miércoles, 26 de agosto de 2009

LA UTOPÍA ARCAICA..de Mario Vargas Llosa / Analizado

LA UTOPÍA ARCAICA
JOSÉ MARÍA ARGUEDAS
Y LAS FICCIONES
DEL INDIGENISMO

(1996)

En este ensayo, Mario Vargas Llosa estudia el movimiento indigenista a través de la vida y la obra de uno de sus más originales creadores, el novelista y antropólogo peruano José María Arguedas (1911-1969). Su polémica tesis, según la cual a la vez que una corriente literaria y artística y de reivindicación campesina, el indigenismo fue una ficción ideológica, de corte pasadista y reaccionario -es decir, colectivista, mágico, irracionalista, antimoderno y antiliberal-, se apoya en un minucioso análisis de la obra narrativa, folclórica y etnológica de Arguedas, así como de su desgarrada vida, a caballo entre la cultura mágico-religiosa de los quechuas de los Andes y la del Perú moderno y occidentalizado, que, luego de tenerlo preso por razones políticas en su juventud, lo consagraría más tarde como uno de sus más prestigiosos intelectuales. Vargas Llosa traza, sobre el fondo histórico de su tiempo, un animado cuadro de esa vida y ese quehacer en los que repercutieron intensamente todas las aventuras y desventuras político-sociales del Perú y América, y ve en el suicidio de Arguedas, en 1969, una clave de su dramática existencia y algo así como el canto de cisne del exhausto indigenismo.
La utopía arcaica examina, también, críticamente, las contradictorias visiones del indio que se han sucedido en la política, la historia, la sociología, la antropología y la literatura, y coteja los mitos y estereotipos surgidos en torno de aquél con la problemática real de los descendientes de los incas en el Perú contemporáneo y los avatares de su lucha por la supervivencia. A su juicio, el indio de carne y hueso de nuestros días se ha emancipado del ghetto en que tradicionalmente lo mantuvieron la explotación, la discriminación y los prejuicios -sociales o ideológicos-. y optado por la modernidad. (FCE)
EDICIONES:
Fondo de Cultura Económica, 1996
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SOBRE EL LIBRO:
Vargas Llosa: "el indigenismo, una mera ficción"

ANA ANABITARTE
Mario Vargas Llosa escribió La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo (Fondo de Cultura Económica) hace muchos meses, pero como dice el académico español Gregorio Salvador, el libro ha tardado más en cruzar el charco que los conquistadores del siglo XV. Por fin ayer, se presentó en la Residencia de Estudiantes de Madrid, pero antes, su autor tuvo tiempo para hablar a EL UNIVERSAL, sobre su ensayo al que define como "un examen de lo que fue el movimiento indigenista como movimiento literario, político e ideológico a partir de uno de los mejores escritores indigenistas: el peruano, José María Arguedas (1911-1969)".
En él, Vargas Llosa -que ha intentado "defender al indio de visiones caricaturescas y folklóricas que lo perjudican"-, plantea el indigenismo "no como una verdad histórica como hacía Arguedas, sino como lo que es, una mera ficción".

- Usted ha dicho en varias ocasiones que entre sus escritores favoritos no figuran peruanos. ¿Por qué decidió entonces escribir un libro sobre la figura de José María Arguedas?
- Porque le admiro mucho. Es uno de los escritores peruanos que más me ha interesado desde que yo era estudiante universitario. Algunas de sus novelas como Yawar fiesta y Los ríos profundos son de las mejores que se escribieron dentro de la corriente indigenista. Tienen un alto nivel de creatividad y una conciencia formal y lingüística que merecen figurar dentro de las obras importantes de la literatura latinoamericana contemporánea. Por otro lado, Arguedas es un caso muy interesante de escritor a caballo entre dos culturas, dos tradiciones que están muy presentes en su obra -a veces integradas y a veces en una confrontación dramática-, y este era un caso muy útil para estudiar el movimiento indigenista, sus logros, sus desaciertos, sus mitos y prejuicios.

- ¿Fue el hecho de que su vida estuviera a caballo entre la cultura de los quechuas y la del Perú moderno y occidentalizado, lo que más le interesó de su figura?
- Sin duda alguna. Tuvo una experiencia directa e íntima con estas dos grandes culturas. De niño vivió como un indio entre los indios -pese a ser de clase media- y las injusticias y los malos tratos eran su vida. Luego en la adolescencia su familia se lo llevó a la costa e hizo de él un peruano occidentalizado. Esta fractura está presente en toda su obra y coexistía en permanente confrontación en su propia persona. Su empeño fue volcar en un español que no le desnaturalizara, la experiencia del mundo que había vivido. Un mundo mágico y científico lleno de crueldad, injusticia y violencia del pueblo campesino, pero que recordaba con nostalgia, sobre todo la música, los ritos y el cariño del pueblo indio.

