Por Juan Gargurevich
La Primera
No tuve la fortuna de tratar personalmente al maestro Tomás Eloy Martínez, cuyas biografías inundan las páginas de periódicos de todo el mundo. Y con justa razón porque pocos como él hicieron tanto por el desarrollo del periodismo moderno latinoamericano.
Pero sí lo conoció y fue su alumno mi hijo literato, Eduardo, en los años ochenta en la Universidad de Maryland. Martínez dictaba el curso de historia de la literatura latinoamericana pero sus clases, charlas, iban más hacia la pasión por la escritura y su proyecto que culminaba por entonces y que llamaría finalmente “La novela de Perón”. Con su esposa, la escritora venezolana Susana Rotker, encandilaban a sus alumnos con sus historias, anécdotas y reflexiones sobre la novelística. Y por supuesto, Perón era muchas veces el personaje central de la charla. “No olvidaré” –me escribe Eduardo- “cuando nos contó en detalle, entre emocionado y divertido, aquel momento en que según Perón, Evita le tocó la manga y le susurró: “Coronel… gracias por existir” con lo que conquistó su corazón”.
El mismo Tomás Eloy Martínez gustaba de citar a Sartre cuando describía los ánimos de los lectores: “El texto se convierte en otro cuando alguien lo lee” y el caso de La Novela de Perón cae como anillo al dedo como ejemplo de lecturas personales. Sin duda, los argentinos lo leyeron desde su amplia gama de visiones de la historia, desde ultraderechistas hasta Montoneros radicales; los otros como nosotros, periodistas nomás, encontramos en ese texto las bases para decidir cuánto de Nuevo Periodismo había en la práctica latinoamericana desde el siglo diecinueve partiendo con José Martí, pasando por Mariátegui y Valdelomar, Tealdo, Thorndike…
Ya el epígrafe que eligió fue una declaración significativa porque citó el prefacio de Hemingway a “París era una fiesta”, donde dice: “Si el lector lo prefiere, puede considerar este libro como una obra de ficción. Siempre cabe la posibilidad de que un libro de ficción deje caer luz sobre las cosas que antes fueron narradas como hechos”.
Por eso nos interesó tanto el planteamiento del periodista que insistía en que una cosa es usar las herramientas del periodismo -entrevista, reportaje- de tal manera que podía hacer creer que lo que se contaba era cierto; pero no, decía, no era cierto, era una manera de contar.
Pero Martínez contaba cosas, sucesos verdaderos, que habían sido de tal complejidad que era imposible hacerlo con una narración lineal. Lean, por ejemplo, la descripción del alucinante escenario de la espera del retorno de Perón, en Ezeiza, el aeropuerto bonaerense. Una masa inmanejable de casi tres millones de fanáticos en episodio que culmina con una masacre de peronistas radicales por militares enloquecidos.
En fin, hay mucho que leer de Tomás Eloy Martínez. Pueden comenzar con este texto "La Novela de Perón" Aquí
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