La República
Dom, 07/02/2010
Por Federico de Cárdenas
Ocurrió en 1998. Unos 15 colegas del continente asistimos a un taller de periodismo narrativo organizado por la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) en Cartagena. Por el Perú, además de quien escribe, estaba Marco Zileri. Lo que más me interesó fue que estaría a cargo de Tomás Eloy Martínez. Por entonces había leído, fascinado, La novela de Perón y Santa Evita, en las que volcaba su oceánico conocimiento del peronismo hacia la ficción. Pero conocía también la impecable trayectoria de su autor, antiguo crítico de cine y hombre progresista vinculado a los mejores medios surgidos en su país a partir de los 60 y que tuvo que partir amenazado de muerte. Tomás pasó los años de la dictadura en Venezuela, donde fundó El Diario de Caracas, como luego Siglo XXI de Guadalajara y otros.
Nunca se sabe si los autores coinciden con la imagen que el lector se hace de ellos a través de sus libros. En el caso de Tomás, la continuidad era absoluta y la simpatía y sencillez de su trato conservaban algo de su nativa provincia tucumana. Se preciaba de haber podido mantener la amistad de GGM y MVLL y seguía intacta su afición por el cine (proyectó Los olvidados como parte del cursillo). Estaba instalado en la U. de Rutgers (Nueva Jersey) en la que dirigía la sección de Estudios Latinoamericanos y encontraba tiempo para escribir. De Cartagena traje la primera entrevista que se publicó con él en un medio local y nos despedimos hasta Lima.
Ese viaje nunca se concretó , pero seguí leyéndolo: su novela El vuelo de la reina y su notable libro de crónicas Lugar común la muerte. Ahora que el cáncer se lo ha llevado a los 75 engarzo estos recuerdos. Fue un buen escritor, un maestro del periodismo y un espléndido ser humano.
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