que se ha dado en Chile “Su poesía, una de las más consistentes y lúcidas en el panorama latinoamericano; poesía civil frente al alud de poesía sacerdotal; es un alivio leerlo que no se propone como el poeta nacional, sino como el poeta de los oprimidos”.
De Diego Maquieria acota “Escribe dos libros brillantes y después elige el silencio, con él todo es posible, lo mejor y lo peor” y prosigue con Rodrigo Lira “Abre un camino y se pierde, hay que releer a Lira. No pretende ser Dante sino Condorito. No pretende entrar a la “Casa de las Becas” (que durante tanto tiempo fue la casa de los poetas) sino a la casa de la destrucción” con ello nuevamente el ideal del poeta valiente.
¿Octavio Paz sigue siendo el enemigo?
–Para mí, ciertamente, no. No sé qué pensarán los poetas que durante esa época, cuando yo viví en México, escribían como sus clones. Hace mucho que no sé nada de la poesía mexicana.
¿Qué le produce el hecho de que Arturo Pérez Reverte sea actualmente el escritor más leído en lengua española?
–Pérez Reverte o Isabel Allende. Da lo mismo. Feuillet era el autor francés más leído de su época. (Nota: de Feuillet y feuille derivan la palabra feuilleton y, en español, folletón y folletín).
¿Y el hecho de que Arturo Pérez Reverte haya ingresado a la Real Academia?
–La Real Academia es una cueva de cráneos privilegiados. No está Juan Marsé, no está Juan Goytisolo, no está Eduardo Mendoza ni Javier Marías, no está Olvido García Valdez, no recuerdo si está Alvaro Pombo (probablemente si está se deba a una equivocación), pero está Pérez Reverte. Bueno, (Paulo) Coelho también está en la Academia brasileña.(Solo faltan Corín Tellado y Delia Fiallo. Nota del E. tratando de hacerse el agudo)
Al revés de García Márquez, que mata la magia a su novelística revelando las fuentes de sus relatos (“Vivir Para Contarlo”), Bolaño solo acentúa el mito reforzándolo con sus respuestas autobiográficas:
–El oficio en el que mejor me he desempeñado fue el de vigilante nocturno de un camping cerca de Barcelona. Nunca nadie robó mientras yo estuve allí. Impedí algunas peleas que hubieran podido terminar muy mal. Evité un linchamiento (aunque de buena gana, después, hubiera linchado o estrangulado yo mismo al tipo en cuestión).
¿Ha experimentado el hambre feroz, el frío que cala los huesos, el calor que deja sin aliento?
–Como dice Vittorio Gassman en una película: modestamente, sí.
¿Ha robado algún libro que luego no le gustó?
–Nunca. Lo bueno de robar libros (y no cajas fuertes) es que uno puede examinar con detenimiento su contenido antes de perpetrar el delito.
¿Ha tallado en un tronco de árbol el nombre de la persona amada?
–He cometido desmanes aún mayores, pero corramos un tupido velo.
¿Qué cosas recuerda de su niñez?
–Todo. No tengo mala memoria.
¿Coleccionaba figuritas?
–Sí. De fútbol y de actores y actrices de Hollywood.
¿Tenía una patineta?
–Mis padres cometieron el error de regalarme un par de patines cuando vivimos en Valparaíso, que es una ciudad de cerros. El resultado fue desastroso. Cada vez que me ponía los patines era como si me quisiera suicidar. (Valparaíso está conformado por un empinado anfiteatro que se vuelca sobre el Pacífico…y no mucho más. N.del E.)
¿Cuál es su equipo de fútbol favorito?
-Los que bajaron a segunda y luego, consecutivamente, a tercera y a regional, hasta desaparecer. Los equipos fantasmas.
Cuando se le pregunta sobre qué cosas debe a las mujeres de su vida, responde:
–Muchísimo. El sentido del desafío y la apuesta alta. Y otras cosas que me callo por decoro.
¿Qué cosas de todas las que le han dicho sus lectores en torno de sus libros lo han conmovido?