- Arguedas planteaba el indigenismo como una verdad histórica.
- Su visión del pueblo indio fue falaz. Los indios se manifestaban cada vez menos como indios, y se querían comportar como blancos. El inteligentemente lo podía aceptar, pero no emocionalmente, porque era lo que había escrito toda su vida y supondría una negación. Su visión del indígena era más mística que histórica, más legendaria que real. Fue capaz de crear ficción con una fuerza persuasiva, y de hacernos creer una realidad que fue un sueño. De hacernos creer el indigenismo como una verdad histórica cuando en realidad fue una ficción. Durante la dictadura de Velasco Alvarado, en Perú se llevó a cabo una reforma agraria mediante la cual se nacionalizaron las tierras y se entregaron a los indígenas en forma de granjas colectivas. Los indígenas, aburridos de los burócratas se levantaron contra las leyes y la reforma agraria e hicieron una reforma a través de la cual privatizaron las tierras. Ellos, que supuestamente estaban a favor de la colectivización. ¿Qué diría ahora Arguedas de esto? ¿Qué diría de esos indios que crearon la economía informal para modernizarse, con una mecánica capitalista? ¿Se habría encerrado en la negación radical de esa realidad, o la hubiera aceptado? Lo evidente es que su obra literaria no podrá ser leída en Perú ahora como cuando él vivía, como testimonio de realidad viviente. Tendrá que ser leída como un mito, una fantasía, una ficción en la que la remota realidad fue transformada a partir de los fantasmas de un escritor singular.

- ¿Cómo le conoció?
- Fue en los años cincuenta. En aquella época yo era un estudiante que hacía prácticas en un periódico y me encargaron entrevistarle. Me impresionó su modestia, su calidad humana, y la autenticidad con que expresaba sus ideas, sus temores. Su silueta, enormemente atractiva me impulsó a leer su obra. En los sesenta escribí artículos y ensayos sobre él y comenzamos a mantener una amistad aunque en la distancia, porque él vivía en Perú y yo en Europa, hasta que se suicidó el 28 de noviembre de 1969.

- ¿Qué destacaría de su obra?
- Criticó la literatura indigenista de su época, la veía desnaturalizada, disfrazada, y en sus mejores obras logró crear una escritura, una sintaxis y una música que parecía reconstruir al lector hispanohablante, un mundo distante. Su obra no es homogénea, ni de calidad pareja, pero los desniveles tienen que ver con la problemática, social y política. Perteneció a la última generación de América Latina comprometida, aquella literatura que no disociaba la responsabilidad artística del compromiso político, de una responsabilidad social. La literatura tiene la obligación moral de denunciar las injusticias y dar voz a quien no tenía tribuna, como el indio de luchar por una revolución que reformara las estructuras de esa sociedad. Para muchos autores esto no era sencillo porque no pasaban por las preocupaciones políticas.

El no militó en ningún partido político, pero no pudo apartarse de toda esa idea. Si ignoraba el compromiso político eludía su obligación intelectual. Además, el momento que vivió y la presión al saber quechua, al haber vivido la tragedia de los indios, le obligaban a escribir la gran novela social del Perú. Esta exigencia era concepción de la literatura tanto liberal como conservadora. Arguedas fue sensible a esto porque tenía una cierta inocencia, y por ello acabó siendo un escritor comprometido y a veces militante. Pero las consecuencias de esto a veces fueron trágicas. Creo que se debía haber frenado y haber mostrado su poco interés en ideologías. Pero no lo hizo.
Por otro lado el caso de Arguedas es un magnífico ejemplo, como lo es el de Juan Rulfo o el de Roa Bastos, en utilizar como materia prima para sus obras de ficción a los latinoamericanos de otras lenguas, y gracias a su talento de escritores fueron capaces de volcar en la lengua española una experiencia que fue vivida en idiomas distintos. Fue un aporte notable, y contribuye a la renovación de la lengua desde distintas vertientes.

- Hablando de la lengua española. ¿Cree usted que goza de buena salud?
- Sí. Es una lengua en expansión, existe una unidad que no está amenazada en lo inmediato y es una de las lenguas más importantes en el contexto mundial. El hecho de que se hable español en tantos países permite una gran variedad de matices, el idioma se va enriqueciendo a través de experiencias múltiples que concurren a diversificar y renovar constantemente el acervo del español.

- ¿Cree que hay una lengua española y una lengua de España?
-No. La lengua española es una sola pero que tiene múltiples afluentes que vienen de 22 países donde se habla el español. Hay un solo español con muchas variantes y matices.

