viernes, 27 de noviembre de 2009

John Lennon, la biografía total

27 de noviembre de 2009
Extraído del blog Moleskine Literario


                               Family Room: John, Sean, Yoko. 1977 Fuente: keno.org

Anagrama ha tenido la maravillosa idea de publicar la biografía de Philipp Norman sobre John Lennon, uno de los espíritus más delicados y necesarios del siglo XX. Son 840 páginas documentadas sobre el complejo mundo de un genio musical. Basta escuchar "Beautiful boy", por ejemplo, dedicada a Sean, para saber que Lennon es de otra madera, de otro mundo. Una reseña en El Cultural de hoy nos recuerda que ahorremos 34 euros este mes. Es un libro imprescindible sobre un artista imprescindible. Dice la reseña:

Norman es un escritor preciso, metódico, minucioso. Un artesano del género biográfico. Justo lo que estaba pidiendo la vida anárquica, estrambótica, desordenada y disipada de Lennon. Juntos han puesto en las librerías la información más amplia, veraz y detallada posible sobre el hombre que escribió “Imagine”. Un libro ambicioso que nos permite aproximarnos como nunca a la mente de Lennon, puesto que desvela no sólo detalles familiares y personales habituales, la mayoría ya conocidos, sino fascinantes pormenores del complejo proceso creativo, la génesis y el desarrollo de sus ideas, de sus sentimientos, de sus canciones [...] Es una larga historia. Philip Norman la cuenta de manera cronológica, con todo lujo de detalles pero de manera sorprendentemente amena. Es capaz de narrar, por poner un ejemplo, el mal beber que tenía Lennon después de describir cada uno de los tragos que tomaba (excelentes vinos, bebidas exóticas, coñacs añejos, whiskies de malta o vodkas rusos): “uno o dos pelotazos convertían al simpático, amable y generalmente razonable John en un John belicoso, malhumorado y cruel, sin percatarse del mucho ruido que hacía, ni de a quién insultaba ni de lo inocente o indefensa que pudiera ser la víctima de su lengua hiriente como un gato de nueve colas”. Lennon era consciente de su irascibilidad, pero culpaba de ella tanto a los otros miembros de los Beatles como a la presión de la fama. Y a los medios. “Unos hijoputas bien jodidos, eso eran los Beatles”, recuerda, “porque tienes que ser un cabrón para triunfar, eso es un hecho. Y los Beatles eran los hijoputas más grandes del mundo. éramos los césares. ¿Quién va a meterse contigo cuando hay un millón de libras a ganar, todos los regalos, los sobornos, la policía y los enrollados?”. [...] La buena noticia para los numerosos seguidores de Lennon que odian a Yoko Ono es que el nombre de la japonesa no aparece hasta la página 451. La mala, que tras leer el libro queda confirmado que John la amó sobre todas las cosas, hasta el punto de sacrificar por ella la estabilidad de los Beatles. Su aparición en la vida de Lennon, en el ecuador de esta biografía, acabó con la magia de la banda más importante de todos los tiempos: definitivamente, Ono sustituyó a Paul Mc Cartney en el puesto de la otra mitad creativa de la banda. “Yo junté a la banda. Y yo la deshice. Es así de simple”, sentencia Lennon. Era el final de los Beatles, la banda que la noche del domingo 9 de febrero de 1964 enfiló la carretera del éxito reuniendo delante de la televisión a 73 millones de personas, “la audiencia televisiva más grande que había habido en Estados Unidos”, para disfrutar de su actuación en el Ed Sullivan Show. Después llegaron los números 1 en las listas, la popularidad desbordada, las excentricidades y las cifras millonarias: sólo en los años 70 vendieron 400 millones de discos, que en los 80 se convirtieron en más de mil millones. Mucho más que cualquier otro grupo de la historia. Tras 786 inolvidables páginas es Sean, el hijo de John y Yoko, quién recuerda los cinco años que vivió junto a su padre en un emocionante capítulo final: “se sentía muy inseguro en todo. La gramática y la escritura, sus conocimientos para escribir y leer música, en todos los modos establecidos del conocimiento de las cosas. Y eso que fue un inconveniente que convirtió en una ventaja. Inventó un modo de escribir canciones desde la inseguridad. Para un hombre, sentirse inseguro y cuestionarse a sí mismo del modo en que lo hizo mi padre en sus canciones es un fenómeno postmoderno. Artistas como Mozart o Picasso nunca lo hicieron”. El cierre perfecto para una biografía grandiosa que, pese a ser necesariamente unidireccional, ilumina toda una época, varios géneros musicales y una forma de vida tan creativa como salvaje. Nunca imaginamos las colosales contradicciones y sombras de un artista cuya asombrosa originalidad musical, y un apasionado compromiso social, coexistían con sombríos desequilibrios emocionales. Y nunca lo hicimos porque jamás estuvimos tan cerca de Lennon como después de leer este libro.







lunes, 23 de noviembre de 2009

Hablando de Pishtacos

26 de Julio de 2000

Primer Premio "Cuento de las 2,000 palabras" de Caretas

Se Comienza por La Mantequilla

Si el mayor de los pecados de la mujer contemporánea es la gordura, la liposucción, en la mirada de Luis Freire (Lima,1945), puede convertirse en curioso renacimiento de pishtacos y goce por los lípidos humanos. Perturbador por su abierta trasgresión, el lector será seducido por lo absurdo y deliciosamente mórbido del relato, en el que la resina que otros abominan se convertirá en objeto de deseo

Por “ CANNON” (Lucho Freyre)

EN la ceremonia hedonista de una liposucción femenina, los cirujanos plásticos limpian con su dedo gordo la última gota de grasa atrapada en la cánula aspiradora. Es un ritual arcaizante que reitera la superioridad del arte manual sobre la tecnología. Algunos, no resisten la tentación de probar la gota con la lengua. La adicción es inmediata e irreversible. Por eso, se llama cirujano cebado al que ha probado grasa pura de mujer y no puede prescindir de su consumo. En las alturas andinas le dan otro nombre: pishtaco, grito de auxilio y susurro de terror que ha marcado desde siempre a los lipidófagos peruanos. Se comienza por lamer la mantequilla hasta limpiar la caja. Y nada de dorinas margarinas. Luego es manteca de chancho como si fuese manjarblanco, pero ninguna te calma el apetito, tu cuerpo sabe lo que necesita pero tú no quieres saberlo. Estudiaste nueve años de Medicina en San Marcos, después te perfeccionaste en lo mejor de Houston y cuando hiciste el juramento hipocrático lo sentiste de veras como una misión. Eres disciplinado, honesto e incansable como todos los Almenara, hasta trabajas en un hospital para niños de la calle arreglando labios leporinos y mounstritos insolventes. Pero tu necesidad aumenta con los días, tus arterias se embriagan de lípidos cuadrúpedos y es que ya no sabes en qué sustituto esconderte de la grasa humana que te coquetea desde el interior de las barrigas, las papadas, los brazos flanudos y los muslos con bandera de las mujeres que acuden a tu consultorio buscando un salvavidas que las rescate del espejo en que se ahogan, un mesías que resucite sus cuerpos gloriosos de la tumba sebosa en que descansan. Porque tú eres el doctor Alfredo Almenara Rey, el mago de los implantes y las liposucciones de la pituquería limeña, a pesar de que hace tres semanas dejaste inexplicablemente la cánula que tan magnífica estela ha dejado en los cuerpos que pasaron por esas tus manos elegidas de Dios, como bien las magnifica Dorita Echecopar cuando exhibe sus tetas de concurso en la playa de Las Totoritas.


Pishtacos hubo siempre y en el mundo entero (el gobierno alemán mantiene abierto al turismo el gabinete secreto del enfermero nazi Uwe Liebfraumilch, en cuya cocinita de campaña se freían pastelitos de carne con grasa de judías), pero nunca tantos como en estos tiempos. Aquellos que despellejaban a pastores y campesinos solitarios con su cuchillo capatoros para lamerles la grasa del cuerpo con su lengua áspera como la piel de una serpiente, eran monstruos fugitivos y escasos que se debatían entre el mito y la miseria de una vida agazapada en los rincones más agrestes del paisaje, huyendo de exterminadores implacables contratados por las poblaciones que asolaba más el terror de su presencia que sus crímenes. Se los persiguió como a una encarnación de Satanás y se los persiguió con saña especial y éxito mayor en el siglo XIX. Desde aquellos años, casi no se ha vuelto a ver ninguno. La verdad es que el pishtaco desollador es un modo en extinción, cuya existencia no ha merecido últimamente la atención de ningún estudioso serio, si exceptuamos la tesis "El Pishtacopiteco Andino, un Homínido Lipidófago del Plioceno sobreviviente en los Andes Centrales del Perú", del extravagante paleontólogo australiano Warrant Murray. Te mueres de miedo de caer en el abismo que se abrió a tus pies cuando esa gotita de grasa de las caderas de Malena Rizo Patrón te erizó la lengua hasta la raíz y se engrapó en tus papilas gustativas como una garrapata inamovible. El moderno, el agazapado entre nosotros, es el cirujano plástico cebado de diez diplomas y clínica privada. No es fácil reconocerlo, la mascarilla verde obligada en el quirófano absorbe la saliva golosa que se le escapa por las comisuras de los labios cuando desliza la cánula por debajo de la piel de sus pacientes. Pero uno de estos días no vas a poder seguir resistiéndote y vas a llevar a la mesa de operaciones a la gorda más gorda que se te ponga delante y le vas a decir a las enfermeras que te guarden la materia lípida extraída de la paciente porque tienes que hacerle unos análisis para descartar posibles complicaciones oncológicas. Una vez solo, separa la sangre de los residuos lípidos y se los come a cucharadas sin sal, limón, pimienta, mostaza, salsa inglesa o de tomate, mucho menos ajicito, la adicción no necesita condimentos. Y lo volverás a decir luego de la siguiente liposucción, y lo dirás una tercera, una cuarta, una quinta vez, y esa quinta vez, a lo mejor ni siquiera serás capaz de esperar a que termine la intervención y delante de tus horrorizadas enfermeras, vas a chupar hasta la última gota de grasa directamente de la cánula. Si la ración le ha resultado insuficiente, puede que en un arranque de gula animal se encierre con la paciente en la habitación de la unidad post-operatoria, le reabra diestramente las heridas y empuje la lengua para cepillar lo que pueda haber sobrado entre los músculos palpitantes. Estarás tan asqueado de ti mismo, que sentirás la tentación de cortarte la garganta con tu nuevo bisturí láser que no deja huella. Pero ya habrás mandado al carajo a la misma muerte y aunque pienses que mancharse la boca con la grasa de un ser humano es peor que lamer mierda, la angustia de privarte de esos lípidos gloriosos te arrastrará hacia adelante como una locomotora todopoderosa, divinamente todopoderosa, a lo largo de cuya ruta atemperada por la complicidad de muchos colegas prestigiosos y sus elegantes refugios para los iniciados como tú en el vicio lípido, conocerás a un grupo selectivo y cosmopolita de pishtacos que han arrojado las culpas o los escrúpulos por la ventana para entregarse al goce hedonista de la grasa femenina y aprenderás con ellos a disfrutar sus mil sofisticadas recetas para prepararla y servirla con otros alimentos, recetas que un aplicado freidor como el enfermero Uwe Liebfraumilch no imaginó jamás en su grueso paladar de bárbaro germano. No es peligroso mientras no sufra de abstinencia, porque entonces sí que puede matar. Pero eso es algo que difícilmente ocurrirá mientras la gordura siga siendo el pecado capital de la mujer contemporánea.