–Me conmueven los lectores a secas, los que aún se atreven a leer el Diccionario filosófico de Voltaire, que es una de las obras más amenas y modernas que conozco. Me conmueven los jóvenes de hierro que leen a Cortázar y a Parra, tal como los leí yo y como intento seguir leyéndolos. Me conmueven los jóvenes que se duermen con un libro debajo de la cabeza. Un libro es la mejor almohada que existe.
¿Qué cosas lo han enojado?
–A estas alturas enojarse es perder el tiempo. Y, lamentablemente, a mi edad el tiempo cuenta.
Sus respuestas van desde la frase simple, cargada de intenciones, hasta la crítica literaria disfrazada de declaración: –He tenido miedo de los fans de Leopoldo María Panero, el cual, por otra parte, me parece uno de los tres mejores poetas vivos de España. En Pamplona, durante un ciclo organizado por Jesús Ferrero, Panero cerraba el ciclo y a medida que se aproximaba el día de su lectura la ciudad o el barrio donde estaba nuestro hotel se fue llenando de freaks que parecían recién escapados de un manicomio, que, por otra parte, es el mejor público al que puede aspirar cualquier poeta. El problema es que algunos no sólo parecían locos sino también asesinos y Ferrero y yo temimos que alguien, en algún momento, se levantara y dijera: yo maté a Leopoldo María Panero y después le descerrajara cuatro balazos en la cabeza al poeta, y ya de paso, uno a Ferrero y el otro a mí.
Su sarcasmo seduce (y enoja), porque se ve auténtico, sin falsas modestias ni autoflagelaciones y, a menudo, premonitorias.
¿Qué siente cuando hay críticos como Darío Osses que considera que usted es el escritor latinoamericano con más futuro?
–Debe ser una broma. Yo soy el escritor latinoamericano con menos futuro. Eso sí, soy de los que tienen más pasado, que al cabo es lo único que cuenta.
¿Le despierta curiosidad el libro crítico que está preparando su compatriota Patricia Espinoza?
–Ninguna. Espinoza me parece una crítica muy buena, independientemente de cómo vaya a quedar yo en su libro, que supongo que no muy bien, pero el trabajo de Espinoza es necesario en Chile. De hecho, la necesidad de una, llamémosla así, nueva crítica, es algo que empieza a ser urgente en toda Latinoamérica-.
¿Y el de la argentina Celina Mazoni?
–A Celina la conozco personalmente y la quiero mucho. A ella le dediqué uno de los cuentos de 'Putas asesinas' (SIC).
¿Usted ve su obra como la suelen ver sus lectores y críticos: arriba de todo 'Los detectives salvajes' y luego todo lo demás?
–La única novela de la que no me avergüenzo es 'Amberes', tal vez porque sigue siendo ininteligible. Las malas críticas que ha recibido son mis medallas ganadas en combate, no en escaramuzas con fuego simulado.
¿No les sacaría algunas páginas a 'Los detectives salvajes'?
–No. Para sacarle páginas tendría que releerlo y eso mi religión me lo prohíbe.
¿Qué dice de los que piensan que Los detectives salvajes es la gran novela mexicana de la contemporaneidad?
–Que lo dicen por lástima, me ven decaído o desmayándome en las plazas públicas y no se les ocurre nada mejor que una mentira piadosa, que por lo demás es lo más indicado en estos casos y ni siquiera es pecado venial.
Las preguntas siguen, siempre respondidas con humor, negro, a menudo, pero humor al fin y al cabo. A la pregunta ¿Cómo es el infierno?, responde:
–Como Ciudad Juárez, que es nuestra maldición y nuestro espejo, el espejo desasosegado de nuestras frustraciones y de nuestra infame interpretación de la libertad y de nuestros deseos.
Cuándo supo que estaba gravemente enfermo, ¿Qué cosas de su carácter cambió la enfermedad?
–Ninguna. Supe que no era inmortal, lo cual, a los 38 años, ya iba siendo hora de que lo supiera.
¿Qué cosas desea hacer antes de morir?
