domingo, 21 de noviembre de 2010

LITERATURA & PERIODISMO

sábado 6 de noviembre de 2010

Publicado por Eloy Jáuregui 

Fuente: La Columna retorcida de Diario 16



Me amotina. Para bien, la foto que rescata Heduardo. Mario Vargas Llosa tiene 18 años (1,954) y escribe en una vieja máquina Remington en la redacción de La Crónica. Luce el mismo perfil. Narigudo y dientes de conejo. Camisa manga corta, reloj, lapicero en el bolsillo y la mirada amarrada a esa cuartilla palpitante –supongo— en medio del tráfago del diario, que aguarda la escritura de esa impronta que, pasados casi 60 años, hoy se erigen como la mejor del mundo.

El texto vargallosiano no tiene nada de enigma. Al contrario, es calistenia escribal, lecturas pasionales, rigor por la precisión en la información. Aquello que se le exige a todo periodista. La ecuación es: disciplina, severidad y una pizca de talento. Cito a MVLl en esta ‘caza’ de citas quien parafrasea a Flaubert: “Escribir es una manera de vivir y esa sentencia es absolutamente exacta. Mi manera de vivir es escribir, mi vida entera está organizada en torno a mi trabajo. Yo nunca dejo de escribir”. ¿Flaubert? ¿Sabrá algún profesor de colegio quién diablos es Madame Bovary? Bien, el escritor francés es (fue) la luz de Vargas Llosa. ¿Un maestro de escuela sabe de “La orgía perpetua”? Lo dudo, como cantan Los Panchos.

En otra foto lo veo a sus setentaitantos años en el Congo –acopiando información para su reciente novela “El sueño del celta”. Entre ésta y la otra foto pasó un poco más de medio siglo. ¿Escribiendo? Sí. Y sigue. Y es admirable. Y es ejemplo. No comparto sus ideas políticas. Ya habrá tiempo para ese desahueve. Pero como periodista, MVLl es irreprochable. Y como deicida –ese que niega la creación de Dios— es genial al fundar un universo propio. Cito: “El hombre era alto y tan flaco que parecía siempre de perfil. Su piel era oscura, sus huesos prominentes, y sus ojos ardían con fuego perpetuo…”. Carajo, ni la Biblia.

Vallejo y Mariátegui fueron antes que cualquier cosa, también periodistas. ¿Merecían el Nobel? Sí. Entonces me aseguro: El periodismo mejora la calidad de vida e incluso, educa. ¿Y en el Perú de hoy? Otra vez, en bolero, lo dudo. Qué hacer como diría Lenin. Leer a Flaubert y harto Vallejo. Pensar que se puede ser feliz trabajando en periodismo. Qué sea una pasión. Que obligue a ser honesto. Que disuelva las intolerancias. Que nos atiborre de sensibilidad, ternuras y libertad. ¿Se puede? Sí. MVLl lo acaba de instituir. 

“Escribir es una manera de vivir y esa frase para mi es absolutamente exacta. Mi manera de vivir es escribir, mi vida entera está organizada en torno a mi trabajo. Yo nunca dejo de escribir”.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Literatura y folklore: los refranes

Por Fernando Lázaro Carreter

Año 1978

Extraído de la biblioteca Virtual de la Fundación Miguel De Cervantes

Entre las múltiples fronteras que importan a la Poética, figura la que, con toda seguridad, debe separar los productos literarios de los folklóricos, tantas veces confundidos en la tradición crítica; y bien explicablemente por cierto, si pensamos en la relación efectiva, que, por ejemplo, existe entre los refranes y la primitiva lírica castellana, tan doctamente elucidada por Margit Frenk de Alatorre en un trabajo ya clásico314. Pero relación no implica confusión, y el problema que afronta la ilustre investigadora es, justamente, el de cómo unos dichos sentenciosos parecen transmutarse en cantares y, a la inversa, cómo fragmentos de cantar se incorporan al caudal paremiológico. Ocupándose no hace mucho de tales interrelaciones, el hispanista francés L. Combet ha escrito de manera muy razonable: «il ne faudrait pas croire que le refrán et la copla participent totalement de la même realité poétique [...]; il faut séparer le refrán de ces produits purs de la lyrique populaire que l'on vient d'examiner»315 (es decir los cantares, las seguidillas, los villancicos, etc.).