- ¿Cuál debe ser la postura de un escritor frente a su lengua y frente a la ortografía?
-El escritor debe tener una inmensa libertad frente a la lengua y conciliarla con el respeto de un cierto principio que es el que permite la comunicación. Si el respeto a la comunicación desaparece, la lengua entra en peligro, pero ningún gran escritor la ha puesto en peligro. Al contrario, los escritores actualizan la lengua.

- Usted acaba de publicar además de este libro sobre Arguedas, su novela Los cuadernos de don Rigoberto, ¿cuál será su próxima novela?
- Una sobre los últimos meses de la dictadura de Rafael Trujillo en la República Dominicana. Uno de los dictadores patriarcas más famosos de América Latina que fue asesinado tras una conspiración militar en 1961. Conozco Santo Domingo porque viví allí en la década de los setenta y dentro de unos días regreso de nuevo.

¡Siempre! Noviembre 25 de 1999
José María Arguedas: Escritura y muerte
Por Mary Carmen Ambriz

Hace treinta años, el escritor peruano José María Arguedas (Andahuaylas, 1911), después de varios intentos, decidió ponerle fin a su existencia. Arguedas fue antropólogo, poeta y educador: todas esas facetas de su vida están presentes en su literatura. Tanto en sus relatos como en las novelas se presenta el mundo americano con todas sus complejidades y contradicciones.

Una preocupación central para Arguedas consistió en dar vida a través del lenguaje a una auténtica visión de la cultura quechua. Mario Vargas Llosa en La utopía arcáica afirma: “Arguedas es un escritor privilegiado porque en un país escindido en dos mundos, dos lenguas, dos culturas, dos tradiciones históricas, a él le fue dado conocer ambas realidades íntimamente, en sus miserias y grandezas y, por lo tanto, tuvo una perspectiva mucho más amplia que la mía y que la mayor parte de escritores peruanos sobre nuestro país”.

Tras el reconocimiento de obras como Agua, Yawar fiesta, Los ríos profundos, El sexto, Todas las sangres, Arguedas sentía que había llegado a una región limítrofe, en donde el acto de escribir lo enfrentaba cada vez más con la idea de la muerte. Su escritura se había ido convirtiendo en un signo de vitalidad; sin embargo, cuando se sentía desfallecer, solía resguardarse bajo la idea de ponerle punto final a todo lo que lo rodeaba.
De esta manera se gestó en su última novela un extraño y confuso entramado de vida y obra, en su diario personal empezó a intercalar capítulos de una novela, ejercicio que derivó en una serie de reflexiones sobre el oficio de escribir: “Parece que se me han acabado los temas que alimenta la infancia, cuando es tremenda y se extiende encarnizadamente hasta la vejez. Una infancia con milenios encima, milenios de historia de gente entremezclada hasta la acidez y la dinamita”. (13 de febrero de 1969).

Así se fue configurando una ecuación letal que relacionaba escritura y muerte, ambos temas obsesivos de sus diarios -confesionarios-: “Creo que de puro enfermo del ánimo estoy hablando con audacia. Y no porque suponga que estas hojas se publicarán sólo después que me haya ahorcado o me haya destapado el cráneo de un tiro, cosas que, sinceramente creo aún que tendré que hacer. (...) Y si me curo y algún amigo a quien respeto me dice que la publicación de estas hojas servirá de algo, las publico. Porque yo si no escribo y publico, me pego un tiro” (13 de mayo de 1968).

El escritor logró concluir su novela justamente con su último diario fechado el 20 de agosto y el 22 de octubre de 1969. Ya había tomado una determinación y el epílogo del libro lo constituyen las cartas de despedida a sus amigos, el editor de su obra, el rector y sus alumnos estudiantes de la Universidad Nacional Agraria La Molina, de Lima: “He luchado contra la muerte o creo haber luchado contra la muerte, muy de frente, escribiendo este entrecortado y quejoso relato. Yo tenía pocos y débiles aliados, inseguros; los de ella han vencido. Son fuertes y estaban bien resguardados por mi propia carne. Este desigual relato es imagen de la desigual pelea”. (20 de agosto de 1969).

Para Arguedas vivir era un acto sagrado; las líneas de la vida deberían establecer puentes que lo mantuvieran en contacto con ese mundo primigenio y actual de sus protectores indios: “Don Felipe me acariciaba como a un becerro sin madre. Y cuando este hombre me acariciaba la cabeza, no sólo se calmaban mis intranquilidades sino que me sentía con ánimo para cualquier clase de enemigos, ya fueran demonios o condenados”. (13 de mayo de 1968).