martes, 10 de noviembre de 2009

En Memoria de Pauline Pfaiffer (La esposa de Hemingway)

Por Ivan Thays de Moleskine Literario


Ernest y Pauline Hemingway. Fuente: jfklibrary

París era una fiesta es un libro póstumo de Hemingway, y para muchos una de las mejores memorias escritas en el siglo XX, cuya publicación a manos de su cuarta esposa, Mary Hemingway, siempre ha estado atravesada por la polémica. Dicen que Hemingway en vida pensaba que el libro estaba incocnluso pero Mary, la viuda, impuso la edición luego del suicidio. Y ahora uno de los nietos de Hemingway, Sean, cuya abuela es la segunda esposa de Hemingway, Pauline, ha "restaurado" la edición del libro para demostrar que Mary lo manipuló para dejar a su abuela como una arpía. Si una viuda es demasiado, cuatro (y sus descendientes) es imposible de manejar. Dice la nota:
¿Por qué esta revisión? se preguntan muchos expertos o simples aficionados a la lectura. Los cambios son más bien pocos, en su mayoría de orden dentro del volumen. Lo que en un sitio aparece en un capítulo - el dedicado al poeta Ezra Pound-, ahora son dos, uno en el cuerpo principal y otro en los sketches adicionales. Así que sobre la iniciativa de Sean pende la sospecha de que la principal razón para esta revisión no es otra que la de "restaurar" la imagen de su abuela, Pauline Pfeiffer, la segunda esposa del autor de El viejo y el mar. En la edición clásica, a Pauline se la pinta como una depredadora que rompió el feliz matrimonio entre el escritor y Hadley Richardson. Esa misma pregunta del porqué se la formula a bote pronto uno de los lectores que ha acudido a escucharle. "Cuando se publicó por primera vez - contesta el nieto-no se utilizó todo el material. Mi abuelo lo dejó inacabado y el capítulo con el que se cerraba (Nunca hay un final en París) lo rehízo Mary". Precisamente es este capítulo el que ofrece el cambio más sustancial. En la nueva edición no aparece como tal. Parte de ese relato se encuentra en el núcleo central, en el llamado Inviernos en Schrums.Pero cortado de forma abrupta. De pronto se habla "de tres corazones", en lo que es la única referencia a Pauline, a la que no se cita por su nombre ni en un libro ni en el otro. "Cualquier culpa fue mía", escribe ahora Hemingway, se llame Ernest o Sean, para justificar su primera ruptura matrimonial. Además, la conclusión del primer relato se traslada, en la reedición, a los sketches. Es un nuevo título, The pilot fish and the rich, lugar en el que se recupera el tramo final del libro original aunque modificado. Se incide en la irrupción de la que sería la segunda esposa, aunque si en la edición de 1964 ella era la arpía, en la del 2009, el autor de Fiesta o Adiós a las armas asume la culpa. (...) Poco antes de suicidarse, Ernest Hemingway envió una carta a su editor, Charles Scribner, en la que le informaba que esas memorias de los años veinte "no pueden salir tal como están y no tienen final". Mary, su viuda, no lo vio igual y en un artículo que publicó en 1964 sostuvo que "Hemingway debía dar el libro por acabado". Se encargó de perfilar el manuscrito, cambió el orden de algunos capítulos y añadió otros que el autor había descartado. Y, lo más relevante, insertó un apartado final sobre la ruptura del primer matrimonio. El origen del proyecto restaurado, comenta Sean, se encuentra en su tío, Patrick Hemingway, hijo de Pauline. No esconde, porque así lo ha reconocido, que su tío cree que "la edición original fue terrible con su madre". La nueva le satisface. De la revisión de los archivos deduce que "sus padres fueron felices". Patrick, de 81 años, no arremete contra Mary en declaraciones a The New York Times, pero da una clave para entender la animadversión hacia Pauline y el cariño a Hadley: todo se debe, según su versión, a que Hadley poseía un cuadro de Miró que quería Mary.

lunes, 9 de noviembre de 2009

La Vida en Verso


La República
08 de noviembre de 2009

El movimiento Hora Zero apareció en 1970 con una propuesta poética radical y renovadora. Casi cuarenta años después, sus mayores exponentes se reunieron la semana pasada para la presentación de “Hora Zero. Los broches mayores del sonido”, una antología compilada por Tulio Mora. Fue un recital cargado de remembranzas y reafirmaciones. Hoy los poetas peinan canas, pero siguen siendo los mismos irreverentes que alguna vez patearon la puerta del círculo oficial de la cultura peruana.

Por Ghiovani Hinojosa

Un cholo calato en el Rímac. Eso sería –si fuera una persona– el movimiento Hora Zero. Lo dice orondo el poeta Tulio Mora, el primero en llegar a este festín de rebeldía otoñal. Son las cinco de la tarde y el escritor cuya imponente voz retumbaba antaño luce hoy un inofensivo cabello cano. Pero el tiempo solo apacigua la apariencia: “Rodolfo Hinostroza afirmaba en los 60 que no es lo mismo un griego desnudo mirando el río Támesis que un cholo calato en el Rímac. Nosotros quisimos ser el cholo calato en el Rímac”, relata con cierto tono incendiario.

El hall de la Biblioteca Nacional, en San Borja, es el escenario del reencuentro de esta generación. Uno a uno, van trayendo sus pasos, aletargados por los años, los cultores de la ‘poesía integral’, ese concepto estético según el cual no hay que despreciar las palabras cotidianas y los adagios populares, sino más bien ubicarlos como los cimientos de un arte que conmueva al hombre común. Los abrazos solo pueden ser efusivos, como aquel con el que Sergio Castillo recibe a Jorge Pimentel, el respetado jefe de este clan de veteranos. Los poetas horazerianos interrumpen las emotivas reverencias para comprobar sorprendidos que Pimentel sigue siendo el ‘dandy’ del grupo: lo sugieren su estilo zalamero de andar, su terno pulcro y apretujado y su chalina ploma alrededor del cuello como una boa en celo.

Enrique Verástegui, el poeta que a los 19 años derretía a las chicas con los versos de ‘Datzibao’ (“me apreté contra ti buscando desesperadamente encontrarme en / tus ojos y amé todas tus cosas / y tu mirada angustiada y esa seriedad para responderme a ciertas preguntas y cuestiones”), prefiere excluirse del tumulto y depositar su cuerpo errante en un confortable sillón rojo. Se reclina hacia atrás y juega como un niño con sus pies entrelazados. “Algunos críticos te consideran una voz aparte dentro de Hora Zero”, lo interrumpo. Se reincorpora velozmente y comenta esta afirmación con una dicción realmente confusa: “Yo los veía como un grupo de chiquillos que querían hacer cosas, veo en ellos la metáfora del avance cultural del Perú. En realidad yo era un outsider dentro de ese movimiento. Guardo con ellos una estrecha amistad”.

Verástegui aún recuerda cuando, de la mano con su pequeña hija, repartía panfletos con los manifiestos de Hora Zero Internacional en el cabaret Moulin Rouge, en el centro de París. Era fines de los 70 y él –y su entonces pareja, la poeta Carmen Ollé– trataban de convencer a los extranjeros de las bondades de la nueva poesía latinoamericana. Jacques Chirac, quien por esos años era el alcalde de la capital francesa, no tuvo ningún reparo en llamarlos “revolucionarios de café”. Eso –como dicen los mexicanos– les valía madre a los militantes de Hora Zero. Todo rechazo, toda exclusión, todo insulto, era tomado en este colectivo de artistas como un premio a su rebeldía.

Ahora, en medio de palmadas y fraseos susurrantes, los poetas de esa generación vuelven a ser el centro de flashes y cámaras de video. Posan sonrientes, con la tranquilidad de quien sabe que su principal misión en el mundo ha sido cumplida con creces. La función está por empezar, así que todos los practicantes del verso bello y coloquial se reúnen en las escaleras subterráneas que dan al auditorio de la biblioteca. La ilusión de un recital palpita en sus corazones como hace cuatro décadas.

Digresión histórica

“La poesía en el Perú después de Vallejo solo ha sido un hábil remedo, trasplante de otras literaturas (…). Ellos no escribieron nada auténtico, no emprendieron ninguna investigación, no descubrieron ni renovaron nada”. Estas acusaciones fulminantes corresponden a “Palabras urgentes”, el primer manifiesto del grupo Hora Zero, publicado en 1970 como parte del primer número de la revista del mismo nombre. Se trató de un pasquín hecho con un mimeógrafo –legendaria y rudimentaria impresora– por los entusiastas alumnos de Letras de la Universidad Federico Villarreal Jorge Pimentel y Juan Ramírez Ruiz. Ambos despotricaban contra la poética peruana tradicional, a la que consideraban elitista y purista. Salvo Vallejo –afirmaban–, los poetas habían permanecido apartados de la realidad de las calles. Acusaban a quienes creían que escribir era un ejercicio meramente estético y mágico –Jorge Eduardo Eielson y Javier Sologuren– y exigían que cada letra tenga un sentido social.