Sin embargo, esa prudente separación, que puede remitirse a la más general aludida al principio entre Folklore y Literatura, no ha sido observada por muchos, que han tendido a identificar ambos dominios, llevados de un equivocado fervor popularista o de una perfecta incomprensión del hecho literario. Empezando por el ilustre Martín Sarmiento, que aplicaba al asunto la lógica racional del siglo: «Los primeros principios de los versos menores en España habrán sido los adagios o proverbios, y los versos mayores se compondrán de los menores»316. A él lo han seguido, ya sin vacilaciones, Joaquín Costa, Cejador, Sbarbi... La teoría del exclaustrado aragonés resulta bien notable: en las comunidades primitivas debieron de surgir primero los refranes a modo de código social; pero el sentido poético del pueblo los fue enjoyando con toda suerte de adornos, hasta el punto de transformarlos pronto, de aprestes máximas, en beldades dignas de codearse con los partos de las musas. Y, así, por mutación progresiva, se habría llegado del refrán a la copla, al zéjel, al villancico y a la seguidilla. El racionalismo de Sarmiento ha dejado paso aquí a un ingenuo biologismo evolucionista, también propio de su momento. Del mismo modo Alfonso Reyes se mostraba hijo del suyo al escribir: «Interviene por último, en la formación de los proverbios un sentimiento lírico, innato en el espíritu popular y que hace que todos prefieran hablar en verso y no   —140→   en prosa»317. Pero en nuestros días mismos, un eminente lingüista como Eugenio Coseriu, a quien, claro es, no podían ocultársele los múltiples rasgos que oponen los fenómenos folklórico y literario, ha escrito de los refranes (y de otras acuñaciones de lo que él denomina «discurso repetido»), que son «una forma de "literatura" (en sentido amplio, es decir: también ideología, moral, etc.) englobada en la tradición lingüista y transmitida por la misma. Así -prosigue-, los refranes son una forma de la literatura popular española»318. La afirmación vale, por supuesto, si, como Coseriu hace, se escribe la palabra Literatura entre comillas, y si luego se añade que ese término debe tomarse en una acepción no estricta. En cualquier caso, mejor sería definir los refranes como lo que son: manifestaciones folklóricas del discurso repetido -yo prefiero llamarlo «lenguaje literal»-319 incorporadas a la competencia de los hablantes que forman una misma comunidad idiomática.

Sin embargo, el maestro de la Poética actual, Roman Jakobson, sorprendía en 1952 con afirmaciones tan aparentemente extrañas como éstas: La «conception de langage poétique, comme une forme de langage où la fonction poétique est prédominante, nous aidera à mieux comprendre le langage prosaïque de tous les jours, où la hiérarchie des fonctions est différente, mais où cette fonction poétique (où esthétique) a necessairement une place [...]. Il existe de cas-frontières instructifs: la plus haute unité linguistique codée fonctionne en même temps comme le plus petit tout poétique: dans cette aire marginale, les recherches de [...] Shimkin sur les proverbes offrent un thème de réflexions fascinant, le proverbe étant à la fois une unité poétique et une unité phraséologique et une oeuvre poétique»320.

Esta aserción resulta sorprendente sólo si descuidamos el hecho de que Jakobson no habla aquí de «literatura», sino de «poesía», y de que con el término «poesía» (concepto inestable y variable en el curso del tiempo, según declara) quiere aludir más bien a la «poeticidad» que se manifiesta por el hecho de que la palabra se siente como tal palabra, y no como simple sustituto del objeto nombrado, ni como estallido de emoción321. En suma, lo que Jakobson parece decir en ese punto es que el refrán, aun perteneciendo, según su expresión, al «lenguaje prosaico de todos los días» se incorpora a su flujo con las huellas bien visibles de la «función poética», que le imprime rasgos formales muy apartados de los del estándar.

Y no puede ser de otro modo porque a él y a su colaborador Bogatyrev debemos uno de los más inteligentes ensayos publicados hasta ahora acerca de la naturaleza no literaria de las creaciones folklóricas. O, si se prefiere, sobre la necesidad de distinguir entre dos maneras de crear, habitualmente confundidas, y que solemos denominar Literatura y Folklore322.

Por supuesto, al intentar un deslinde entre ambas entidades no se quiere negar que muchísimos productos folklóricos suscitan, en quien los contempla o los oye, ese tipo de reacciones que solemos identificar como estéticas. ¿Quién puede dudar de la hermosura de muchos cantos o de muchas danzas rituales? ¿Y de que en su creación ha intervenido de modo terminante un impulso artístico? Lo que queremos afirmar sólo es la existencia de diferencias entre Literatura y Folklore oral,   —141→   que son principal, aunque no exclusivamente, diferencias de función; y que, por supuesto, el Refranero, en contra del sentir generalizado a que hemos aludido, no puede incluirse bajo rúbricas tales como «Literatura» (o como la acuñada por el folklorista americano W. R. Bascom, de «Arte verbal»323, porque ésta tiende a recubrirse con la anterior). Yo me mantendría en la más aséptica y probablemente más certera denominación de «Folklore oral» para ese tipo de acuñaciones lingüísticas colectivas anónimas, destinadas alguna vez al canto e integradas en la cultura de una colectividad como patrimonio común. Que el paso del Folklore oral a la Literatura sea a veces sumamente fácil, es algo que hemos ya afirmado al comienzo de esta comunicación y que se manifiesta con múltiples ejemplos detectables en la Literatura española. El más visible de todos tal vez sea el tránsito del romancero viejo al nuevo; o la incorporación del primero a la comedia. Fenómenos así se han producido y se producen en el seno de todas las culturas literarias324. Pero esa mutación o esa incorporación sólo son posibles si ha habido un cambio radical de funciones.