El narrador peruano, señalado por la muerte, conjugó en un solo texto las líneas de la ficción y la reflexión, de tal manera que resulta difícil distinguir las fronteras entre una y otra. Su literatura se había ido nutriendo de su historia personal, del mundo de la infancia, de sus vivencias de la época escolar y juvenil; pero más allá de las experiencias, la esencia de sus imágenes provenía de lo andino. Su escritura era así una sagrada comunión con el cosmos.
José María Arguedas murió el 28 de noviembre de 1969. El cortejo fúnebre fue acompañado por músicos que tocaban arpa, quena y charango, y dos danzantes de tijeras que bailaban junto a su ataúd, como en una escena tomada de su relato “La agonía de Rasu Niti”, en donde la muerte es vencida por la fuerza mágica de la música y la danza: “Tardará aún la chiririnka que viene un poco antes de la muerte. Cuando llegue aquí no vamos a oírla aunque zumbe con toda su fuerza, porque voy a estar bailando”.

EL COMERCIO (Perú) 17 de Mayo de 1997
De Arguedas y la utopía arcaica
Por Umberto Toso


Para todos nosotros, el indigenismo es un ideal del mestizaje. (Mi primera intención fue escribir "no es más que una revelación y rescate del mestizo", pero luego noté que mi dictamen sobrelleva una carga neoindigenista.)
Hasta donde puedo dar fe, el indigenismo, bajo el signo de Arguedas, ha sido analizado escrupulosamente por Eve- Marie Fell (Paris, Jose María Arguedas et le Probléme du métissage, L'Université de Tours, 1979) y por Mario Vargas Llosa (México, La Utopía Arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo, Fondo Cultura Económica, 1997); en este ensayo me limitaré al autor de los Cuadernos de don Rigoberto.

Vargas Llosa afirma que "Arguedas al mostrar al indio en sus diferentes situaciones, al descubrir el verdadero sentido de su actitud frente al blanco, al revelar el mundo de sueños y ambiciones esconde el alma del indio, nos da todos los elementos de juicio necesarios para comprenderlo y llegar hasta él. Esa visión totalizadora de un mundo es el verdadero realismo literario". Pienso que la razón está con aquél, pero me gustaría saber cómo pudo gozar de tanto realismo una forma que nos parece mera ficción.

Las palabras de Vargas Llosa son cristalinas . Bástame transcribirlas: "Con estos libros el indio regresa de verdad en la literatura peruana. Y también la belleza y la violencia sombría de los Andes, sus contradicciones cruciales , su poesía tierna y sus mitos". En el ensayo Literatura y suicidio: el caso Arguedas (Pittsburgh, Revista Inberoamericana Nro. 46, 1980), el tono es más analítico: "La extinción de ese pasado quechua- que en el seguía ardiendo- era algo a los que Arguedas nunca se resignó, y su obra es un esfuerzo, no del todo consciente y a menudo contradicho por gestos y declaraciones públicas, para resucitar y actualizar ese arcaísmo en una utopía literaria. Presentir que ella era utópica - incapaz de realizarse - es una de las angustias que hostigó a Arguedas a lo largo de su vida y un factor que debe ser tomado en cuenta para entender la crisis que desembocó en su suicidio".

Vargas Llosa, quien afirma tener una relación verdaderamente pasional con Arguedas, como la tiene con Flaubert y Faulkner o como la tuvo con Sartre, no admite diferencia entre la creación novelesca arguediana y la plena utopía o lucha por un sueño irrealizable. Esta en aquella y aquella en ésta. El indigenismo de Arguedas le parece imposible porque aspira a compendiar en una disposición dos fondos: el literal (En las punas, sin ropa, sin sombrero, sin abrigo, casi ciegos, los hombres están llorando), y el figurativo ( me lanzaron en esa morada donde la ternura es más intensa que el odio, por eso mismo el odio no es perturbador sino fuego que impulsa). Piensa que esa manera de escribir, creada por Arguedas con toda su personalidad y todas sus contradicciones, comporta su razón y sin razón.

Tratemos de entender, sin embargo, que para Arguedas los fundamental no era la humanidad, sino los hombres, no las personas sino el indio, no el aborigen sino el ser. De tales conceptos ha procedido, a mi parecer, el pulcro pero al mismo tiempo muy polémico estudio de Vargas Llosa sobre la obra de Jose María Arguedas.
Casa quien cree o descree de su arte o el de otros. Yo, que me he empeñado a poner en duda el antidestino del indigenismo, creo (esta madrugada de uno de los primeros días de mayo) que la utopía que propone Vargas Llosa ha de sostener la vigencia del mundo arguedino para siempre.
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"La utopía arcaica"de Mario Vargas Llosa (Reseña)
Jan-David Gelles

Charla dictada en la "Casa Latina",Estocolmo, el 19 de agosto de 1997

I. Arguedas y su mundo
El escritor peruano Mario Vargas Llosa ha publicado recientemente un libro titulado "La utopía arcaica". Se trata de un ensayo sobre la vida y la obra de José María Arguedas, otro muy conocido escritor peruano. Voy a comenzar presentándoles una introducción a la vida y la obra de Arguedas basándome en el libro de Vargas Llosa, para luego pasar a exponer la tesis central del libro: la tesis de la "utopía arcaica" en Arguedas.
Vargas Llosa comienza su libro narrando el final trágico de la vida del novelista peruano: Arguedas se disparó un balazo en la sien en un baño de la Universidad Agraria de Lima el 28 de noviembre de 1969. Además de muy destacado novelista, Arguedas ejercía la antropología. Al morir bordeaba los 59 años de edad.

