miércoles, 4 de noviembre de 2009

Bryce Copión

César Hildebrandt

Columnista
La Primera, 04 de noviembre de 2009

Copiar y pegar



Lima, 3 de noviembre 2009 (Associated Press).-El escritor peruano Alfredo Bryce Echenique cometió plagio, ratificó el martes la entidad peruana defensora de la propiedad intelectual.

La Sala de Propiedad Intelectual del Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual (Indecopi) confirmó en segunda instancia que Bryce plagió 16 artículos periodísticos publicados en diversos medios de comunicación locales e internacionales, según un comunicado divulgado por esa entidad estatal.

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Julio Ortega, ese valedor de la teoría de que el plagio no existe porque todo es lo mismo, se aparecerá ahora diciendo que el Indecopi es un ente burgués que protege esa antigualla que es el derecho de autor.

Es que ayer el Indecopi ha confirmado lo que todos ya sabíamos: que don Alfredo Bryce Echenique es, como colaborador periodístico, más activo que Francis Drake, más exitoso que William Walker –el pirata que juramentó en inglés como “presidente de Nicaragua” en 1856- y más viajero que Henry Morgan, tan orgullosamente inglés como los otros y como el linaje del escritor en cuestión.

O sea que Bryce es autor de dieciséis plagios comprobados por el Indecopi, aunque su abogado, el mago Enrique Ghersi, haya querido ocultarlo todo y aunque Bryce haya dicho ayer, desde Madrid, que “ahora sí tendré que apelar al poder judicial, un organismo más fiable”. ¡Cómo no!

En vez de pedir disculpas y decir que fue una mala racha, que la carga de trabajo era inmensa, que el surmenage era inminente, que fue préstamo y no apropiación, Bryce, con la ayuda valorable de Ghersi, insiste en la mentira.

Allá él. La investigación de Indecopi, que tenía listo su dictamen desde el mes de enero de este año, acredita que don Alfredo aterrizó como mosquito hematófago en la vena (literaria) de varios autores –la mayor parte de ellos catalanes- y publicó sin asco, bajo su firma y cobrando por ello, textos de otros.

A veces cambiaba alguna que otra palabra, o metía un gerundio, o reemplazaba un verbo por otro equivalente. Pero la mayoría de las veces la copiandanga era fotográfica, clónica y computacional. Para el prolífico novelista la modernidad llegó bajo el lema copiar y pegar del nunca mejor llamado mouse.

Y así entró en los domicilios literarios de Oswaldo de Rivero (“Quehacer”, mayo 2005), Eulalia Solé (La Vanguardia, julio del 2005), Nacho Para (El Periódico de Cataluña, diciembre del 2005), Carlos Sentis (La Vanguardia, julio del 2005), Jordi Cebriá y Víctor Cabré (Revista Jano, España, octubre del 2005), Sergi Pamies (Revista Jano, abril del 2004), Juan Carlos Ponce (Revista Jano, marzo del 2002), Blas Gil Extremera (Revista Jano, mayo del 2005), Jorge de la Paz (Revista Anuies, México, julio 1986), Benjamín Herrera (Revista Jano, marzo del 2002), Cristóbal Pera (Revista Jano, octubre del 2005), Luis Iruela (Revista Jano, octubre del 2005), Francesc-Marc Alvaro (La Vanguardia, noviembre del 2006), Josep Maria Puigjaner (La Vanguardia julio del 2005), y otra vez Oswaldo de Rivero (WWW.Contexto.Org).

Dieciséis plagios, quince autores. El único doblemente cogoteado es Oswaldo de Rivero. Digamos que se trata de una pincelada nacionalista.

El ensañamiento con la revista Jano es explicable. Jano es una gran revista dedicada a la medicina y a las humanidades. De allí el título de algunos de los artículos plagiados: “La estupidez perjudica seriamente la salud”, “La angustia de Kafka”, “El psicoanálisis de Woody Allen”, “La enfermedad de la nostalgia”.

La pregunta que habría que formularle a la “intelligenza” peruana es muy sencilla: ¿Puede hablarse de la anomia de la sociedad peruana, de la crisis de valores de la política, de la separación entre ética y función pública sin pronunciarse sobre este asunto?

Sin necesidad de hacerlo, un escritor talentoso y de éxito, famoso y reconocido, entra a saco en ingenios ajenos y firma 16 textos expropiados y recibe su cheque respectivo. Hasta que alguien –una investigadora chilena, para nuestra vergüenza- lo descubre y, claro, hay que llamar al Indecopi, que se demora meses en publicar el resultado de sus comprobaciones.

¿Y cómo reaccionan los intelectuales del Perú, las “fuerzas vivas” del espíritu, los herederos novoandinos de Voltaire?

Pues igual que los otorongos pacharacos: purito gremialismo, misma Sicilia, mismos cuñados de los Soprano.

Y después pretenden dar lecciones. Y hablar desde sus púlpitos.

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