¿Quién ha inventado los productos folklóricos? Más concretamente, ¿quiénes son los inventores de los refranes? Dejemos de lado el hecho de que puede rastrearse el étimo de algunos en otra culturas, de donde han sido importados. Y a veces, ¡de qué modo! La máxima de Terencio Veritas odium parit fue convertida por el pueblo castellano en Hocico dambico, varitas os dio padre325. Lo asombroso no es sólo la deformación, sino que al oír esto todos entendían, hacia 1600, que el cantar las verdades al prójimo lo irrita. No me refiero a esta cuestión, sino a la del origen absoluto del Refranero. El debate, como todos saben, se plantea entre quienes postulan un creador individual, y quienes piensan que han sido forjados colectivamente. Problema quizá irresoluble, en el que, sin embargo, un punto parece claro: la colectividad es cocreadora, en el sentido de que pone aduana al empeño de esas acuñaciones por penetrar en los saberes comunes, abriéndola o cerrándola según designios misteriosos326. Y, todavía más, se adueña de las que pasan para configurarlas a su gusto: Hocico dambico, varitas os dio padre.

Henos aquí con el primero de los rasgos diferenciales que apresuradamente voy a apuntar: el proverbio nace, no en el acto de su invención, sino en el de la aceptación y absorción por la comunidad. De ahí que esté sujeto a la irrecuperabilidad   —142→   que Jakobson327 señaló como carácter de lo folklórico. Una obra literaria que no haya tenido acogida en su tiempo, que, incluso, haya permanecido inédita, puede conocer el éxito muchos años después; en cambio, un cantar o un refrán creados y no asimilados se desvanecen para siempre. Ello se debe, claro es, al modo de transmisión oral de tales productos folklóricos; y ese modo de existencia condiciona su función. Porque la literatura se dirige a receptores de cualquier tiempo y lugar, y el refrán a posesores -es decir, a un público que lo hace suyo- en tiempos y lugares concretos. El hecho de que muchos dichos sentenciosos aparezcan en comunidades diversas como fenómenos de préstamo, no invalida la convicción de esas comunidades, que los consideran propios y hasta exclusivos. Las relaciones obra literaria-receptor y obra folklórica-posesor, son bien distintas, e implican funciones bien diferentes para cada uno de sus miembros.

La primera relación, en efecto, es voluntaria. El receptor establece contacto libremente con la pieza artística que le importa, cuando y como quiere; selecciona entre el repertorio que se le ofrece; y su interés excluye muchísimo más de lo que incluye. El Refranero en cambio, en un momento dado y en una sociedad dada, es aprendido, se diría que coercitivamente, por todos los individuos de la colectividad en calidad de rasgo importante para su identificación como miembros de ella. El refrán, al igual que otras manifestaciones folklóricas, presiona, pues, como una necesidad de orden práctico; y de ese orden son sus principales funciones328.

Así, salta a la vista la misión fundamental que desempeña de confirmar la cultura a la que sirve, justificando sus creencias, sus ritos e instituciones. Louis Combet, en su estudio sobre el Refranero español, ha examinado a esa luz numerosas máximas populares referentes al rey, la corte, la nobleza, la clerecía, la justicia, el ejército, la medicina, los estudios, la mujer, etc.: todo un repertorio de órdenes, de prescripciones legales o con valor legal para la antigua sociedad castellana circulaba activamente diluido en la competencia lingüística de los hablantes, sujetándolos a modos de comportamiento que las clases dominantes deseaban ver perpetuados. Es lo que, con terminología a la moda, podríamos denominar función represiva del Refranero. En parte, contrarrestada, claro es, por otras dos funciones compensatorias: la meramente lúdica, y la aliviadora de las mismas represiones que impone, sobre todo en la vida sexual. Pero ambas son tributarias de la primera, la de ejercer un control sobre la sociedad.