No ocultaban su componente ideológico marxista y su adhesión a la Revolución Cubana. Sus recitales solían estar impregnados de arengas contra el imperialismo yanqui. En realidad, el sueño socialista era entonces el ideal dominante en las universidades peruanas. No solo Cuba llevaba más de una década de oposición contra el sistema capitalista, sino que en el país el general Juan Velasco Alvarado ya había iniciado una ola de estatizaciones y reformas de corte nacionalista. De algún modo, Hora Zero era una suerte de partido político: servía como tribuna para poetas de izquierda, pero también para voces que celebraban la vida con simpleza.

Recital poético

“Dejémonos de formalismos, acá todos somos poetas”, grita Eloy Jáuregui como si no tuviera un micrófono al frente e inaugura así esta noche de poemas. El auditorio está casi repleto y este maestro de ceremonias deslenguado tiene un ejemplar de “Hora Zero. Los broches mayores del sonido” en las manos. Lo agita como si quisiera dejar en evidencia el peso considerable de esta antología de 630 páginas, y agrega con cachacienta finura: “Esto y la Biblia. Punto”. Aplausos.

Los poetas desfilan por el estrado leyendo sus mejores versos. Pasan José Carlos Rodríguez, Sergio Castillo y Yulino Dávila. César Gamarra sorprende con unos maullidos onomatopéyicos que envuelven al auditorio en un ambiente selvático. Miguel Burga –el narrador de Hora Zero– es interrumpido por un achorado Eloy que no le deja terminar la lectura de su cuento “Piel de globo”. Burga, insistente, no deja el escenario. El aire desafiante es horazeriano.

El broche de oro lo hace Jorge Pimentel. Su lírica potente seduce a los asistentes y los versos de “Trombosis para un caballo” llegan a los oídos como pullazos de palabras. El hipnotizante movimiento pendular de sus brazos –que operan como el metrónomo de su ritmo– acompaña este jolgorio del verbo. Hora Zero revolucionó la poesía peruana con un aire fresco y contestatario. Todo esto se ve esta noche.

Los Muchachos
Pregúntale a los muchachos, pregúntale:
ellos saben que los días no perdonan,
ellos conocen que en cualquier hora
cae una jaula dentro del cuerpo
que después incluso la respiración propaga…
Pregúntale a los muchachos, pregúntale:
ellos saben que no se puede salir de la tierra
y que no es castigo
sino el perfume de un milagro inacabable
Ellos (como debe ser) son fuertes
porque la naturaleza los jala al amor puro,
al amor puro posado sobre el suelo
como una piedra blanca
o un pájaro cordial recién llegado.
Pregúntale a los muchachos a dónde llegarán,
quiénes están viajando y qué encontrarán
los que están buscando.
Pregúntale qué color tiene la explosión,
qué sabor el trago de incendios.
Y dónde están ahora los 36 kilómetros de vía férrea
que la dinamita, de la Cordillera Negra, separó.
Pregúntale no qué agua rasguña la sed colosal,
sino qué álgebras no mostrarán al firmamento
los nuevos valles que vienen apurados.
Pregúntale lo que harán los niños
con las lunas arrugadas
y con los luceros recogidos por el pensamiento
detrás y lejos de la carne de los sueños…
Pregúntale a los muchachos
Pregúntale a los muchachos…

Juan Ramírez Ruiz (1946-2007)


Si tienes un amigo que toca tambor
Si tienes un amigo que toca tambor
cuídalo, es más que un consejo, cuídalo.
Porque ahora ya nadie toca tambor,
más aún, ya nadie tiene un amigo.
Cuídalo entonces,
que ese amigo guardará tu casa.
Pero no lo dejes con tu mujer, recuerda
que es tu mujer y no la de tu amigo.
Si sigues este consejo, vivirás
mucho tiempo. Y tendrás tu mujer
y un amigo que toca tambor.

Manuel Morales
(Iquitos 1943 – Porto Alegre 2007)

El siglo de Claude Lévi-Strauss

Desde The Times Literary Supplement
29 de octubre 2008


¿Cómo el gran antropólogo, que se acerca su cumpleaños número 100, se ha ganado un lugar en la biblioteca de prestigio Pléiade?

Patrick Wilcken * 



En 1938, el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss hizo una recua de mulas hasta una línea de telégrafo abandonados, que se abría paso a través de la matorrales del estado de Mato Grosso en Brasil. Se dirigió un equipo de llevar a cabo trabajo de campo etnográfico entre los nambiquara semi-nómadas que recorrían las llanuras a través de la estación seca. Las fotografías de la jornada mirada fecha aún para su época. Hombres en salacots mezclándose con miembros de la tribu prácticamente desnudo, mulas lanzando cajas de los equipos a través del desierto, cargado por las canoas y los campings selva - todo tiene la sensación de algunos grandes del siglo decimonoveno expedición científica. Sin embargo, después de la Segunda Guerra Mundial, Lévi-Strauss, añadiría un toque moderno a la antropología con el desarrollo de una manera totalmente nueva de pensar sobre los datos etnográficos.

Lo hizo, como Vincent Debaene escribe en el prefacio de esta retrospectiva de su obra, al casarse con "el clasicismo formal y metodológico el modernismo". En cierto modo, Lévi-Strauss miró de nuevo a una época anterior de la beca, con su alcance enciclopédico y filosofar grandes, en otros es un hombre de mediados del siglo XX, con su fascinación por la ciencia atómica, la computación y principios de los modelos lingüísticos. Añada a esto las técnicas de vanguardia de empalme y recombinar la narrativa, los juegos de palabras y la abstracción, y lo que surgió fue una obra singular, que tuvo un gran impacto a través de las humanidades en Francia y en todo el mundo.

A medida que se acerca a su cumpleaños número 100 el 28 de noviembre, Lévi-Strauss se ha convertido en uno de los pocos autores vivos de encontrar un lugar en la biblioteca Pléiade de Gallimard. Desde el papel biblia casi sin peso y de piel suave cubierta para las guardas de color rosa pálido y el oro en relieve "Oeuvres de Claude Lévi-Strauss" en la columna vertebral, Gallimard ha mantenido la seriedad de la biblioteca del viejo mundo. En un testimonio de cuán diferente de la industria editorial de obras a través del Canal, este de 2.000 páginas, setenta y edición de euros vendió 13.000 copias en sus primeros tres meses.

El clásico libro de memorias Tristes Trópicos (1955), que narra Lévi-Strauss años Brasil, lleva fuera de la colección. Durante los próximos 1.500 páginas de otros seis libros: la novela-ensayo de longitud Aujourd'hui Le totémisme, y el filosófico-antropológica pieza La Pensée Sauvage, ambos publicados originalmente en la década de 1960, tres libros en la noche del mito indígena - La Voie des Masques (1972), La jalouse Potière (1985) y Histoire de Lynx (1991) - que salió después de su retiro, y Regarder liras écouter (1993), un pequeño volumen de ensayos sobre arte y apreciación estética. Comentarios, notas explicativas y fragmentos de todo el material no publicado por la edición.

Lo primero que se advierte acerca de este libro es una ausencia enorme. Organizada cronológicamente, la recogida de contenedores de 1962, cuando Lévi-Strauss había entrado recientemente en el Collège de France, a mediados de la década de 1970, después de su jubilación, a partir del nacimiento del estructuralismo en la imaginación popular al comienzo de su declive. El núcleo de la carrera de Lévi-Strauss cuando fue profesor en la universidad, una celebridad de los medios de comunicación y uno de los teóricos más influyentes de su época, ha sido extirpado. Lévi-Strauss ha optado por lo que describió como su "petites Mitológicas" sobre el eje central de su carrera, el cuarteto Mitológicas monolítico. Una nueva ausencia es su tesis doctoral, Les Structures élémentaires de la parenté (1949), la reinterpretación de la esfera de los estudios de parentesco, que lo consagró como un pensador líder en Francia de posguerra. Como Lévi-Strauss hizo la selección, parece una evaluación tímida de su producción propia.

Para el lector, sin embargo, la elección es acertada. A lo largo de su carrera Lévi-Strauss se ha combinado con una densidad de lirismo de análisis. En esta colección, su lectura se extiende por lo menos - el análisis interminables de los mitos, las manifestaciones de largo y técnico de las estructuras familiares - han sido fileteado a cabo sin pérdida aparente de sustancia. Argumentos presentados en ambas estructuras elementales y el cultivo cuarteto Mitológicas una y otra vez a través de su obra, que, como una solución química compleja, tiene una coherencia global notable.

Casi como una introducción a su pensamiento extendido, Tristes trópicos funciona bien a la cabeza de esta colección. Cuaderno de viaje, memorias y la etnografía se empujan con reflexiones filosóficas en un libro que describe como Debaene menos acerca de la realidad empírica del trabajo de campo que la crisis mental que lo arrojaron en el trabajo de campo. Tristes trópicos se reproduce aquí con el diseño de la cubierta original de 1955 - un semi-dibujo abstracto de una mujer caduveo, cuya cara está cubierta por los diseños extraños arabescos que Lévi-Strauss, fascinado en el campo. Sus fotografías evocadoras de la esfera finalmente se colocarán en lugares en que originalmente había deseado que se - después de los capítulos que se refieren, en lugar de en un grupo promiscuo al final.

Los beneficios de edición de la Pléiade de material inédito de archivo de Lévi-Strauss, recientemente inaugurado en la Biblioteca Nacional, lo que da un tentador vistazo detrás del escenario en su obra clásica. Tristes trópicos fue escrito en un tiempo récord - casi 500 páginas en el espacio de cuatro meses - y el manuscrito original se muestra cómo se logró esta hazaña extraordinaria. Escrito en una máquina de escribir alemana pequeños que Lévi-Strauss había recogido en un bric-a-Brac tienda en São Paulo, el manuscrito fue una resma continuo de palabras, sin pausas de los capítulos. Como si de trabajo hasta un collage, Lévi-Strauss, literalmente, cortar y pegar secciones de viejos papeles y notas en la página, pedazos enteros de estos su "petite", La vie familiale et sociale des Indiens nambiquara, se incluyeron literalmente, pegado en las páginas en blanco , modificado mediante el reemplazo de los académicos "nous", con el je más íntima "."

Muchos de los aforismos que parecen surgir de forma espontánea en Tristes trópicos eran realmente copiadas directamente de una libreta verde que Lévi-Strauss, utilizada en Brasil, donde había anotado las ideas que llegaban a él, tales como: "los trópicos son menos exóticas , que fuera de fecha "," Napoleón es el Mahoma de Occidente "y" le moi est haïssable "(" el yo es detestable ") a la que él escribió sobre la parte superior en rojo" pas de moi = Il ya un rien et nous un "(" la ausencia de la libre = no hay una nada y un "nosotros").

