A propósito de El lector
Dom, 07/06/2009
Una laureada película que induce a reflexionar sobre cómo procesar los horrores y crímenes de una guerra.
Por Pepi Patrón
Hace mucho tiempo que, por diversas razones teóricas y prácticas, me interesa la reflexión filosófica sobre el mal y su relación con la política. Confieso que este interés surgió a raíz de la lectura de Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, de Hannah Arendt. En este libro si bien se describe al nazi Eichmann como un ser “banal”, en una propuesta que causó inmensa polémica en su tiempo, la filósofa está de acuerdo con su condena a muerte. Sin hacer paralelos forzados, esta descripción se convirtió en una fuente importante para pensar nuestro propio drama en el Perú durante los años de violencia.
Retomo el tema a raíz de una magnífica película que acabo de ver. Se trata de El lector, dirigida por Stephen Daldry. Esta nos confronta con el tema del mal en relación con regímenes como el nazi, una de cuyas características destacadas es haber logrado que muchas personas se comportaran de manera perversa sin que, aparentemente, ellas mismas fueran la encarnación del mal o de lo demoníaco.
No pretendo hacer una crítica de la película al modo en que lo hacen los especialistas. Simplemente quisiera, a propósito de ella, compartir algunas reflexiones que se vinculan con el interés mencionado. Se trata inicialmente de una historia de amor, un romance entre un joven estudiante y una trabajadora de transporte público, bastante mayor que él, con una vida solitaria y algo misteriosa. Es evidente que ella esconde algún o algunos secretos. En un punto de la historia ella desaparece de la vida del él y la reencuentra muchos años después, ya joven estudiante de derecho en Heidelberg, cuando asiste al juicio en que ella es juzgada con otras colaboradoras del régimen nazi. Pero más allá de los crímenes de que se la acusa, ella guarda un secreto que su joven amante demora en descubrir.
No les voy a contar el secreto porque lo descubrirán cuando vean la película, pero lo que me interesa destacar es lo que ocurre durante el juicio. Pese a estar acusada de actos moralmente repugnantes y condenables, horrendos en realidad, la protagonista rehúsa a defenderse a sí misma. Cuando en un momento le preguntan por qué había actuado de esa criminal manera, ella responde “ese era mi trabajo” y le pregunta al juez “qué hubiera hecho usted?”. Era una guardiana, era su trabajo y ella simplemente cumplía con él.
Dos consideraciones importantes. La acusada de alguna manera encarna esta figura del mal banal, no porque fueran banales las consecuencias de sus actos, matar a un ser humano nunca lo es, sino porque parece expresar una cierta incapacidad de juzgar, de pensar por ella misma, de criticar; en suma, por lo menos, de intentar ponerse en el lugar de los otros. Ella cumplía con su deber, el deber impuesto por un régimen desquiciado que hacía de miles, millones de personas, “algo” de lo que se podía, se debía, prescindir.
Pero, por otra parte, como lo dice el profesor de derecho en una discusión en la película, ésta confronta al espectador con la dificultad moral de intentar comprender. En el filme se trata de entender a un personaje que ha hecho cosas radicalmente condenables, pero cuya historia nos la muestra en una condición humana que invita a eso, a la comprensión. Ello no la exime de responsabilidad o de castigo, menos de culpa, pues comprender no es justificar, menos perdonar. Al respecto nos dice Arendt “entender el totalitarismo no significa perdonar nada, sino reconciliarnos con un mundo en que cosas como estas son posibles”, aún cuando a veces signifique la “pérdida del sentido común”, como en los regímenes totalitarios.
En una escena, uno de los estudiantes pregunta por qué la sociedad dejó que todo esto sucediera. Creo que la película nos confronta con esta importancia de comprender, que lejos de significar perdón o justificación, invita al juicio ético y político, a la crítica, como es el caso, en mi opinión, del Informe Final de la CVR en el Perú. Intentar comprender no es, pues, perdonar, pero sí puede ayudar a la reconciliación. Les recomiendo ver esta buena película.
La República, 07 de junio de 2009
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