Las obras literarias pueden desempeñar también esa misión (y recordaremos todos a Lope de Vega), pero el hecho de que puedan contrariarla atacando las convenciones sociales, revela en la Literatura una capacidad vedada al Folklore. El fenómeno se ha manifestado en las protestas que muchos artistas y pensadores han expresado contra los refranes populares; en la Francia clásica, fueron Adrien de Montluc, Vaugelas y Molière...; y este sentimiento no cesó de crecer, hasta el desprecio que por ellos se sintió en el Siglo de las Luces. En España, en cambio, humanistas, artistas y filólogos han privilegiado secularmente los «evangelios breves» con su estima, y sólo hay unas pocas excepciones insignes. Así, la de Gracián rectificando en el Criticón el contenido de varias docenas de ellos; la de Quevedo; o, ya en el siglo XVIII, la de Feijoo. Quevedo adoptó la actitud más corrosiva: la de burlarse; Gracián y Feijoo, la de discutir y negar su presunta verdad. Y al obrar así, establecían una barrera más, bien clara, entre Folklore y Literatura, ya que los productos de ésta escapan a cualquier intento de verificación. Y si la admiten (obras de tema histórico), la demostración de su verdad o de su falsedad   —143→   no las califica o descalifica estéticamente: perecerán o vivirán por otras razones. Digamos de paso que la rápida desaparición del Refranero en nuestra actual conciencia colectiva, aun lamentándola muchos, y siendo en ciertos aspectos nostálgicos lamentable, no parece indicio valioso de pérdida de aptitudes idiomáticas por parte de los españoles: existen otros síntomas mucho más graves. Revela sólo que la comunidad hispanohablante ha perdido docilidad ante esas consignas acuñadas que, formando red, trabaron y configuraron la sociedad tradicional, imponiéndole virtudes reales o falsas, justificando sus buenas y sus malas acciones, inmovilizándola en conformismos, a veces sumamente cínicos. Ese saber proverbial no es tal saber, como señaló Hegel329, y creo que podemos abandonarlo sin sufrir quebranto. Bien están, como recuerdo del tesoro perdido, los refranes sobre el tiempo, muy vivos aún en el campo... y en los partes meteorológicos.

Ante este sumario intento de excluir esos dichos sapienciales del ámbito de la Literatura, podrá argüirse tal vez que, a pesar de todo, a muchos, su estructura formal los hace ser versos, esto es, organizaciones indiscutiblemente literarias. Jakobson330 adujo el testimonio del psicolingüista francés Marcel Jousse, que, en 1925, reconoció el carácter estrictamente mnemotécnico del ritmo y de la rima paremiológicos, reservando el término verso para la Literatura, y el de esquema rítmico para las acuñaciones populares. Pero esa distinción no creo que diferencie suficientemente los términos que se pretende oponer. Debemos considerar que refrán y poema son «mensajes literales», en el sentido que ya he explicado otras veces de «mensajes destinados a ser reproducidos en sus propios términos» y que, como tales, comparten muchas propiedades entre sí y con los demás productos del lenguaje literal: eslóganes, conjuros, plegarias, reclamos publicitarios, inscripciones, etc. Ritmo significante y rima, no pertenecen, pues, en exclusiva al poema, y lo mismo que no sirven para distinguir a éste del refrán, tampoco son útiles para identificarlos. A simple vista, no parece lo suficientemente clara la oposición entre verso y esquema rítmico según la diferencia terminológica propuesta por Jousse. Tal vez pudiera apuntarse la tendencia al isosilabismo en los productos literarios elaborados, frente a la regularidad mucho menor que se observa en los refranes y en gran parte del folklore oral; pero los romances y tantas estrofas folklóricas regulares hacen que se desvanezca esta presunta diferencia. Quizá la inexistencia de la rima en muchísimos refranes constituyera una marca algo más segura; pero la contradicen en seguida los millares de refranes rimados. Yo no veo método cierto para diferenciar Folklore y Literatura por este camino; la rima y el ritmo significante sólo sirven para oponer el lenguaje literal al fungible o no literal.

Creo que nos acercaremos más a una distinción neta si nos fijamos en algo que ya apuntó Jousse, y que ha formulado A. Taylor con mayor decisión, al preguntarse por las fronteras entre Folklore y Literatura: «An obvious difference is that folklore uses conventional themes and stylistic devices and makes no effort to disguise their conventional quality while literary artist either divests his work of conventional quality by avoiding clichés of either form or matter or [...] charges them with new content»331. Prescindiendo de lo referente al contenido (no porque sea falso, sino porque aquí no interesa), esto sí que es un hecho demostrable. El ritualismo formal de la lírica popular o el romancero viejo ha sido múltiples veces observado: rasgos estructurales que hicieron fortuna en una pieza, se repiten en otras, simplemente porque probaron su eficacia. En los refranes, el fenómeno abruma por su abundancia. Alguien inventó, por ejemplo, el esquema No hay tal   —144→   -como-, y el molde funcionó para estampar varias decenas de dichos sentenciosos ajustados a ese esquema sintáctico:

No hay tal andar como a Cristo buscar
No hay tal caldo como el zumo del guijarro
No hay tal calva como la que está sin pedrada
No hay tal doctrina como la de la hormiga
No hay tal razón como la del bastón, etc., etc.

¿Fue bien recibido el esquema proporcional de, por ejemplo, A casas nuevas puertas viejas? A él se acogieron muchísimas sentencias para beneficiarse de su éxito de difusión:

A asno tonto, arriero modorro
A barba muerta, poca vergüenza
A braga rota, compañón sano
A buena pieza, mala suela
A concejo malo, campana de palo

Y muchas docenas más, que no aspiraban a producir novedades formales, sino a reproducir consentimientos.