El manuscrito apresuradamente ensamblado también incluyó una famosa descripción de una puesta de sol, que era parte de una novela "vagamente Conradesque" que Lévi-Strauss había comenzado a escribir en la víspera de la Segunda Guerra Mundial. La edición de la Pléiade incluye un puñado de páginas nunca antes vistas de esta novela abortado, que sigue a Paul Thalamas, como él, como Lévi-Strauss, partió en un viaje a los trópicos. El extracto es fascinante, que combina el melodrama - "Il profondément respira", fue la frase de apertura - con torpeza presentó filosofar: "de façon très vaga, Paul Thalamas pensa en Berkeley et à la théorie célebre laquelle par l'espagnol évêque prouver fingir, par la différence entre les apparentes dimensiones de la lune Au Zénith et sur l'horizon, la relativité visuelles impresiones de nos "(" de un modo vago, Thalamas Pablo dirigió sus pensamientos a Berkeley y la famosa teoría de que el obispo Inglés trata de probar la de la relatividad de nuestras percepciones visuales, por las aparentes diferencias en el tamaño de la luna en el cenit y en el horizonte "). Es evidente que Lévi-Strauss, todavía no dominaba el flujo de la ficción, pero quién sabe lo que hubiera podido lograr si hubiera arado sus formidables energías intelectuales en una carrera literaria en lugar de uno académico. Lo que el extracto de la muestra es que su modus operandi era el mismo lo que le dio la mano a - una mezcla muy gala de teatro y filosofía.

También se publica por primera vez es un breve extracto de sus notas de campo. En contraste con las evocaciones rica en Tristes Trópicos, escrita quince años después del evento, el estilo es Businesslike - "Visitas indigènes et la distribución de los menús de regalos. Dîner à la nuit. Allons Le soir rendre visite aux Indiens. Chants et danse ". ( "Ver los pueblos indígenas y distribuir pequeños regalos. Cena en la noche. Por la tarde visita a los indios. Canciones y baile") - con frecuentes referencias a Francia. Algunos escarpes del Globo de Brasil eran como las que se encuentran en el Haut Languedoc, una zona boscosa, le recordaba a los bosques en el centro de Francia.

La colección continúa con Le totémisme aujourd'hui y La Pensée Sauvage. Lévi-Strauss ha descrito estos libros como "una pausa entre dos ráfagas de esfuerzo", como él respiró entre su anterior exploración de los sistemas de parentesco y su trabajo posterior en el mito. Con referencias a las cartas de la comparativa filólogo Georges Dumézil, la edición de la Pléiade llena en algunos de la historia de fondo. En 1960, Dumézil encargado un pequeño libro de mitos en Presses Universitaires de France y las religiones serie, que se adaptará de Lévi-Strauss 1960-61 conferencias en el Collège de France en el totemismo. Pero como el alcance del curso ampliado, Lévi-Strauss le preguntó por el libro que se edita en dos volúmenes. La solución final fue de dos libros totalmente diferentes - la segunda, La pensée sauvage, publicado por Plon, que ya había tenido un éxito de ventas con Tristes trópicos. Varios títulos para los primeros fueron flotando, como "La Fin du totémisme", "Derrière le totémisme" y "Au-delà du totémisme" - en algunos aspectos mejor de lo que Le aujourd'hui totémisme, dado que el libro sostiene que la totalidad del fenómeno del totemismo era en realidad una ilusión antropológica, enmascarando una capacidad humana más generalizada para el modelo de resumen de la capacidad y la categorización.

En relación a La Pensée Sauvage la edición de la Pléiade vuelve a la controversia sobre la traducción malos Sybil Wolfram-Inglés fatal. Wolfram, un profesor de filosofía de la Universidad de Oxford, en su treinta y pocos años, se peleó con Lévi-Strauss sobre las críticas que hizo de los primeros borradores de los dos primeros capítulos. Ella casi se abandonó el proyecto en este punto, pero los editores la persuadió para completar la traducción. Cuando se entregó en el guión, Lévi-Strauss fue concluyente: "Yo no podía reconocer mi libro, como ella lo había hecho", se quejó en una carta a la revista Hombre. Por su parte, Wolfram se distanció en gran medida la versión editada de su trabajo, que finalmente apareció en la prensa, que a su juicio estaba "llena de errores garrafales, pedazos de cosas sin sentido, las oraciones gramaticales, desaciertos extrema, sustituciones sin sentido, a menudo resulta en el absurdo y la inexactitud , la pérdida de las alusiones que se han conservado cuidadosamente ". La edición de la Pléiade reproduce extractos de una carta en la que Wolfram Lévi-Strauss acusó de tener "un conocimiento insuficiente de Inglés", términos filosóficos y etiquetados como "ser" y "devenir" se utiliza como sustantivos como "expresiones de significado metafísico". "Si no me refiero a lo que he puesto, entonces yo no entiendo lo que quieres decir", escribió un Wolfram exasperado. Más tarde, bromeó, parafraseando a Lévi-Strauss, que el proceso de edición milagrosamente había conseguido "una vuelta de cocido en la prima". Lévi-Strauss tiene la última palabra mediante la inserción de una cita de Hamlet, "y no hay pensamientos, que por los pensamientos", en la guarda de La Pensée Sauvage - una manera de captar el juego de palabras en Inglés el del título en francés. (La Pensée Sauvage = tanto el "pensamiento salvaje" y el "pensamiento salvaje", aunque se hizo simplemente El pensamiento salvaje en Inglés.)

La disputa Wolfram pone de relieve el abismo duradero entre Lévi-Strauss y sus homólogos británicos, latina y anglo-sajona sensibilidad intelectual. Lévi-Strauss, elíptica, el estilo poético era de hecho más resistentes a la interpretación literal anglo-estadounidense. Su uso reiterado de metáforas difíciles de la ciencia incitado a los críticos que le resultó imposible de precisar los detalles de los argumentos de Lévi-Strauss, y de hecho se sospecha que su prosa florida enmascarados una falta de rigor. Incluso los simpatizantes de estructuralismo de Lévi-Strauss - como Edmund Leach y Rodney Needham - terminó recibiendo poca atención del maestro, mientras que Lévi-Strauss solía desviar las críticas provenientes del Canal, afirmando que sus ideas habían sido mal entendido y / o tergiversado .

Lévi-Strauss petites Mitológicas ", que se reproduce en su totalidad en Oeuvres, fue una operación de barrido. En ellos ató cabos sueltos, persigue diversos asuntos quedan de la Mitológicas cuarteto original, al tiempo que aclara los argumentos y críticas de fildeo. La lectura de estos libros es un viaje a Lévi-Strauss-de la tierra - un mundo geométrica en la que el relato mítico, los modelos conceptuales e intelectuales superestructuras una Nestlé sobre el otro en un extraño conglomerado de gran detalle y la lógica. En La Voie des Masques, las formas contrastantes de British Columbia máscaras están en relación inversa a las distintas versiones del mismo mito en las poblaciones vecinas. La justa escatológico jalouse Potière con el psicoanálisis freudiano tiene la pereza y el pájaro chotacabras en la mitología de América del Sur shuar como símbolos de la retención anal y oral y la incontinencia. Los celos Humanos se convierte en una forma de retención psicológica, el cuerpo parecido a un horno para excrementos para cocinar. Mientras que en el Lynx de Historia, las figuras míticas del lince y el coyote, el viento y la niebla y la aparición recurrente de los gemelos en la ranura de la mitología indígena juntos en una serie de configuraciones lógicas.

Es fácil perderse en los vericuetos de la discusión. Las parcelas de los mitos indígenas pueden ser complicado y confuso, al igual que Lévi-propia, a veces excéntrico de Strauss, las interpretaciones de ellos. Pero el modelo general que los que ha trabajado durante toda su carrera es muy simple. En respuesta a una pregunta de Edmund Leach, Lévi-Strauss resume su filosofía con una metáfora prosaica. La realidad, escribió Lévi-Strauss, era como un sándwich. Se compone de tres capas de estructura similar: la naturaleza, el cerebro y el mito. Cada uno de estos elementos en cascada desde el otro - el cerebro se limita a un aspecto de la naturaleza, el pensamiento mítico y de un subconjunto de la función mental. Estos estratos fueron separados por "dos capas de caos: la percepción sensorial y el discurso social".

Más allá del desorden de nuestras primeras impresiones, más allá de las excentricidades de una cultura viva, fueron las relaciones lógicas - las simetrías, las inversiones y las oposiciones que Lévi-Strauss, nunca cansados de identificación. Estas estructuras subrayó la orden de todos los fenómenos naturales, ya sean cristales, organismos, idioma, sistemas de parentesco, o el libre flujo del pensamiento humano en las culturas orales, como un chamán contada en un mito por un incendio comunales en las profundidades de la selva amazónica. "Estoy mucho más cerca del materialismo del siglo XVIII que a Hegel", concluyó Lévi-Strauss, ya que "el cerebro humano las leyes de funcionamiento son las mismas que las leyes de la naturaleza".

Este reducido para puesto de la filosofía, en la que todo es en última instancia, intercambiables, puede dar obra de Lévi-Strauss es una cualidad hermética, que es especialmente evidente en el largo plazo el formato de la Pléiade. Nueva edición de Gallimard muestra tanto la amplitud y el alcance de las ideas de Lévi-Strauss y el espacio teórico que en última instancia, claustrofóbico tallado. Su trabajo publicado sólo cómodamente podrían llenar otros dos Pléiade del tamaño de los volúmenes, pero el resultado no sería añadir mucha profundidad a lo que ya está en exhibición en esta colección. A lo largo de su carrera, descripciones etnográficas, relatos míticos y sus propias teorías han pliega sobre sí en un interminable proceso de auto-referencia. Lévi Su compañero mitólogo Wendy Doniger ha comparado-Strauss manera de pensar a la botella de Klein - una forma matemática de tres dimensiones realizados por pegando dos bandas de Mobius invertido juntos, lo que Lévi-Strauss se reproduce en La jalouse Potière para ilustrar la estructura de un mito. La comparación es acertada. Generadas matemáticamente, pero con una sensación orgánica, con bulbo de la botella de Klein, la forma ondulada es auto-consumo y conceptualmente difícil de entender. No tiene interior verdadero o superficies exteriores. Al igual que la obra de Lévi-Strauss, eternamente retroalimenta por sí mismo.