Vargas Llosa recoge un testimonio dado por el propio Arguedas, publicado originalmente por el Instituto de Estudios Peruanos (IEP), que es esclarecedor acerca de su personalidad. Unos años antes, en 1965, se realizó una mesa redonda sobre su novela "Todas las sangres" en el IEP en Lima con la participación de destacados intelectuales —entre ellos críticos literarios, sociólogos, economistas, etc.— y del propio Arguedas. "Todas las sangres", el título de la obra, se refiere a todas las razas, todas las culturas y todas las clases sociales del Perú. La novela tuvo mucho impacto y era considerada por el propio Arguedas como su obra cumbre.

Ahora bien, en la mesa redonda se hicieron críticas muy fuertes a "Todas las sangres", tanto desde el punto de vista literario como desde el punto de vista sociológico. Y esa misma noche, después de la discusión —esto consta en un manuscrito descubierto posteriormente— Arguedas escribía (cito directamente de la publicación titulada "¿He vivido en vano?" del IEP):
"Creo que hoy mi vida ha dejado de tener razón de ser...Casi demostrado por dos sabios sociólogos y un economista, [también hoy] que mi libro "Todas las sangres" es negativo para el país, no tengo nada que hacer ya en este mundo".

Vargas Llosa, que conoció y trató personalmente a Arguedas, afirma que la desesperación que el novelista expresa no es fingida. Vargas Llosa describe a Arguedas como una persona de carácter "hipersensible" y lo compara de manera parabólica con una muela que se ha hipersensibilizado y a la que todo le produce dolor.
En "Todas las sangres", la novela de Arguedas a la que me acabo de referir y, en general, en toda su obra literaria, la naturaleza tiene una importancia muy singular. En la realidad ficticia que él crea en su narrativa, la naturaleza es una naturaleza "animada" o "humanizada" como la ha llamado Vargas Llosa en su libro. En "Todas las sangres", por ejemplo, los cerros tutelares —el Pukasira y el Apukintu— tienen almas, nombres, y se manifiestan a los hombres de distintas maneras. También los árboles —nos dice Vargas Llosa— son personajes siempre importantes en los cuentos y novelas de Arguedas. Como ejemplo de esto último, hay un pasaje que he encontrado en "Los ríos profundos" (otra de las novelas célebres de Arguedas) sobre un árbol en la casa del tío del joven Ernesto en el Cusco:
"Un árbol de cedrón perfumaba el patio, a pesar de que era bajo y de ramas escuálidas. El pequeño árbol mostraba trozos blancos en el tallo; los niños debían de martirizarlo".

Y al abandonar la casa de su tío, el joven Ernesto se encuentra en frente del camión que lo va a transportar de allí y toda está listo para partir. Pero se acuerda del pequeño árbol, corre hasta el patio y se despide de él.
Habría que agregar acá que el personaje del joven Ernesto de "Los ríos profundos" tiene rasgos autobiográficos con el autor. Ernesto también muestra ternura con los animales. El personaje se lamenta que la gente aplaste y mate a unos grillos alados, insectos que, dice, tienen una voz "dulcísima", son "inofensivos" y de figura "graciosa". Y para que no corran peligro los aparta de las aceras.

Esa "operación de rescate" de grillos alados me hace recordar un suceso que narra Witold Gombrowicz, escritor polaco que residió muchos años en Argentina. En uno de sus diarios cuenta el dilema que se le presenta cuando advierte en una playa miles de escarabajos que el viento ha volteado y que están patas arriba tostándose al sol. No puede, naturalmente, salvar a todos y se siente inútil y angustiado.
Los escarabajos de Gombrowicz, a su vez, me hacen recordar una anécdota amena del libro de Vargas Llosa: en la vida real Arguedas maneja un auto Volkswagen (popularmente conocido como "escarabajo") y se refería a éste como a su "hijo de fierro".