–Ninguna en especial. Bueno, preferiría no morirme, claro. Pero tarde o temprano la distinguida dama llega, el problema es que a veces no es una dama ni mucho menos es distinguida, sino más bien, como dice Nicanor Parra en un poema, es una puta caliente, que es algo que hace dar diente con diente al más pintado. (Ver Quincenario Nº 81)
¿Pensó alguna vez en suicidarse?
–Por supuesto. En alguna ocasión sobreviví precisamente porque sabía cómo suicidarme si las cosas empeoraban.
¿Qué cosas lo hacen reír a mandíbula batiente?
–Las desgracias propias y ajenas.
¿Qué cosas lo hacen llorar?
–Lo mismo: las desgracias propias y ajenas
Luego deja entrever su ternura de poeta.
La locura, la muerte y el amor, ¿de qué de estas tres cosas ha habido más en su vida?
–Espero de todo corazón que haya habido más amor.
¿Por qué no tiene aire acondicionado en su estudio?
–Porque mi lema no es Et in Arcadia ego, sino Et in Esparta ego.
¿Le gusta la música?
–Mucho.
Frente a la pregunta de si se lleva bien con su editor, contesta:
–Bastante bien. Herralde es una persona inteligente y a menudo encantadora. Tal vez a mí me convendría más que no fuera tan encantador. Lo cierto es que ya hace ocho años que lo conozco y, al menos de mi parte, el cariño no hace más que crecer, como dice un bolero.
Y el cariño lleva a Jorge Herralde a escribir un libro, sentido, llorado, “nostalgiado”, que confirma esa rareza literaria: “En Para Roberto Bolaño, relato nuestro primer encuentro en la Editorial, así como el segundo con el manuscrito de Estrella Distante y, a partir de ahí, una amistad permanente y la publicación de sus libros. Y he tenido la suerte de acompañar la carrera de un autor casi desconocido hasta convertirse en uno de los escritores más importantes en lengua española en los últimos cincuenta años. Así lo ha proclamado la más exigente crítica estadounidense después de la publicación de Los Detectives Salvajes en su país. En tres meses se habían vendido 25.000 ejemplares, según me dijo Jonathan Galassy, el editor de Farrar Strauss, una cifra casi impensable en literatura traducida. Y más aún si nos atenemos a la literary fiction.
A pesar de su fama de chúcaro, mucha gente se preocupaba por él y lo ayudaba a salir de líos en los cuales aun no se había metido.
¿Es cierto que fue Juan Villoro el que le convenció para que no titulara 'Tormenta de mierda' a su novela 'Nocturno de Chile'?
–Entre Villoro y Herralde.
Como Neruda, termina confesando su cursilería, aunque, en el caso de Bolaño, es la confesión al sesgo de una humanidad que se le cuela por las costuras: ¿Usted tiene esperanzas, en qué, en quiénes?
–Mi querida Maristain, vuelve usted a empujarme a los potreros de la cursilería, que son mis potreros natales. Yo tengo esperanza en los niños. En los niños y en los guerreros. En los niños que follan como niños y en los guerreros que combaten como valientes. ¿Por qué? Me remito a la lápida de Borges, como diría el ínclito Gervasio Montenegro, de la Academia (como Pérez Reverte, fíjese usted) y no hablemos más de este asunto.
¿Qué sentimientos le despierta la palabra póstumo?
–Suena a nombre de gladiador romano. Un gladiador invicto. O al menos eso quiere creer el pobre Póstumo para darse valor.
¿Qué opina de quienes opinan que usted ganará el Premio Nobel?
–Estoy seguro, querida Maristain, de que no lo ganaré, como también estoy seguro de que algún atorrante de mi generación sí que lo ganará y ni siquiera me mencionará de pasada en su discurso de Estocolmo.
¿Cuándo ha sido más feliz?
–Yo he sido feliz casi todos los días de mi vida, al menos durante un ratito, incluso en las circunstancias más adversas.
¿Qué le hubiera gustado ser si no hubiera sido escritor?