¿Qué le proporciona aire a la salida de Lévi-Strauss, e introduce el lirismo que frustraron sus críticos anglo-sajón, era un profundo interés en la expresión estética y la apreciación que corría junto a la parte cognitiva de su trabajo. Su búsqueda permanente de conciliar la "sensible" y el "comprensible" - es decir, cómo prima la percepción sensorial, que es una experiencia muy rica en culturas orales, se refiere a una comprensión intelectual más abstracto - añade un sabor artístico a lo que podría han sido un ejercicio teórico en seco. En una entrevista con el crítico de cine Raymond Bellour en la década de 1960, Lévi-Strauss dijo que el proyecto era en realidad el mito todo en busca de respuestas a las preguntas perennes: ¿Qué es un objeto bello? ¿Qué es la emoción estética? - Los problemas que le preocupaba más y más a medida que progresó su carrera.

Regarder liras écouter es una coda suave que se libera en gran medida de Lévi-Strauss, la exégesis obsesiva de las culturas indígenas. Aquí está el lado clásico de Lévi-Strauss modernista / matriz clásico, pasando por una historia de las ideas estéticas y las teorías de sonidos, colores y palabras a través de reflexiones sobre Diderot, Rousseau, Proust, Poussin y medio olvidado siglo XVIII proto-estructuralista musicólogo llamado Michel-Paul-Guy de Chabanon. El tono es coloquial, salpicada de Lévi-Strauss observaciones interesantes, como por ejemplo, en Francia se prefiere un color amarillo dorado, dejando el Inglés de un color amarillo puro, que se encuentra suave ", y la fascinación por el cruce de los sentidos - desde la invención de la excéntrica "clavicordio ocular o cromático" a los conceptos de "audiencia de color" y el engranaje de códigos musicales y lingüísticas.

Aunque el estructuralismo ha salido rápido, apenas sobreviviendo de jubilación propio Lévi-Strauss, y su marca de la antropología filosófica ya no existe en lo que hoy es una disciplina mucho más especializados, esta edición de la Pléiade es un recordatorio de la forma original de su contribución ha sido. Las comparaciones se hacen a menudo a Freud, y de hecho hay un cierto principios del siglo xx, el hombre de las ideas se sienten a Lévi-Strauss. Al igual que Freud, Lévi-Strauss fue un teórico audaz que expulsaron a decenas de ideas sugerentes, se volvió la especulación en los modelos de fundición de hierro y trabajó vastas zonas, a veces con una confianza temeraria. En común con muchos de Freud, muchos de los reclamos específicos de Lévi-Strauss ya han sido refutadas, pero el cuerpo de la obra en su conjunto ha dejado una marca indeleble en el pensamiento del siglo XX.
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*Patrick Wilcken es el autor del panfleto de Antropología, los intelectuales y la Guerra del Golfo, de 1994, y el Imperio a la deriva: la corte portuguesa en Río de Janeiro, 1808-1821, publicado en edición de bolsillo en 2005. Él está trabajando en un libro sobre Lévi-Strauss.

Nota aclaratoria:
Este reportaje ha sido traducido automáticamente del inglés, por tanto de haber algunas discordancias idiomáticas  rogamos las disculpas del caso, en tanto, trataremos de corregirlas lo mejor posible.

Lévi-Strauss sin jeans

La República
Dom, 08/11/2009
El antropólogo belga murió esta semana. Tenía cien años cumplidos y una obra que ha dejado huella.
Por Rocío silva Santisteban


La primera vez que escuché hablar de Claude Lévi-Strauss tenía trece años y mi padre se había enfrascado en una conversación con un colega sobre algunos detalles de su famosa teoría estructuralista. La única referencia que tenía personalmente de ese nombre era la marca de mis blue jeans y haciéndome la sabihonda, les hice el comentario respectivo, y la respuesta fue una sonora carcajada. Como me quedé con el puchero asomando suavemente por las comisuras de los labios, mi padre me prestó “Tristes Trópicos”, en una edición de Editorial Tusquets. No entendí nada. Ese libro contenía palabras que no estaban consignadas en mi Pequeño Laurousse Ilustrado. Me dio tanta cólera, que me hice el firme propósito de entenderlo.

Solo muchos años después, dictando el curso que ahora llevo en la Universidad Ruiz de Montoya, he podido tratar de entender un poco más la mente genial del recientemente fallecido antropólogo y etnólogo belga. Lévi-Strauss fue quien hizo comprender a la intelectualidad occidental que las diferencias entre “salvajes y civilizados” en realidad son solo asunto de matices y de lo que posteriormente se denominó “etnocentrismo”, es decir, creer que nuestra cultura es la “buena, correcta y única posible”. Lévi-Strauss provocó con sus propuestas los primeros acercamientos a la alteridad radical, la idea de que cada ser humano organiza una cultura según su entorno y que cada cultura tiene una serie de normas lógicas que permiten, precisamente, la supervivencia.

Si bien es cierto que hoy en día algunas de sus propuestas han quedado rezagadas por los acercamientos antropológicos de Clifford Geertz o de otros autores, el magisterio que Lévi-Strauss ejerció sobre la incipiente ciencia de la antropología durante los años 50 y 60 del siglo pasado es de una importancia capital. Y no solo para esa ciencia: sin Lévi-Strauss el psicoanalista Jacques Lacan no hubiera podido desarrollar el empaque “cultural-lingüístico” de su obra y Simone de Beauvoir no hubiera podido escribir “El segundo sexo”, pues es Lévi-Strauss quien le presta su tesis de doctorado aún inédita para que ella posteriormente desarrolle su idea-fuerza “la mujer no nace, se hace”.

Dos hechos vitales fueron fundamentales para el desarrollo de la obra de este antropólogo que odiaba los viajes: precisamente su primer viaje a Brasil huyendo del servicio militar francés –donde pasó mucho tiempo con los indígenas del Matto Grosso– y su estancia en Nueva York, donde conoció al lingüista ruso Roman Jakobson, y pudo afinar su teoría estructuralista, sin duda, una de las propuestas de pensamiento más influyentes del siglo XX. El primer libro de sus famosas Mitologías, “Lo crudo y lo cocido”, se refiere precisamente a la importancia de la gastronomía y la ingesta calórica para organizar, muchas veces, las diversas maneras de pensar: sin posibilidad de cocción de los alimentos, no hay “concepto” de crudo ni de cocido. Solo la experiencia permite crear nuevos paradigmas.

Me cuentan, no sé si será verdad, que a veces Claude Lévi-Strauss, con sus cien años a cuestas, se aparecía a mediodía por la ventana de su oficina, y que la gente en las calles de París lo aplaudía.


Claude Lévi-Strauss

Manuel Rodríguez Cuadros

Columnista
La Primera, 09 de noviembre de 2009




Chateaubriand, en Viaje a América, decía que “todo nos conduce a una idea de la muerte, porque esta idea es el fundamento de la vida”. Es cierto. La muerte siempre constituye una suerte de introspección final de la vida, en la que el individuo y la historia se funden en la memoria y el recuerdo. Estos días el mundo entero se ha detenido en su dinámica y velocidad para reflexionar en los recodos de las ciencias sociales sobre la memoria y el recuerdo de Claude Lévi-Strauss. Muerto en la madrugada del 8 de noviembre, a pocos meses de cumplir 101 años.

Lévi-Strauss, antropólogo, etnólogo, aficionado a la música y la pintura, dueño de una exquisita prosa poética, es uno de los hombres cuyo pensamiento ha influido más en el siglo XX. Aplicó el método estructural de la lingüística de Ferdinand de Saussure y Jacobson a la antropología. La lingüística estructural diferencia el lenguaje, que es un conjunto de convenciones adoptadas para facilitar la comunicación entre los individuos, de la palabra, que es el ejercicio del lenguaje. Establece que el objeto de la lingüística es el sistema de signos que surge de las determinaciones mutuas de las expresiones sonoras del significante y la cadena conceptual del significado. Este sistema de interacciones es la estructura. El sentido de una palabra no se define, de esta manera, por su relación con el objeto que describe sino por su vinculación con las otras palabras del lenguaje. La noción de totalidad emerge como esencial en la teoría del conocimiento.

Al aplicar el estructuralismo de Saussure y Jacobson al estudio de las sociedades humanas. Lévi-Strauss no busca el conocimiento en la dimensión individual de las relaciones sociales, sino en las interacciones que definen la totalidad social, en la estructura de las relaciones familiares, los mitos, las costumbres, los modos transaccionales, las alianzas, la comunicación.

Su antropología estructural de los grupos no contactados en la selva amazónica brasileña, lo condujo a establecer la inexistencia de diferencias entre el pensamiento primitivo y el civilizado, el pensamiento pre-lógico y el lógico. Demostró que cada cultura, cada civilización, independientemente del tiempo y del espacio, desarrolla su propio sistema de reglas lógicas, lo que se refleja en la estructura de los mitos y las relaciones de parentesco. No hay pueblos primitivos ni civilizados. Existen sólo culturas diversas. La riqueza humana está en esa diversidad.

En sus obras Antropología Estructural y El Pensamiento Salvaje, se opuso al humanismo marxista sartriano de La Crítica a la Razón Dialéctica. En esta polémica algunos han visto un enfrentamiento entre humanismo y antihumanismo. Quizás sean más bien dos maneras de entender al hombre. El propio Lévi –Strauss, lo afirmó al señalar que “…un humanismo bien ordenado no comienza por sí mismo, sino que coloca el mundo delante de la vida, la vida delante del hombre, el respeto por los demás delante del amor propio”.


miércoles, 4 de noviembre de 2009

Bryce Copión

César Hildebrandt

Columnista
La Primera, 04 de noviembre de 2009

Copiar y pegar



Lima, 3 de noviembre 2009 (Associated Press).-El escritor peruano Alfredo Bryce Echenique cometió plagio, ratificó el martes la entidad peruana defensora de la propiedad intelectual.

La Sala de Propiedad Intelectual del Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual (Indecopi) confirmó en segunda instancia que Bryce plagió 16 artículos periodísticos publicados en diversos medios de comunicación locales e internacionales, según un comunicado divulgado por esa entidad estatal.

