lunes, 9 de noviembre de 2009

Claude Lévi-Strauss

Manuel Rodríguez Cuadros

Columnista
La Primera, 09 de noviembre de 2009




Chateaubriand, en Viaje a América, decía que “todo nos conduce a una idea de la muerte, porque esta idea es el fundamento de la vida”. Es cierto. La muerte siempre constituye una suerte de introspección final de la vida, en la que el individuo y la historia se funden en la memoria y el recuerdo. Estos días el mundo entero se ha detenido en su dinámica y velocidad para reflexionar en los recodos de las ciencias sociales sobre la memoria y el recuerdo de Claude Lévi-Strauss. Muerto en la madrugada del 8 de noviembre, a pocos meses de cumplir 101 años.

Lévi-Strauss, antropólogo, etnólogo, aficionado a la música y la pintura, dueño de una exquisita prosa poética, es uno de los hombres cuyo pensamiento ha influido más en el siglo XX. Aplicó el método estructural de la lingüística de Ferdinand de Saussure y Jacobson a la antropología. La lingüística estructural diferencia el lenguaje, que es un conjunto de convenciones adoptadas para facilitar la comunicación entre los individuos, de la palabra, que es el ejercicio del lenguaje. Establece que el objeto de la lingüística es el sistema de signos que surge de las determinaciones mutuas de las expresiones sonoras del significante y la cadena conceptual del significado. Este sistema de interacciones es la estructura. El sentido de una palabra no se define, de esta manera, por su relación con el objeto que describe sino por su vinculación con las otras palabras del lenguaje. La noción de totalidad emerge como esencial en la teoría del conocimiento.

Al aplicar el estructuralismo de Saussure y Jacobson al estudio de las sociedades humanas. Lévi-Strauss no busca el conocimiento en la dimensión individual de las relaciones sociales, sino en las interacciones que definen la totalidad social, en la estructura de las relaciones familiares, los mitos, las costumbres, los modos transaccionales, las alianzas, la comunicación.

Su antropología estructural de los grupos no contactados en la selva amazónica brasileña, lo condujo a establecer la inexistencia de diferencias entre el pensamiento primitivo y el civilizado, el pensamiento pre-lógico y el lógico. Demostró que cada cultura, cada civilización, independientemente del tiempo y del espacio, desarrolla su propio sistema de reglas lógicas, lo que se refleja en la estructura de los mitos y las relaciones de parentesco. No hay pueblos primitivos ni civilizados. Existen sólo culturas diversas. La riqueza humana está en esa diversidad.

En sus obras Antropología Estructural y El Pensamiento Salvaje, se opuso al humanismo marxista sartriano de La Crítica a la Razón Dialéctica. En esta polémica algunos han visto un enfrentamiento entre humanismo y antihumanismo. Quizás sean más bien dos maneras de entender al hombre. El propio Lévi –Strauss, lo afirmó al señalar que “…un humanismo bien ordenado no comienza por sí mismo, sino que coloca el mundo delante de la vida, la vida delante del hombre, el respeto por los demás delante del amor propio”.


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