–Me hubiera gustado ser detective de homicidios, mucho más que ser escritor. De eso estoy absolutamente seguro. Un tira de homicidios, alguien que puede volver solo, de noche, a la escena del crimen, y no asustarse de los fantasmas. Tal vez entonces sí que me hubiera vuelto loco, pero eso, siendo policía, se soluciona con un tiro en la boca.
¿Confiesa que ha vivido?
–Bueno, sigo vivo, sigo leyendo, sigo escribiendo y viendo películas, y como les dijo Arturo Prat a los suicidas de la Esmeralda, mientras yo viva, esta bandera no se arriará.
“En el desvaído panorama de la literatura en lengua española, un espacio en el que todos los días aparecen jóvenes redactores más preocupados por ganar becas y puestos en los consulados que por aportar algo a la creación artística, se destaca la figura de un hombre enjuto, mochila azul en ristre, anteojos de enorme marco, cigarrillo sempiterno entre los dedos, fina ironía a bocajarro siempre que haga falta”. Duró poco…
El 14 de julio de 2003, a las 20.00 hora chilena, 15 de julio en España, este "escritor asombroso", como lo calificó la crítica francesa, murió producto de una insuficiencia hepática, en el hospital Vall d'Hebron, de Barcelona.
“A los 50 años, este hombre que recorrió Latinoamérica como mochilero, que se escapó de las fauces del pinochetismo porque uno de los policías que lo encarceló había sido su compañero en la escuela, que vivió en México (alguna vez la calle Bucareli en un tramo llevará su nombre), que conoció a los militantes del Farabundo Martí que luego se convertirían en los asesinos del poeta Roque Dalton en El Salvador, que fue vigilante en un camping catalán, vendedor de bisutería en Europa y siempre un hurtador de buenos libros porque leer no es sólo una cuestión de actitud, este hombre, decíamos, ha transformado el rumbo de la literatura latinoamericana. Y lo ha hecho sin avisar y sin pedir permiso”. El epitafio dolido, muy a la manera Bolaño, de alguien que lo admira y lo extraña.
“El autor, que aparece como personaje en la novela 'Soldados de Salamina', de Javier Cercas, y que es homenajeado en la última novela de Jorge Volpi, 'El fin de la locura', es, como todo hombre genial, un divisor de opiniones, un generador de antipatías acérrimas a pesar de su carácter tierno, su voz entre atiplada y ronca, con la que responde, cortés, como todo buen chileno, que no escribirá un cuento para la revista pues su próxima novela, que tratará sobre los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, ya va por la página 900 y todavía no la acaba”.
Pero Bolaño, así, a secas, una marca de fábrica, como Borges, García Márquez, Neruda, Parra… el Bolaño que habla y opina se enmascara en sus declaraciones, no por enmascaradas, menos certeras, pero quizás es a través de lo que los otros dicen de él que se descubre al hombre detrás del mito, al alma tras la leyenda negra.
Amigos de Roberto Bolaño relatan que, cuando el autor de tantas páginas inolvidables adquirió un estudio en Blanes para escribir en familiar aislamiento, encontró un refrigerador abandonado por los antiguos propietarios. Aseguran que el autor colocó el escritorio delante del frigorífico y nunca lo abrió, porque decía que sospechar su contenido le excitaba la imaginación. La crónica no aclara si inspeccionó su contenido antes de fallecer. (Genio y figura…)
“Bolaño fue un misil al tablero. Subió la vara, ya no es suficiente copiar a Graham Greene para pasar por escritor. Todas las condiciones de gloria sobre las cuales se había construido la nueva narrativa, el grupo de no se qué y no sé cuanto, quedaron desestabilizadas y puestas en duda. Entonces se desordenó todo y se abrió la sospecha de que había una literatura que tenía que salir a flote, que es la de la experiencia de afuera y de adentro de la liquidación de los ideales de la juventud post golpe”
“Más que en lo literario lo espectacular es que rechazara el lugar que le tenía reservado la literatura chilena. Esto llama la atención porque la literatura chilena le ofreció, si no la cabecera, al menos uno de los puestos de los senadores designados y Bolaño dijo “No me interesa ese lugar, no me interesa estar ahí, no me interesa hablar desde ahí”
Mario Bellatin: “Los libros de Roberto Bolaño, magníficos en sí mismos, adquieren para mí una importancia mayor porque de alguna manera representan lo que considero como arte: todo aquello que surge justamente cuando todo está dado para que no ocurra. Los libros de Bolaño me parecen pequeños milagros cuya existencia sólo se puede entender si se tiene fe en que la verdadera escritura se encuentra siempre por encima de cualquier condición inmediata. Incluso la de la existencia del propio autor"
Su vida fue una carrera contra el tiempo, su trashumar, su poesía áspera, su salto a la prosa por razones de supervivencia y su hígado, doblemente traicionero por fallarle burocráticamente, sin delirios tremens ni elefantes bohémicamente rosados.