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Julio Ortega, ese valedor de la teoría de que el plagio no existe porque todo es lo mismo, se aparecerá ahora diciendo que el Indecopi es un ente burgués que protege esa antigualla que es el derecho de autor.

Es que ayer el Indecopi ha confirmado lo que todos ya sabíamos: que don Alfredo Bryce Echenique es, como colaborador periodístico, más activo que Francis Drake, más exitoso que William Walker –el pirata que juramentó en inglés como “presidente de Nicaragua” en 1856- y más viajero que Henry Morgan, tan orgullosamente inglés como los otros y como el linaje del escritor en cuestión.

O sea que Bryce es autor de dieciséis plagios comprobados por el Indecopi, aunque su abogado, el mago Enrique Ghersi, haya querido ocultarlo todo y aunque Bryce haya dicho ayer, desde Madrid, que “ahora sí tendré que apelar al poder judicial, un organismo más fiable”. ¡Cómo no!

En vez de pedir disculpas y decir que fue una mala racha, que la carga de trabajo era inmensa, que el surmenage era inminente, que fue préstamo y no apropiación, Bryce, con la ayuda valorable de Ghersi, insiste en la mentira.

Allá él. La investigación de Indecopi, que tenía listo su dictamen desde el mes de enero de este año, acredita que don Alfredo aterrizó como mosquito hematófago en la vena (literaria) de varios autores –la mayor parte de ellos catalanes- y publicó sin asco, bajo su firma y cobrando por ello, textos de otros.

A veces cambiaba alguna que otra palabra, o metía un gerundio, o reemplazaba un verbo por otro equivalente. Pero la mayoría de las veces la copiandanga era fotográfica, clónica y computacional. Para el prolífico novelista la modernidad llegó bajo el lema copiar y pegar del nunca mejor llamado mouse.

Y así entró en los domicilios literarios de Oswaldo de Rivero (“Quehacer”, mayo 2005), Eulalia Solé (La Vanguardia, julio del 2005), Nacho Para (El Periódico de Cataluña, diciembre del 2005), Carlos Sentis (La Vanguardia, julio del 2005), Jordi Cebriá y Víctor Cabré (Revista Jano, España, octubre del 2005), Sergi Pamies (Revista Jano, abril del 2004), Juan Carlos Ponce (Revista Jano, marzo del 2002), Blas Gil Extremera (Revista Jano, mayo del 2005), Jorge de la Paz (Revista Anuies, México, julio 1986), Benjamín Herrera (Revista Jano, marzo del 2002), Cristóbal Pera (Revista Jano, octubre del 2005), Luis Iruela (Revista Jano, octubre del 2005), Francesc-Marc Alvaro (La Vanguardia, noviembre del 2006), Josep Maria Puigjaner (La Vanguardia julio del 2005), y otra vez Oswaldo de Rivero (WWW.Contexto.Org).

Dieciséis plagios, quince autores. El único doblemente cogoteado es Oswaldo de Rivero. Digamos que se trata de una pincelada nacionalista.

El ensañamiento con la revista Jano es explicable. Jano es una gran revista dedicada a la medicina y a las humanidades. De allí el título de algunos de los artículos plagiados: “La estupidez perjudica seriamente la salud”, “La angustia de Kafka”, “El psicoanálisis de Woody Allen”, “La enfermedad de la nostalgia”.

La pregunta que habría que formularle a la “intelligenza” peruana es muy sencilla: ¿Puede hablarse de la anomia de la sociedad peruana, de la crisis de valores de la política, de la separación entre ética y función pública sin pronunciarse sobre este asunto?

Sin necesidad de hacerlo, un escritor talentoso y de éxito, famoso y reconocido, entra a saco en ingenios ajenos y firma 16 textos expropiados y recibe su cheque respectivo. Hasta que alguien –una investigadora chilena, para nuestra vergüenza- lo descubre y, claro, hay que llamar al Indecopi, que se demora meses en publicar el resultado de sus comprobaciones.

¿Y cómo reaccionan los intelectuales del Perú, las “fuerzas vivas” del espíritu, los herederos novoandinos de Voltaire?

Pues igual que los otorongos pacharacos: purito gremialismo, misma Sicilia, mismos cuñados de los Soprano.

Y después pretenden dar lecciones. Y hablar desde sus púlpitos.

martes, 3 de noviembre de 2009

Escribiendo y Construyendo la Nación peruana

Escribir la ficción, escribir la nación: el espejo roto de Ricardo Palma

GUSTAVO FAVERÓN PATRIAU

La constante proximidad de los términos nación y ficción en estudios teóricos, en ensayos críticos, en investigaciones históricas, nos da, quizá, un buen indicio sobre la naturaleza de ambos: sobre el elemento ficticio que subyace a la formación de todas las naciones, y sobre el sesgo nacional, e incluso nacionalista, con que nuestra época entiende la literatura. Ficción y nación son términos profundamente entretejidos, acaso ya inseparables. Aunque la genealogía de su relación en Occidente se remonta al temprano romanticismo alemán e inglés, y al tardío romanticismo francés —el de Ernest Renan, por ejemplo, el autor de «¿Qué es una nación?»—, en el terreno de la especulación teórica contemporánea, cuatro autores parecen fundamentales para explicar la avalancha de estudios que, en América Latina, se ocupan del vínculo entre ficción y nación. Curiosa o sintomáticamente, ninguno de ellos es latinoamericano.

Uno es Eric Hobsbawm, el historiador inglés que acuñó la idea de «invención de la tradición» para referirse al mecanismo por el cual las naciones, y peculiarmente los Estados nacionales modernos, reforman sus memorias históricas y las reelaboran en función de las premisas que rigen su aspiración colectiva (o, mejor incluso, para dar vida a tal aspiración). Al inventar un pasado compartido, ellos inventan el colectivo mismo, se inventan, proyectando sobre el pasado la sombra del ideal nacional, en una flagrante reescritura oficial de la historia. Un ejemplo notorio, por exageradamente artificial, viene a la mente: la arbitrariedad con que Fidel Castro quiso imponer en su revolución la figura del «hombre nuevo», acuñada por Ernesto Guevara, como, simultáneamente, un ideal futuro y una plasmación de rasgos ya inherentes al cubano. La nación de «hombres nuevos», así, habría de ser a una vez el telos de la revolución y la cristalización de un proceso iniciado antes de ella, con Martí, por ejemplo, de modo que figuras como la de Martí fueran incorporadas a la ficción nacional revolucionaria. (Esa versión de la «invención de una tradición» Borges la hubiera podido llamar «Fidel y sus precursores»).

Otro peldaño en esta escalera lo colocó Benedict Anderson, el historiador estadounidense, profesor recientemente jubilado de Cornell University y hermano del también célebre Perry Anderson. Benedict fue el autor de un texto convertido ya en clásico del tema y cuyo título se ha vuelto casi sinónimo de nación: Imagined Communities (Comunidades imaginadas).2 La espina dorsal del argumento de Anderson es la idea de que las naciones modernas surgieron, en gran medida, gracias a la explosión de lo que su teoría llama el «capitalismo impreso», y que supone la coincidencia, en el siglo diecinueve, de diversos fenómenos. El telón de fondo de la coincidencia, y su instrumento principal, es por supuesto anterior al siglo diecinueve: la imprenta. Los elementos propiamente decimonónicos son la producción masiva de periódicos y otras publicaciones capaces de alcanzar a grandes cantidades de gente en grandes extensiones de territorio más o menos simultáneamente: los diarios permiten a un habitante de una remota provincia leer los acontecimientos de otra, y compartirlos, intuir que los sucesos ocurridos en lugares hasta entonces ajenos son en verdad parte de una historia contemporánea y propia.

El mismo siglo diecinueve, dice Anderson con giro benjaminiano, vio también la coincidente aparición de una forma de novela abarcadora, totalizante, cuya narración se desenvolvía en un «tiempo homogéneo y vacío»: las grandes ficciones realistas decimonónicas, en las que se retrataban diversas acciones de diferentes núcleos de personajes, aparentemente inconexas, líneas argumentales que se iniciaban en paralelo y eventualmente se entretejían, pero que ofrecían al lector una mirada panorámica de la forma de una sociedad como aquella en la que él vivía. La novela de este tipo, dice Anderson, otorga a su audiencia la visión de un tejido social microcósmico que es análogo al tejido social en que habita esa audiencia. En los casos más perfectos, además, la novela así constituida tomaba como referente directo a esa misma sociedad, de modo que se convertía en un ficcional reflejo de la pequeña comunidad a la que pertenecían y de la gran comunidad a la que imaginaban pertenecer sus lectores. La idea de imaginación, entonces, se hace crucial en Anderson: es al imaginar la nación que la nación aparece, como una proyección, como un holograma creado por la mente de muchos lectores concomitantemente.

El tercer peldaño, como el anterior y como el siguiente, lo colocó también un intelectual estadounidense, marxista como Anderson, Fredric Jameson, quien postuló, aunque de modo dudoso (y curiosamente ahistórico viniendo del propulsor del lema «historizar, historizar, historizar») la idea de que todas las ficciones escritas en el tercer mundo eran alegóricas, y que lo eran de un modo peculiar: eran, siempre y sin excepciones, alegorías de la nación.3 El razonamiento de Jameson fue la conclusión, aparentemente inevitable, de su visión de lo que él, con gesto grueso y generalizador, llama, como otros, el «tercer mundo».4 Para Jameson, una diferencia clave en la organización de las sociedades del «primer mundo» y el «tercero» es el hecho de que en estas últimas, debido a su posición de retaguardia en el proceso del capitalismo tardío, no se ha alcanzado aún el punto de separación entre lo que Habermas llama la esfera pública y la esfera privada de las sociedades modernas. El escritor tercermundista es, en Jameson, uno que, empecinado en contar historias privadas (quizá porque conscientemente no tiene ni la aspiración ni la capacidad de reflexionar a nivel macro), cae siempre, paradójicamente, como un Sísifo de llamativo poder creativo, en el precipicio de la representación pública: sus historias pueden pretender ser narraciones de lo individual, lo personal, lo íntimo, y en efecto mostrar solo eso en su cara más evidente, pero les es inevitable, en función de la no separación de las esferas habermasianas, convertirse, en el fondo, en representaciones de la esfera pública de las naciones de esos autores y de sus personajes. La relación entre la historia literal, la de los sujetos en el texto, y la historia escondida, la de los grupos sociales en el seno de la nación, la reconoce Jameson como alegórica (difícil entender por qué, puesto que, ya entregados a pensar en el tema, una relación tal, de darse, resuena más bien como similar a la narración tipológica en que pensaba Lukács, en la que los sujetos, sin perder su individualidad, alcanzan también a ser signos de los grupos sociales a los que pertenecen).