Para comprender esa sensibilidad y sentido de la naturaleza en Arguedas, es muy importante hablar de su infancia. En su libro, Vargas Llosa recoge sobre este tema datos de diversas fuentes (entre ellas del propio Arguedas). Nacido en 1911 en Andahuaylas, una pequeña ciudad del departamento de Apurimac en la sierra sur del Perú, no había cumplido aún 3 años cuando sufrió la desgracia de la muerte de su madre. El padre de Arguedas, que era abogado de profesión, se casó por segunda vez y el niño pasó a vivir con su madrastra. Pero el padre de Arguedas vivía alejado de su hijo porque tenía que recorrer los pueblos de la sierra en busca de trabajo.

Arguedas vivió entonces a merced de su madrastra y de un hermanastro y fue tratado de manera hostil. La madrastra lo relegó a la posición de uno de los sirvientes indios de la casa. Fue acogido y criado por los indios e indias de la servidumbre y su idioma constante fue el quechua. Él, que era blanco y de familia hispanohablante, recibió amparo y protección de la servidumbre india cuando niño.

Naturalmente, Arguedas recordaba con mucho amor a esos indios e indias. Años mas tarde, como adulto y autor con dominio perfecto del castellano, los temas centrales de su obra serían las injusticias, la violencia y el racismo contra el indio. Según Vargas Llosa, en Arguedas escribir significaba primeramente una "responsabilidad social" ("literatura comprometida" es otro término que usa Vargas Llosa).
En su obra narrativa, Arguedas describe la explotación económica del indio y su lucha contra el terrateniente blanco. En sus cuentos y novelas, Arguedas también muestra los maltratos y el desprecio que sufre el indio. Por ejemplo, el ingeniero Cabrejos de "Todas las sangres" le pregunta al indio Rendón Willka sí de verdad no puede decir in-ge-nie-ro. Rendón Willka se dirige a él como "patrón inginiero", pronunciando mal el castellano. Cabrejos le recita seguidamente el "A, Bi, Ci" al indio, burlándose de él.

Sin embargo, la vida en el mundo andino recreado en las obras de Arguedas no es solamente sufrimiento y explotación, como lo señala acertadamente Vargas Llosa en su libro. La vida, al mismo tiempo que crueldad, es rito, espectáculo, canto, danza. En general, la ceremonia —al igual que la violencia— es un "componente básico" de la realidad arguediana, según expresión de Vargas Llosa.

II. La utopía arcaica en Arguedas
¿A qué se refiere el título del libro de Vargas Llosa? ¿En qué consiste la tesis de la "utopía arcaica"? Según Vargas Llosa, en la obra literaria de Arguedas habría a la vez que un anhelo de reivindicación campesina —sobre lo cual me acabo de referir— un proyecto utópico. Este proyecto utópico consistiría en querer restablecer un Perú antiguo o arcaico de tipo colectivista, tradicional, rural y mágico-religioso. La "utopía arcaica" estaría hecha de creencias como el andinismo: los Andes, por sus características geográficas y culturales, representarían una forma más profunda y auténtica de humanidad que los desiertos y valles de la Costa.

En la obra literaria de Arguedas se vería expresada una fantasía histórica según la cual el pueblo quechua creó en los Andes una civilización moralmente superior a la occidental y que sobrevive en los indios de hoy. La obra de Arguedas sería, de acuerdo a Vargas Llosa, parte de una tendencia reaccionaria dentro de la corriente indigenista en la literatura y, en algunos momentos, tendría hasta un sesgo racista (un racismo al revés).
No comparto la tesis de la "utopía arcaica" que ensaya Vargas Llosa. El análisis que hace en su libro abarca lo más importante de la obra narrativa de Arguedas y es muy minucioso; sin embargo, yo me voy a limitar a resumir brevemente el análisis que expone sobre "Yawar Fiesta".

"Yawar Fiesta" es la primera novela de Arguedas y su tema central es una corrida de toros en los Andes. Arguedas, según confesión propia, y siguiendo el relato de Vargas Llosa, se hallaba de vacaciones en el pueblo serrano de Puquio en 1935 y asistió a una corrida como la que describe en "Yawar Fiesta". Uno de los capeadores indios de la corrida fue destrozado por un toro y éste suceso habría servido de inspiración para uno de los personajes de la novela.
En la novela, siguiendo la reseña que Vargas Llosa hace de "Yawar Fiesta", la corrida de toros india genera un conflicto que enfrenta a las razas y clases sociales de Puquio. El conflicto es provocado por una decisión del gobierno central de prohibir la corrida de toros indianizada —con capeadores espontáneos, dinamita, borrachera y enjalmas— y de reemplazarla por una corrida ortodoxa.