La Literatura procede de remotas fuentes folklóricas, pero, al constituirse como tal Literatura, lo que hizo fue ir afirmando una personalidad propia en un largo proceso de secesión, mediante el cual estableció una diferencia cualitativa respecto del Folklore. Nuestras historias literarias no señalan bien cuáles y cómo fueron los pasos de esa transición. Pienso que ello debería entrar dentro de sus preocupaciones, porque ofrecen una imagen turbia o equivocada del acontecer histórico cuando no distinguen entre dos sistemas diferentes de producción y de recepción. Por un lado, el carácter de co-creación y de posesión por parte de los destinatarios que hemos descrito como anejo al Folklore, no precisamente motivado por una obsesión estética; el cual no sólo ha de ser consabido sino que además controla la conducta de los individuos en la sociedad o los hace reconocerse miembros de ella; que adopta para estructurarse modelos cuya fertilidad ha sido demostrada, y que halla en su propia reiteración una vía segura para instalarse en la comunidad. Y por otro lado, el proceso de creación y de recepción típicamente literarios, conducido por un impulso que desconoce el folklore o que no es parte fundamental de su funcionamiento: el deseo de originalidad. Los formalistas rusos vieron muy bien que éste era el estímulo del progreso literario; creo que lo es igualmente de ese lento avance de la Literatura hacia su independencia, a que acabo de aludir. Más aún (y se perdonará la desmesura de esta propuesta que formulo ya al final, y que necesitará mucho espacio para apoyarla con pruebas): sospecho que todo el acontecer literario, y, por tanto, que la historia de cualquier Literatura resulte de dos movimientos alternantes y activísimos; de un lado, el de los escritores que tienden a salirse de las convenciones temáticas y formales del pueblo a que pertenecen, es decir, de su tribu; y de otro, el de la tribu que, con mayor o menor reluctancia, asimila las innovaciones, folklorizándolas en diverso grado, incorporándolas a su sistema de vivir, el cual no puede apropiárselas sin cambiar también un poco. Todo lo no asimilable será espúreo para la tribu, ajeno, y, muchas veces, vituperable y maldito. Podemos llamar originalidad a la escapada del redil tribal, que hace progresar las artes y la vida social. Pero, insisto, haría falta mucho tiempo para fortalecer esta hipótesis con demostraciones. Quedémonos en esto: en que la Literatura, presa de tantas constricciones formales como el Folklore, se ha ido emancipando de él a impulsos de un anhelo de   —145→   libertad. El cual, en sus últimas fases, ha ocasionado, como hemos dicho una víctima insalvable: el Refranero. No nos lamentemos de ello; si acaso, quejémonos de que creencias menos castizas, no elaboradas por nosotros, han tejido a nuestro alrededor otra densa malla de verdades, semiverdades y mentiras. Confesemos también que la Literatura ha contribuido no poco a eso, y que tal vez debamos aguardar a que asuma de nuevo su función liberadora.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Entrevista exclusiva con Eduardo Galeano

Fuente: Blog El Puente de Argentina

Entrevista: Eva
06 de junio de 2010

El Puente viajó hacia Montevideo, Uruguay para realizar una entrevista con Eduardo Galeano, reconocido escritor galardonado en el mundo entero. Fue una charla amena y muy valiosa, a metros del histórico Teatro Solís en Ciudad Vieja de la capital uruguaya. Por momentos parecía que uno estaba leyendo un libro o mirando una emisión televisiva en la que hablaba Eduardo… pero en realidad estábamos conversando de par a par. Aprovechamos este espacio para agradecerle, nuevamente, la oportunidad de haber compartido un café y una charla inolvidable.

EL PUENTE: ¿Qué visión tiene sobre el mundo actual?


Eduardo Galeano: Trato de verlo… es difícil verlo porque está muy enmascarado, muy complicado, pero uno hace lo posible por entender este mundo inexplicable donde cada minuto mueren 15 niños de una enfermedad curable. Cada minuto ese mismo mundo gasta tres millones de dólares en armamento. La industria de la muerte devora la mayor parte de los recursos en este mundo que dice ser pacífico, que además dice ser democrático, pero está dirigido por los cinco países que tienen derecho de veto en las Naciones Unidas y son quienes cortan el bacalao. Los otros desempeñamos una función simbólica.

EP: Y en este mundo que acaba de describir, ¿qué función cumple la comunicación?