¿El cuarto hito? También es un libro cuyo título ha devenido nombre en clave del fenómeno al que estudia, Foundational Fictions (Ficciones fundacionales), de una profesora de Harvard, Doris Sommer.5 La idea principal de su libro es la propuesta de que, durante el siglo diecinueve, en las décadas inmediatamente posteriores al triunfo de los movimientos emancipadores de América Latina, la narrativa del continente fue el principal campo de batalla para la extensión y coronación de los discursos hegemónicos nacionalistas promovidos por las élites criollas de cada uno de nuestros países. El impulso de los tres intelectuales que mencioné antes es evidente en Sommer: la invención de tradiciones, al estilo de Hobsbawm; la novela como espejo en el que la sociedad puede intuir sus propios rasgos y acaso completarlos imaginariamente, al modo de Anderson; la creencia en la cuasi inevitabilidad del impulso a alegorizar la nación a través de ficciones que, superficialmente, cuentan casi siempre historias personales, conyugales o familiares, es decir, la ficción privada como relato cifrado del discurso público, siguiendo la impronta de Jameson.

El corpus de Sommer es variado: va desde las narraciones sui géneris de Hernández o Sarmiento en la Argentina hasta novelas de cuño romántico como Sab, de la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda, o María, del colombiano Jorge Isaacs, e incluye épicas urbanas de un tono que se balancea entre el realismo y el costumbrismo, como la célebre Martín Rivas, del chileno Blest Gana, y llega hasta el siglo veinte con reinvenciones reflexivas del género como Las memorias de Mamá Blanca de la venezolana Teresa de la Parra. El fuerte del análisis de Sommer está precisamente en las novelas, donde le resulta más fácil expandir el aliento explicativo de su teoría. Se trata, afirma Sommer con tono, en este caso, abiertamente foucaultiano, de ficciones en las que las relaciones eróticas entre los personajes, muchas veces hombres y mujeres de clases distintas (como en Blest Gana), etnias apartadas (como en Avellaneda) o religiones diversas (como en Isaacs), representan los intentos de vinculación, aproximación y reordenamiento de los diferentes grupos sociales en las embrionarias naciones latinoamericanas de ese largo periodo, pero siempre desde el punto de vista de los discursos de las clases hegemónicas. Sommer, hay que decirlo, tiene una versión limitada y acaso pregramsciana del concepto de hegemonía, en el que esta no es tanto el campo de interrelación de discursos complejamente conectados pero también, muchas veces, enfrentados y contradictorios, sino una fuerza monolítica desatada sobre fuerzas menores y casi mudas de oposición, que acaban por diluirse ante el impulso de la primera.

Hay muchas cosas que objetarle a esta teoría. Las más evidentes son dos. La primera, que su concepto de alegoría supone una forma homogénea y sin fisuras, un impulso siempre unificador, lo que hace que sus lecturas críticas tiendan a borrar las heridas y cicatrizar los hiatos de las ficciones estudiadas, construyendo totalidades allí donde, con otros anteojos, uno podría percibir enfrentamientos y disonancias. Su teoría no le permite distinguir los impulsos contraventores al interior de esas novelas: la recuperación de la otredad de lo indígena, en Sab; o la reivindicación de la diferencia judía, en María, por citar dos ejemplos. En Sommer, todo lo que es contrahegemónico se hace imperceptible. La segunda carencia de su planteamiento es que le otorga a la novela latinoamericana una preeminencia clara en la formación de las imaginaciones nacionales del continente, a pesar de que una rápida revisión de los factores reales y objetivos en los que esas novelas fueron publicadas y leídas, como he señalado en otro artículo, demuestra que su alcance fue minúsculo y muchas veces, incluso, casi inexistente.6

TRADICIONES PERUANAS: UN ESPEJO EN TRIZAS

A los peruanos, por otro lado, leer el libro de Sommer nos deja con una interrogante obvia: cómo es que no hay ninguna «ficción fundacional» peruana en el corpus acopiado por la profesora en Foundational Fictions, un corpus que es, muy al estilo estadounidense, exhaustivo en querer tomar algo de cada tradición representativa para dotar a su teoría de un amplio poder explicativo. Hay quien cuenta que la versión original del libro incluía un capítulo sobre Aves sin nido, de Clorinda Matto de Turner, y que algún crítico peruano, recibiendo de Sommer el encargo de evaluar el trabajo antes de su publicación, tuvo el buen sentido de hacerle ver a la autora que la novela de Matto había sido siempre en el Perú, desde su primera publicación, básicamente, el título celebérrimo de un libro que casi nadie jamás leía, y que, por lo tanto, ningún sentido tenía otorgarle algún tipo de valor fundacional en el proceso de establecimiento del Estado nación moderno en nuestro país. El hecho es que, como los parientes pobres de la familia, los peruanos nos quedamos sin asiento en el banquete de los «romances nacionales».

Pero podemos poner a funcionar ese vacío interesante en el corpus de Sommer: la consolidación de un proyecto de nación en el Perú no se ha dado, pero tampoco es claro que se haya dado en muchos otros países de América Latina. Nuestra falta de «romance nacional» no parece diferenciar nuestro fracaso del fracaso de los demás, y, si uno mira con cuidado, tal vez podamos concluir, así, que las ficciones fundacionales no fueron decisivas en esos procesos, ni como coadyuvantes ni, mucho menos, como obstáculos.

El centro de nuestro canon para el mismo periodo que Sommer registra en su estudio fueron muy probablemente las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma, narraciones mucho menos abarcadoras, una por una, que las novelas que se estudian en el tratado de Sommer, bastante más fragmentarias que cualquiera de aquellas, pero a la vez dueñas de un poder referencial directo, libres de la necesidad de alegorizar (si es que son alegorías las de aquellos otros libros, cosa que dudo, como he explicado en más de un artículo, por razones similares a las que he expuesto aquí para dudar del carácter alegórico de las novelas tercermundistas a las que alude Jameson7). Y, adicionalmente, las Tradiciones peruanas tienen otras dos cualidades sugerentes y subyugantes para cualquiera interesado en estos asuntos: primero, que su fragmentación narrativa les permite ofrecerse como un enorme mosaico de historias que van copando solo en parte los vacíos de la representación de su objeto, construyendo un gran referente a partir de minúsculas intervenciones en la historia, pero sin jamás consolidarlo en un discurso único e inconsútil; y segundo, que las Tradiciones peruanas fueron escritas a lo largo de mucho tiempo, de hecho, a lo largo de todo el periodo crucial y definitorio del proceso imaginario de construcción de la nación peruana y del proceso real de construcción de nuestro Estado en la segunda mitad del siglo diecinueve y los primeros años del veinte. La obra de Palma no es solo una reconstrucción voluntaria de nuestro pasado a partir de la modificación de nuestra memoria tradicional, sino que, me atrevo a decir, supone también una crónica de las vicisitudes de esos dos procesos en paralelo a las vicisitudes de la escritura misma de la obra.

Dudo que, dadas las limitaciones de su recepción, las «ficciones fundacionales» hayan tenido un valor crucial en la imaginación nacional de las sociedades latinoamericanas; creo, en cambio, que las narraciones breves de Palma, de tono cambiante según él fue transitando de los límites aprendidos del romanticismo a los límites autoimpuestos del género que él mismo estaba forjando, merecedoras casi siempre de una gran respuesta de lectoría en el Perú de su época, y, a lo largo de muchas décadas, centrales en la construcción de nuestra autopercepción como entidad histórica (son ellas mismas otro gran ejemplo de la «invención de la tradición» de Hobsbawm), sí pueden haber contribuido a la consolidación de muchos discursos destinados a sembrar ciertas ideas de lo peruano en diversas capas sociales de nuestra sociedad: las Tradiciones, hay que recordarlo, provienen en parte del lore popular, y, esto es aun más importante, han regresado a él bajo la forma de nuevas narraciones orales de transmisión igualmente popular.

Su alcance rebasa el límite de lo letrado, desde su origen hasta ese punto de llegada donde se reinscriben en la oralidad, con una fuerza genética que solo podemos reconocer, antes de él, en la filtración fragmentaria de las ideas del Inca Garcilaso, que también provienen parcialmente de la oralidad y, mediadas por lecturas ajenas, retornan a ella (en el caso del Inca, uno de esos mediadores fue, claramente, el mismo Palma). Las Tradiciones, como los Comentarios, son productos acabados dentro de los confines de la «ciudad letrada», pero también han tenido la fuerza de recolocarse, al menos en parte, al menos algunas de ellas, más allá de esas fronteras (allí está el melifluo relato de la muerte de Atahualpa, las historias de pacíficos matrimonios interculturales, la virilización extrema de la figuras de los libertadores, el blanqueamiento profundo de los relatos independentistas). Son, quizá, lo más similar que podemos rastrear en el siglo diecinueve a esa cultura de los grandes medios masivos que, con hálito prestado de Benedict Anderson, pero minuciosamente adaptado y contextualizado a las circunstancias de los países latinoamericanos, Jesús Martín Barbero ha estudiado en la producción y recepción de los discursos de la televisión o de la radio en el siglo veinte.8

Y después de Palma, es imposible detectar la presencia de otra obra literaria que haya dejado sus señales en algún sector de la imaginación popular peruana con tanta fuerza. Quizá porque nadie después de él ha tenido el desparpajo de creerse capaz de lidiar con toda la cronología de lo peruano —lo republicano, lo prerrepublicano, lo prehispano— como lo tuvo él; quizá porque nadie ha vuelto a creer que fuera lícito diseñar una sola cronología con esas historias fracturadas, inventando una sola tradición allí donde se perciben muchas; quizá porque la sofisticación de las narrativas contemporáneas las ha alejado más y más de cualquier posibilidad de dejar una huella en el imaginario de la calle; quizá porque nuestra tradición se ha compartimentado hasta el punto en que pocos son los autores que se deciden a representar clases sociales, etnias, culturas ajenas; o quizá porque, precisamente, nuestros escritores notan ahora, o sospechan, que la mayor parte de lo peruano les es ajeno.