En Francia Bolaño fue adoptado como uno de los grandes y, cuando murió, llorado como un camarada que tuvo que irse. El crítico literario Fabrice Gabriel, en Les Inrockuptibles y con el título “Un hermano ha muerto”, señala sin ambages: “Largo tiempo hemos vivido sin saber que existía un chileno perfecto para nosotros: barroco pero breve, erudito sin ser pedante, trágicamente metafísico y auténticamente bromista, loco por la poesía pero dotado de una eficacia narrativa sin falla alguna... Una especie de fenómeno entre Woody Allen y Lautréamont, Tarantino y Borges, un autor que conseguía que su lector se convirtiera en un frenético proselitista. Bolaño no amaba el pathos superfluo ni los discursos grandilocuentes. El único homenaje será leerle de ahora en adelante y reírnos todavía con él”.
“Murió Bolaño y murieron con él, a veces sin darse cuenta, todos los escritores latinoamericanos". Jorge Volpi
"Fue un pionero en algo que hoy no es tan raro: formar parte de la industria cultural resistiéndose a ser devorado por sus engranajes. Concebía la escritura como un camino del samurai y él se veía a sí mismo como un marine porque el poeta debe resistirlo todo". Rodrigo Fresán,
Su temprana muerte se dio por etapas. Ironías de la vida, muecas del destino. Su hígado no daba más, víctima de un mal congénito que poco o nada tuvo que ver con su época de bohemio, sus largas noches de vinos y días completos de encender un cigarrillo con la colilla del otro.
Escribiendo hasta que cae la noche
con un estruendo de los mil demonios.
Los demonios que han de llevarme al infierno
pero escribiendo.
En una conversación con Roberto Brodsky, a la sombra de los toldos de la feria del Libro de Caracas, quien escribe le planteó la pregunta, con relentes de impotencia, del porqué la forma gratuita de vivir esa condena sin aplazamientos que fue su muerte anunciada. Como el ciudadano de a pié que seguía siendo, a pesar de su fama, su sangra de raro tipo lo obligó a ponerse a la cola de la larga lista de receptores a la espera de un donante. Las llamadas frenéticas entre Barcelona y Santiago de Chile hablaban de un coma hepático, de una agonía perentoria y la espera macabra de alguien que también agonizaba cuyo órgano correspondía con los requerimientos del de Bolaño.
La última llamada fue la peor:
-El hígado va en camino-
-El tiempo de vuelo… no alcanza a llegar-
hola buena tarde, quisiera que me ayudaran a conseguir estos libros de el y en donde puedo comprarlos, yo soy de la ciudad de México, espero me puedan ayudar, gracias.
ResponderEliminar1975 - Gorriones cogiendo altura (con Bruno Montané; no publicado)nota 2116
Edit. Universidad autónoma de Madrid
1976 - Reinventar el amor, Edit. Taller Martín Pescador.
1992 - Fragmentos de la Universidad Desconocida (Colección Melibea, Edit. Talavera de la Reina)117
1993 - Los perros románticos, Edit. Acantilado, poemas
1995 - El último salvaje (Al Este del Paraíso, México, D. F.)117