EG: Se han abierto canales nuevos en las estructuras de los últimos años. De algún modo a mí me han devuelto la confianza, la posibilidad de que la tecnología pueda ser amiga de las mejores energías humanas, cosa que no siempre se da. Te lo digo porque internet nació al servicio del Pentágono. En realidad, nació como fruto de un trabajo arduo y largo de los investigadores de la Universidad de Berkeley, en California.
Pero después internet quedó en manos del Pentágono para la planificación de sus operaciones en el exterior, es decir, para programar a escala universal estas operaciones militares que estaban al servicio de los grandes exterminios, que en realidad no se llaman así, pero merecerían ser así llamados. Sin embargo, con el paso del tiempo, paradójicamente – hay paradojas que te devuelven el optimismo cuando éste se te cae por un agujerito del bolsillo -  internet terminó por convertirse en una herramienta muy diferente, que sigue sirviendo a fines militares, pero también a muchos otros fines y que además, sin ninguna duda, ha ampliado el espacio de la comunicación. Esto permitió que resuenen de otro modo y, mil veces más que antes, las voces que antes estaban condenadas a resonar a campana de palo. O sea que sólo existían para minorías muy minoritarias pero que en general, encarnaban causas valiosas para el género humano. No siempre las voces que más resuenan coinciden con las mejores bocas, más bien ocurre al revés. Entonces muchos de esos grupos que parecían condenados a la soledad o al aislamiento, gracias a esta tremenda revolución tecnológica que significó internet, ahora tienen otras posibilidades de comunicación. Igual, los grandes centros de comunicación están monopolizados en muy pocas manos, sobre todo la comunicación de mayor resonancia popular que sigue siendo la televisión.

EP: Entonces le ve el lado positivo a internet…


EG: Con internet me pasó una cosa muy complicada. Yo como soy prehistórico, en realidad pertenezco a una etapa de la humanidad ya superada, el pre paleolítico y el neolítico, entonces tengo una desconfianza natural a las máquinas. Siempre sospeché de estas máquinas nuevas que aparecían. Las tomaba con pinzas, con mucha desconfianza porque tenía la sospecha de que bebían de noche. Cuando nadie las veía, ellas bebían, se dedicaban al trago fuerte y por eso hacían cosas inexplicables durante el día. Todavía tengo esa sospecha pero ya la he superado bastante. Ahora mi opinión cambió. Incluso hasta escribo a máquina, aunque escribo a mano, soy manual: manuscrito soy, pero después utilizo la computadora. Lo mismo me pasó con internet. Lo veía con mucha desconfianza, pero reconozco que tiene muchas virtudes, aunque mi experiencia personal no es la mejor. Porque en mi larga vida de escritor, los tres artículos que más repercusión tuvieron y por los que me paran en la calle para felicitarme y circulan con mi firma en internet, no son míos. Uno se refiere a “Las cosas viejas”, otro que se llama “Por qué no tengo un DVD”, lo cual es falso porque sí tengo y otro que es “Mi nieta Sofía” y yo no tengo ninguna nieta Sofía. Entonces están estos tres trabajos de enorme éxito y que me felicitan por eso que yo no escribí. Y habiendo escrito tanto, empiezo a deshojar la margarita… me mato, no me mato, me mato, no me mato…

EP: Y consecuentemente con esa pregunta viene ligado el rol los medios de comunicación y qué opinión le merece la Ley de Servicios Audiovisuales de la Argentina que tanto ha dividido las aguas.


EG: Yo hago lo poquito que puedo y no lo muchito que quiero. Lamentablemente no he podido leer del todo la ley, me encantaría poder hacerlo. De todos modos te digo, me parece sano todo lo que contribuya a lidiar un poco el peso de los monopolios a escala universal, monopolios que todavía controlan la comunicación en gran medida. El margen de aparición de las voces independientes se multiplicó gracias a la tecnología en estos últimos años. Pero, de todos modos, los grandes medios siguen  siendo pocos y cada vez en menos manos. No conozco la ley argentina como para poder opinar sobre ella, pero sí en líneas generales te diría eso y también te diría que es bueno todo lo que se pueda hacer para estimular el desarrollo de los medios alternativos de comunicación que vienen desde la realidad. O sea que no opinan sobre ella, sino que viene de ella. Por ejemplo las radios comunitarias, las emisoras comunitarias o los mil y un periódicos que hay por ahí, que yo creo que son la prueba de la vitalidad social que el mundo conserva. La capacidad que el mundo todavía tiene de sentir ganas de sentir y de hacer.

EP: En relación al tema del Genocidio Armenio, ¿cómo analiza esta lucha?


EG: La lucha del pueblo armenio por el rescate de su propia memoria y por el reconocimiento internacional de lo que allí ocurrió, es una lucha que no es solamente armenia, es una lucha internacional. Es una lucha por el rescate de la memoria. Los pueblos que han sufrido matanzas, como es el caso de los países latinoamericanos que han pasado períodos de represión feroz parecen no tener derecho a la memoria. Es un mundo que llegó al nivel más abominable del derecho a la propiedad y, la memoria también tiene propietario, entonces hay países con derecho a la memoria y países que no. Esto es una prueba de que este mundo no es de veras democrático. En el último libro que publiqué, “Espejos”, que es un libro de esos raros que yo hago, cuento una historia real. Cuando Hitler estaba por invadir Polonia, mientras se reúne con su estado mayor, para estudiar los pro y los contra, porque ya había decidido invadir y tenía lista la coartada. Además había inventado que Polonia quería invadir Alemania que es siempre la misma historia… ningún país tiene la honestidad de decirlo “yo mato para robar” sino que dicen “yo mato para defenderme”, las guerras son todas defensivas y ésta también. Hitler eso ya lo tenía preparado, pero quería conversar con sus más próximos sobre cómo veían ellos la invasión de Polonia y ahí surgieron algunas observaciones “cómo caerá esto en el mundo, cómo lo entenderá la opinión pública internacional, no habrá mucho alboroto, si no se armará mucho lío” y Hitler cortó la discusión con una sola pregunta: “¿y quién se acuerda hoy de los armenios?” Ahí se callaron todos e invadieron Polonia con la impunidad con la que había ocurrido, algunos años antes, la matanza de los armenios.