Junto al programa de releer a Palma, y saldar la deuda con él en busca de nuestras propias «ficciones fundacionales», fuera del marco teórico de Sommer, tarea que, pienso, la crítica deberá emprender tarde o temprano con las nuevas armas teóricas que, con las objeciones que les he puesto, nos brindan Hobsbawm, Anderson o Martín Barbero (y, claro, muchos otros, como Ángel Rama o Antonio Cornejo Polar), deberíamos plantearnos algunas preguntas fundamentales, hasta ahora, pienso, no suficientemente formuladas: ¿por qué nuestra más abarcadora «ficción fundacional» es también el retrato más quebrado, el espejo más roto que tenemos de nuestra historia? ¿Es Palma uno de nuestros grandes centros de gravedad canónicos, y el crucial del siglo diecinueve, precisamente por (y no a pesar de) su irremisible tendencia a la fragmentación, a la imposibilidad de compleción? ¿Fue acaso la quebrazón, la parcialidad, la imposibilidad de construir un solo gran retrato de la nación peruana, el gran gesto realista de las Tradiciones?

Probablemente, olvidándonos del dudoso factor alegórico, podamos todavía recoger la idea más elemental de Sommer, y también de Anderson, aquella según la cual es posible rastrear una correspondencia analógica entre la forma del discurso de la «ficción fundacional» y la forma de la sociedad que representa, pero dándole un sesgo distinto. En las Tradiciones no cabría buscar tanto (o no solamente, como ha ocurrido hasta hoy) el designio de plasmar un discurso hegemónico destinado a suturar los vacíos de la sociedad representada, y de la historia imaginada, dotándolas de una unicidad ansiada desde la élite criolla, sino el ejercicio de construir una unidad que es, siempre y a cada paso, imposible de alcanzar. Palma sería, entonces, más que el centralista reinventor de la historia peruana, el frustrado descubridor de una verdad: que la historia de un país fracturado solo puede ser, ella misma, una recolección de huesos rotos.

Notas
1 Crítico cultural y profesor de literatura latinoamericana en Bowdoin College, Maine (Estados Unidos). Fuera del Perú desde el año 2000, su maestría y su doctorado los hizo en Cornell University. Su tesis doctoral se titula «Disidencias: fisuras de lo hegemónico en la narrativa latinoamericana del siglo diecinueve».
2 Anderson, Benedict. Imagined Communities. Reflections on the Origin and Spread of Nationalism. Nueva York: Verso, 1991 (1983).
3 Jameson, Fredric. «Third-World Literature in the Era of Multinational Capitalism». Social Text, 15, 1986, pp. 65-88.
4 A Jameson le respondió, contundentemente, Aijaz Ahmad, en un artículo titulado «Jameson’s Rhetoric of Otherness and the National Allegory». Social Text, 17, 1987, pp. 3-25.
5 Sommer, Doris. Foundational Fictions: The National Romances of Latin America. Berkeley: University of California Press, 1991.
6 Faverón Patriau, Gustavo. «Comunidades inimaginables: Benedict Anderson, Mario Vargas Llosa, la novela y América Latina
7 Véase, por ejemplo, Faverón Patriau, Gustavo. «Judaísmo y desarraigo en María de Jorge Isaacs». Revista Iberoamericana, 70.207, 2004, pp. 341-57.
8 Martín Barbero, Jesús. De los medios a las mediaciones. Barcelona: G. Gili, 1987.

desco / Revista Quehacer Nro. 157 / Nov. – Dic. 2005

Indecopi : Bryce Sí Plagió

Indecopi confirmó que Alfredo Bryce plagió 16 artículos
Peru 21, 03 de noviembre de 2009 



En segunda instancia resolvió que el escritor peruano copió los textos periodísticos de otros autores y los hizo pasar como suyos.


Tantas veces, Alfredo. El escritor anunció, desde España, que recurrirá al Poder Judicial.

El escritor peruano Alfredo Bryce Echenique plagió 16 artículos periodísticos, los cuales fueron publicados en diversos medios de comunicación del mundo, siete de ellos en el diario El Comercio de Lima. Así lo resolvió en segunda instancia el Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual (Indecopi), luego de que en enero lo sancionara y multara por atentar contra los derechos de autor.

La resolución de la Sala de Propiedad Intelectual del Indecopi confirma que el autor de Un mundo para Julius infringió “el derecho moral de paternidad en la modalidad de plagio y el derecho moral de integridad”, es decir, publicó estos textos prácticamente de manera íntegra y los firmó con su nombre sin mencionar o citar al autor o autores de los mismos.

También se le aplicó una multa de S/.71 mil, mientras que la defensa del escritor apeló el fallo, porque considera que existen omisiones y que además existía pendiente una demanda de amparo. “Ha llegado el momento para mí de recurrir al Poder Judicial, un organismo tanto más fiable para cualquier ciudadano peruano”, dijo Bryce tras conocer la sentencia, en un comunicado emitido desde España, país donde reside.

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Perú 21, 10 enero 2009
Alfredo Bryce puede ser sancionado penalmente


Indecopi ha notificado a la Fiscalía la supuesta comisión del delito de plagio. Este delito, tipificado en el Código Penal, impone pena de hasta ocho años de cárcel. Autor: Gonzalo Pajares Cruzado

CompartirEnviar.La multa de 177 mil 500 soles que Indecopi le impuso a Alfredo Bryce por haber plagiado 16 textos podría ser el inicio de una serie de sanciones que llegarían hasta el ámbito penal. En efecto, en la resolución 0142-2008/CDA/INDECOPI, emitida por la Comisión de Derecho de Autor de Indecopi (24/12/2008), se establece que se notificará al Ministerio Público sobre la supuesta comisión del delito de plagio por parte del novelista peruano.

Este delito está tipificado en el artículo 219 del Código Penal, que sanciona hasta con ocho años de cárcel al “que, con respecto a una obra, la difunda como propia, en todo o en parte, copiándola o reproduciéndola”. Al respecto, conversamos con el abogado Luis Lamas Puccio: “Bryce sí puede ser procesado penalmente. Así lo establece la resolución de Indecopi, pues para este organismo hay indicios de que el escritor habría cometido el delito de plagio, pero quien debe determinarlo es el Ministerio Público y, si halla mérito, elevar una denuncia al Poder Judicial”.

El autor de Un mundo para Julius “recibiría una orden de comparecencia y hasta podría ser impedido de salir del país”. Respecto a la residencia y nacionalidad españolas que tiene Bryce, el penalista sostiene que, si se demuestra que el delito fue cometido en el Perú, se podría iniciar una contienda para saber qué tribunal –peruano o español– debe juzgarlo. De los 16 plagios, siete fueron publicados en nuestro país en el diario El Comercio.

LOS ARGUMENTOS DE BRYCE. Enrique Ghersi, abogado del escritor, señala que Indecopi “ha violado los derechos constitucionales” del novelista. Según él, hay dos errores formales insalvables: 1) Bryce no ha sido notificado adecuadamente: vive en Barcelona y lo notificaron en Lima, y 2) Indecopi no tiene jurisdicción para procesarlo.

Ghersi afirma que “Bryce reside en España. Por el principio de territorialidad, lo actuado por Indecopi es nulo”. Siguiendo tal lógica, si mañana un ciudadano español publicara en el Perú un libro llamado Un mundo para Julius, idéntico al de Alfredo Bryce, Indecopi no podría sancionarlo.

Martín Moscoso, presidente de la Comisión de Derechos de Autor de Indecopi, indica que lo dicho por Ghersi se aplica a procesos civiles y no administrativos. “Tampoco es cierto que no haya sido debidamente notificado. El señor Bryce presentó, en 2007, un poder señalando como su apoderado al señor Ghersi”.

Por entonces, Indecopi investigaba, de oficio, seis plagios. Luego, el 3 de marzo del 2008, Herbert Morote –primer denunciante de Bryce– presentó 20 nuevas copias, por lo que Indecopi, el 4 de julio de 2008, reunió todas las denuncias en una sola. Según Ghersi, esto no fue debidamente notificado. Según Moscoso, el poder que Bryce dio a Ghersi lo facultaba a defenderlo en ese caso y “en los que sobre acusaciones similares le abriera Indecopi”.

Bryce asegura que no es autor de los artículos plagiados y que estos “han sido publicados sin mi autorización”. ¿Ghersi le cree? “Es su versión. Nosotros solo la transmitimos”, dice el abogado. Con esta defensa, solo de forma, la opinión pública podría pensar que, en el tema de fondo –si plagió o no–, Bryce es culpable. Ghersi sostiene: “Los derechos fundamentales de Bryce están por encima de las cuestiones de fondo. A la opinión pública solo le gusta el último round, y ese lo ganaremos”.

NUEVO PLAGIO. Mientras tanto, una nueva denuncia de plagio pesa sobre el novelista (ya suman 33). María Soledad de la Cerda, la periodista chilena que descubrió la mayoría de calcos, ha encontrado otro. El artículo Arde París, firmado por Bryce (Caretas, 28 de diciembre de 2007), es una copia del texto Francia: Del fuego de los suburbios a la crisis de identidad, del periodista Fernando Carvallo (Quehacer, 1 de noviembre de 2005). A pesar de las denuncias en su contra, Bryce siguió plagiando y traicionando la confianza de sus lectores.
 
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Perú 21, 10 enero de 2009
El plagio


El artículo Francia: del fuego de los suburbios a la crisis de identidad, de Fernando Carvallo, en la revista Quehacer (1/11/05), empieza así:

“Todo comenzó como un banal incidente de barrio. Un equipo de policías quiso proceder a un rutinario control de la identidad de tres adolescentes que se desplazaban en la ciudad de Clichy-sous-Bois a veinte kilómetros de París. En vez de someterse a las humillaciones del tuteo y la presunción de culpabilidad en razón de sus fisonomías de hijos de inmigrantes árabes, los jóvenes prefirieron huir”.

El texto Arde París, firmado por Alfredo Bryce en la revista Caretas (28/12/07), empieza así:

“Todo comenzó como un banal incidente de barrio. Un equipo de policías quiso proceder a un rutinario control de la identidad de tres adolescentes de Clichy-sous-Bois, a 20 km de París. En vez de someterse a las humillaciones de un amenazador tuteo policial y a la presunción de culpabilidad en razón de sus fisonomías...”.