Seguidamente cito textualmente de "La utopía arcaica" (págs. 135 y 137):
"La historia está presentada con la habilidad necesaria para que, al final, al lector no le quepa duda sobre la conclusión que el narrador quiere hacerle compartir: que quienes se empeñan en suprimir el yawarpunchay [la corrida de toros indianizada] no entienden ni respetan las costumbres, las creencias y los ritos de los indios y, en verdad, quieren despojar a éstos de algo precioso: su identidad.[...]. Y para el narrador —portavoz evidente en esto del José María Arguedas que escribió "Yawar Fiesta "— desindianizar a los indios es un crimen todavía peor que explotarlos, discriminarlos y maltratarlos".

Es importante notar en el pasaje que he leído que Vargas Llosa hace portavoz al narrador de "Yawar Fiesta" de las simpatías personales del escritor Arguedas. Es decir, según el supuesto de Vargas Llosa, habría una coincidencia entre las ideas que expresa el narrador de la novela y el anhelo personal de Arguedas de derrotar a los que se oponen a la fiesta porque la consideran una manifestación de atraso. Los personajes de "Yawar Fiesta" que quieren acabar con el espectáculo y que finalmente son derrotados son —como lo señala Vargas Llosa— los serranos alimeñados, los costeños prejuiciosos contra lo andino y los mestizos e indios aculturados, los cholos. [Nota: aculturado es aquel que recibe y asimila elementos culturales de otro grupo humano].

La derrota de éstos personajes en la novela es "la derrota de la razón", según expresión de Vargas Llosa, frente a ese mundo antiguo y apegado a la tradición de los indios. Por lo ya señalado, Vargas Llosa concluye que Arguedas opta por la versión más radical y excluyente de las distintas versiones del indigenismo: la versión racial y cultural.
Yo pienso que es probable, como argumenta Vargas Llosa, que haya una coincidencia entre las ideas que expresa el narrador de "Yawar Fiesta" y las ideas personales de Arguedas. Sin embargo, creo también que es importante guardar una distancia crítica frente al texto y hacer una separación entre el autor y su obra. Aunque yo esté de acuerdo con la afirmación de Vargas Llosa que "el creador recrea el mundo a su imagen y semejanza" (pág. 154), no siempre es legítimo identificar a un autor con ciertos personajes de su obra o con el narrador (o narradores) de ellas. Se me ocurre, por ejemplo, que Arguedas podría estar totalmente opuesto a los espectáculos de las corridas de toros, indianizadas u ortodoxas, por el amor que sentía con los animales y lo cruel de esa costumbre. ¿Son acaso los sueños eróticos de don Rigoberto, personaje de la última novela de Vargas Llosa, atribuibles a su autor como propios?

Sea como fuere, supongamos que Vargas Llosa está en lo correcto y que la victoria de los indios en la novela es "una victoria simbólica" (expresión de Vargas Llosa, pág. 145) de esa cultura mágica y ceremonial, arcaica y andina, quechua y rural. Ahora bien, todos sabemos que la corrida de toros es una tradición típicamente española. Es más, el toro es un animal que no existía en América hasta la llegada de los españoles. El toro junto con la vaca, el caballo, el perro, la gallina y el cerdo, fue importado por los españoles y no era conocido por la gente de los Andes (véase al respecto, por ejemplo, el libro "La invención de América mestiza" del venezolano Arturo Uslar Pietri).

Yo me pregunto entonces, ¿cómo se puede hablar de una "utopía arcaica" (o antigua) cuando Arguedas estaría defendiendo una tradición mestiza? Es una tradición mestiza porque la corrida de los Andes no es ya una corrida típicamente española sino que ha sido modificada con elementos indígenas. Por lo dicho, concluyo que —en todo caso— el Arguedas de "Yawar Fiesta" buscaría conservar una cultura, que no es ya la cultura antigua de los indios, sino una cultura modificada por el encuentro con los españoles.

Según Vargas Llosa, para dar otro ejemplo, Arguedas sentía tan "profundamente" el panteísmo como los personajes indios de "Todas las sangres" (pág. 275). Vargas Llosa identifica a Arguedas con la religiosidad de los personajes indios de la novela y no con la de los personajes blancos; tampoco considera la posibilidad que Arguedas no sea religioso. Esa identificación de Arguedas con los valores y creencias tradicionales lo harían supuestamente un enemigo del progreso.

Para generalizar, el análisis que presenta Vargas Llosa sobre los textos literarios de Arguedas sigue la misma lógica que los ya expuestos. El procedimiento es igual: Vargas Llosa identifica a Arguedas con ciertos personajes o el narrador (o narradores) de su obra, con aquellos que (supuestamente) exponen los valores y las costumbres tradicionales de la cultura quechua.
Por lo anteriormente referido, sobre la necesidad de hacer una distinción entre el escritor y su obra literaria, habría sido importante que Vargas Llosa en su libro citara de manera más extensa textos no literarios de Arguedas sobre su visión del Perú. Al analizar extensamente cartas, artículos periodísticos, ensayos, etc. de Arguedas se podría rechazar (o se podría corroborar) la tesis de la "utopía arcaica".