EP: Entonces esto lo convierte en un asunto de todos…


EG: Yo creo que el derecho a la memoria es un derecho universal, un derecho humano, todos tenemos el derecho a recordar y, por lo tanto, tenemos derecho a la justicia. O sea que esa memoria también implique derecho a la justicia. Yo soy un convencido de la causa. Pero también fui derrotado dos veces. Fui dos veces miembro de la comisión que organizó aquí los plebiscitos contra la ley de impunidad, contra una ley infame que se votó en el Uruguay que otorgó impunidad al Terrorismo de Estado. Entonces, a fines de los años 80, hicimos el primer plebiscito contra esa ley y lo perdimos por poquito, pero lo perdimos. Y ahora en el 2009, junto con las elecciones hicimos una campaña y se hizo el plebiscito contra la impunidad de nuevo, pero perdimos una vez más, por muy poquito, pero perdimos. O sea que hemos sido derrotados dos veces. Da la impresión que la mayoría de la gente de países como este, como el Uruguay, no es que esté a favor de los militares ni mucho menos, pero que no le dan demasiada importancia o que piensan que no hay que revolver esas cosas. La idea de que, como decía un político uruguayo, “no hay que tener ojos en la nuca, los ojos están al frente”, pero ocurre que si uno tiene ojos en la frente y no tiene ojos en la nuca corre el peligro de no recordar en los pozos en los que cayó, las piedras con las que tropezó y eso conduce a la repetición de la historia. La mayoría de la población en Uruguay creo que no tiene la conciencia suficiente como para ir y votar. Lo que pasó fue que no conseguimos los votos necesarios, los demás no se pronunciaron, no es que votaron en contra. Esto quiere decir que la gente no se lo tomó o no estaba bien informada y porque además, nuestra fuerza de izquierda, el Frente Amplio, a la cual yo pertenezco tampoco se movió mucho por esto. Entonces el tema de la memoria es un tema muy delicado, muy complicado en todo el mundo, no sólo para Armenia y esto no te lo digo como consuelo. Es muy difícil pelear por la recuperación del derecho de recordar, que es un derecho inalienable, un derecho fundamental del ser humano, tanto en el plano personal como en el plano colectivo. El derecho de recordar nos permite confirmar que no hemos nacido de la oreja de una cabra, o sea que hay una continuidad en el proceso humano, en esta navegación terrestre de la que formamos parte.

EP: Pasando a otro tema… al capitalismo y su crisis actual… qué opina al respecto, se acerca el final demostrando que no es un sistema eficiente, son fisuras o simplemente se trata de una crisis más de la que saldrá fortalecido el mismo sistema?


EG: Soy un pésimo profeta, hasta en el fútbol que es el tema que más me interesa. Cada vez que auguro una victoria, viene una derrota como ahora, yo soy de Nacional y ayer perdimos con Peñarol.

La muerte del capitalismo ha sido anunciada tantas veces que yo no me la creo. Parece tener más de siete vidas, a diferencia de los gatos, o por lo menos hasta ahora ha demostrado una gran capacidad de supervivencia. El capitalismo tiene una estructura montada que funciona, con mucha eficiencia, para descargar su crisis sobre las espaldas de sus víctimas. Es decir, son los pobres los que pagan la crisis de los ricos. Y también son los pobres los que ponen los muertos en las guerras y los que proporcionan al sistema una mano de obra barata que los salva también de cada una de sus caídas y de los períodos críticos.

Estos mecanismos funcionan a escala universal, estos mecanismos de comercio, de créditos que manejan también las relaciones laborales y hasta ahora les ha permitido mantenerse a flote y además sobrevivir recompensando a los culpables de cada una de las crisis. Esta última, que todavía está pegando coletazos a todo el mundo, nació en Wall Street, nació por obra y gracia de los especuladores de Wall Street, pero cualquiera que lea los diarios puede creer que la crisis nació en Grecia. Entonces estos señores, los responsables de la crisis, los especuladores timbearon al mundo, el mundo ahora es una ruleta. El capitalismo cada vez más financiero y menos económico, se habla cada vez más de las finanzas y menos de la economía y entonces qué pasó, estos señores se retiraron de la crisis cobrando unas indemnizaciones fabulosas, como si fueran sus víctimas y no sus verdugos. El último es el caso del presidente del directorio de la Goldman Sachs, que es una empresa dedicada a la delincuencia y es la que asesoró a los gobiernos griegos anteriores a éste para que mintieran en sus datos sin que se notara. Este hombre se ha retirado con unos diez millones de dólares de recompensa, lo que no está mal para uno de los autores de los crímenes. O sea que hasta en esto el capitalismo demuestra una gran eficiencia. Es ineficiente desde el punto de vista del flaco favor que nos hace a todos distribuyendo tan mal los panes y los pesos. Pero sí es eficiente a la hora de recompensar su abnegación.

EP: Siguiendo en este mismo contexto y teniendo en cuenta que primero el imperio atacó con armas, después con las dictaduras y más tarde con las medidas neoliberales… creo que ahora hay un cambio con esta actitud de unidad latinoamericana, cómo cree que influye esto sobre el imperio?


EG: Sí. Yo creo que Latinoamérica se tiene que unir por una cuestión de sentido común, pero cuesta mucho. Todavía estamos lejos de la unidad deseada. Quizás porque todos los discursos la invocan y cuando más invocan, menos hacen. Hay un desencuentro, que es una tradición latinoamericana entrañable entre los discursos y los hechos: cuanto más se habla de unidad, menos se la practica. La verdad que no es un proceso fácil, es un proceso muy complicado y que va a llevar mucho tiempo. Porque hemos sido organizados para el desvínculo, para el odio mutuo, para la ignorancia mutua, para pelearnos entre nosotros en vez de actuar juntos. Si no te unís, estás frito porque este es un mundo de grandes espacios divididos donde por  separado no tenemos lugar. Pero cuesta.

EP: Pero ha habido un cambio de actitud…


EG: Sí, eso sí. Por lo menos hay una disposición nueva de que tenemos que encontrarnos, pero es muy complicado no va a ser fácil. Incluso ahora en Europa se está viendo que la moneda común, que es la misma idea que estaba presente en América Latina, demuestra que no es la primera etapa sino que es de las últimas y no hay que apurarse con ese tema por los desniveles que existen. Nosotros somos una unidad posible de muchas diversidades, lo que es bueno en principio, es bueno que el mundo sea diverso, es bueno que no estemos condenados a morirnos de aburrimiento, pero tampoco queremos morirnos de hambre, pero tiene el inconveniente de que es un tema de contradicción en América Latina. Es una región llena de contradicciones internas, pero no hay que tenerle miedo a las contradicciones, son la prueba de que es un territorio vivo, es un reino vivo el mundo, pero hay que tener paciencia y saber que todo esto cuesta.

EP: Hablando de Latinoamérica… ¿Qué sintió cuando el presidente Hugo Chávez le regaló Las Venas Abiertas a Obama cuando asumió?


EG: Yo no me había enterado y salí a pasear con mi perro Morgan, que pobre murió no hace mucho, mi gran amigo Morgan… y salimos los dos a pasear y escuchamos los gritos de los vecinos… “Eduardo, Eduardo” y Morgan paró las orejas, pensó “ahora nos asaltan”. Tanto cariño de golpe, ¿qué era eso?
Y entonces los elogios que me empezaron a llover me deprimieron muchísimo porque eran todos elogios mercantiles. Me decían “estás vendiendo muchísimo, poné la tele, poné la radio, estás llegando a número dos, estás vendiendo como nunca, qué bárbaro, qué bien” y ahí pensé “ahora viene el mangazo, ahora Morgan preparate” pero por suerte no, hasta ahí no llegaron, pero sí insistieron en felicitarme en lo que no me importa que es vender. A mí no me importa vender mucho, yo no fabrico mercadería, escribo libros, entonces lo que me importa es llegar a los demás. En ese sentido, ese gesto generoso de Chavez significó que mis libros se muevan, no sólo Las Venas, sino otros también, pero fue un gesto simbólico, claramente. El libro se convirtió, con el paso de unos cuantos años, no creas que fue fácil, en un símbolo de la otra historia, de la otra realidad, de la otra voz, de la otra manera de ver las cosas. Y en ese sentido fue que Chávez lo regaló. Yo preferiría que le hubiese regalado la edición en inglés, pero se lo regaló en español que es una lengua que Obama no maneja. Pero el gesto fue lindo, muy simbólico.

EP: Además, si el contenido que tiene el libro llegó a gente que no lo conocía es un mensaje muy valioso


EG: En realidad yo hubiese preferido que ahora el libro esté en un museo de arqueología. Pero lamentablemente, la realidad no cambió en lo fundamental. Seguimos viviendo en un mercado mundial y de las necesidades ajenas, por eso el libro no perdió actualidad. Lo que yo hubiese querido es que la perdiera rápidamente, pero no ocurrió. Entonces, de algún modo, el éxito del libro genera el fracaso nuestro.  Igual, el libro cubre una función que va más allá del momento en el que fue escrito, de la realidad actual. Lo que intenta explicar es cómo el subdesarrollo es un resultado del desarrollo ajeno, cómo en el mundo no hay ninguna riqueza que sea inocente. Es decir, sobre eso, no pierde actualidad.