Hay un texto corto de Arguedas que se titula "No soy un aculturado", que figura como epílogo de su novela póstuma "El zorro de arriba y el zorro de abajo", donde explica cuáles fueron los ideales que intentó realizar. En mi opinión, el ideal que Arguedas expone es el de un Perú moderno —multiracial v multicultural— muy lejos de una utopía de corte reaccionario o retrógrado. He preparado copias del texto y las personas que tengan interés en leer más detalladamente las palabras de Arguedas pueden acercarse al final de la charla.
Arguedas se pregunta en el texto que voy a repartir, siendo el año 1969, lo siguiente:
"¿Hasta dónde entendí el socialismo? No lo se bien. Pero no mató en mí lo mágico".

En el planteamiento de Arguedas se hace presente una tensión entre el ideal de la modernidad, por un lado, y el ideal de la diversidad cultural, por el otro. Según mi interpretación, el progreso para Arguedas sería una síntesis o compromiso entre ambos ideales opuestos.
Para Vargas Llosa, por el contrario, modernizarse es abolir lo mágico-religioso y renunciar a las creencias y costumbres tradicionales (pág. 251). El camino a la modernidad, según las posiciones conocidas de Vargas Llosa, va a llegar a través de la libertad y el mercado. La disyuntiva que nos plantea Vargas Llosa es clara: modernidad o atraso.

Para Arguedas, la disyuntiva entre 'modernidad o atraso' que plantea Vargas Llosa sería la manifestación misma del atraso, porque niega la cultura con la cual él se identifica y quiere conservar. Para Vargas Llosa, como he repetido, ese ideal cultural conservador que hay en Arguedas es signo de atraso.
Es interesante notar, además, que la crítica de Vargas Llosa a Arguedas, de ser supuestamente antimoderno, la comparte —aunque desde posiciones ideológicas distintas— con la izquierda revolucionaria que busca crear "el hombre nuevo" de la revolución. Esa aspiración revolucionaria se opone al ideal cultural conservador de Arguedas.

El Perú, casi 30 años después de la muerte de Arguedas, ha pasado por muchísimos cambios. En lo que concierne a los aspectos culturales y de organización de la sociedad, ¿se ha ido el Perú acercando a la visión de Arguedas durante el tiempo transcurrido? La respuesta de Vargas Llosa es que el Perú de hoy, el Perú Chicha o Informal de su último capítulo, está cada día más lejos de los ideales de Arguedas. Yo estoy de acuerdo con la respuesta de Vargas Llosa y basta notar que el Perú se ha convertido en un país predominantemente urbano (más del 70% de la población del Perú de hoy vive en centros urbanos).

III. Conclusión
Sin duda, Vargas Llosa ha profundizado mucho sobre la vida y la obra de Arguedas. Vargas Llosa es un gran conocedor de las obras de escritores como Luis E. Valcárcel, Ciro Alegría, Juan Rulfo, Augusto Roa Bastos, etc. y en su libro sitúa la obra de Arguedas en el contexto de las diferentes tendencias que existen en el movimiento indigenista de la literatura peruana y latinoamericana. Vargas Llosa escoge, además, una estructura que —a mi parecer— es muy apropiada para el libro porque intercala capítulos sobre la vida de Arguedas con capítulos sobre su obra, y de ésta manera nos llega a mostrar la relación tan cercana que existe entre ambas.

En resumen, quisiera señalar que la vida de Arguedas tampoco corrobora ninguna especie de fantasía utópica. Arguedas fue maestro de castellano y también traductor de canciones y poemas quechuas; era serrano pero vivía en la costa y viajaba frecuentemente al extranjero; llegó a ser profesor universitario y obtuvo reconocimiento a nivel nacional e internacional, pero no dejó nunca de identificarse con los marginados.
Termino con una cita tomada de "Todas las sangres". Es Matilde, un personaje de la novela, que le dice a su esposo, el terrateniente blanco y serrano Fermín, refiriéndose a la "sociedad" de Lima:
"Hablan del Perú con menos conocimiento que del Congo".
Yo estoy convencido que la frase que acabo de leerles tiene, por instantes, vigencia para todos los peruanos, y no solamente para los limeños o los costeños que reflexionan sobre el Perú. El Perú, como habrán podido comprender, es un país grande y diverso. Todos los peruanos, en algún momento, deberían sentirse reconocidos en esa frase de Arguedas, incluyendo el que habla.
Muchas gracias.

Extraído de:
http://www.geocities.com/Paris/2102/index.html
Un compendio personal de MVLL hecho por Augusto Wong Campos
© Augusto Wong Campos, 2002. Yahoo! Geocities Inc.

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