El Mundo de España
Por MARTIN PRIETO
01 de mayo de 2005
Comunismo y fascismo: 25 reflexiones sobre el totalitarismo en el siglo XX
Autor: Alain de Benoist. / Ed. Altera.
Cuando se cambia de siglo hay que tener mucho cuidado intelectual porque parece que el guarismo pasado va a la basura y lo retira el camión contenedor sin manchar la era que aparece. Este siglo XXI hereda del XX, sobre todo, el temor de que se ha estudiado muy poco. Se acaba de reeditar, en Península/Atalaya, Los cañones de agosto, de Bárbara W. Tuchman, obra de referencia para entender los prolegómenos fatídicos de la Gran Guerra entre 1914 y 1918, bebidos en un nacionalismo imbécil que comenzó en Sarajevo con el asesinato del Archiduque Francisco Fernando (heredero de Austria) y su esposa. La maldición del hombre es que ignoramos las consecuencias de lo que hacemos. Sin el revólver de aquel nacionalista serbio, Lenin no hubiera llegado a la estación de Finlandia en Petrogrado (en un vagón sellado por los alemanes del Kaiser que le dieron paso franco para que desmoronara Rusia) ni se hubiera podido demostrar que Marx y Engels se equivocaron prediciendo su revolución comunista en un país industrializado (Alemania) y no en un ruralizado y atrasado como Rusia. Los ejércitos rusos, derrotados por Hindenburg, retrocediendo hasta Brest-Litovsk, donde Trosky firmó lo que le pusieron por delante, hasta encontraron tiempo para la Guerra Civil entre rojos y blancos y para imponer el bolchevismo o la dictadura de la minoría. Había nacido el comunismo real sin que nadie advirtiera que en su trayecto se llevara a tantas personas por delante. Antes de morir por un tiro terrorista, exclamaba: «¡Cuidado con Stalin; no es un hombre, es un puño!». Hizo desaparecer a su antagonista Trosky haciéndole asesinar en México.
Como es sabido, la Paz de Versalles sentó los cimientos de la Segunda Guerra Mundial. El nazifascismo no nació sólo de la derrota de las potencias centrales europeas: fue una respuesta inevitable al comunismo, entonces emergente. Las oligarquías industrial y financiera, la espuma de la sociedad y hasta la clase media burguesa de aquellos momentos se asustaron y, para defenderse de lo que estaba sucediendo en Rusia, acudieron al núcleo del problema: optar por el socialismo. Estas cosas no se quieren saber ni escuchar. Mussolini fue el líder socialista que inventó el fascismo. Tiempo después uno de sus discípulos creó el nazismo: Hitler. Fueron socialismos degenerados ante el reto histórico que planteaba en esos momentos el comunismo real. Mussolini proclamó el imperio y dio trabajo en las autoestradas.El alemán Hitler hizo las famosas autopistas que permitían el aterrizaje y el despegue de los cazas, además le dio a los obreros el Volkswagen, mientras reducía a cero la astronómica inflación de la República de Weimar. Era la solución para la amenaza comunista y Churchill escribió artículos elogiosos sobre Mussolini. Parte del entreguismo de Chamberlain en la Conferencia de Munich se debió a la secreta admiración que en esos momentos suscitaban los socialismos nacionales o los nacionalsocialismos ante la amenaza del gran oso ruso.
Alain de Benoist nos ofrece Comunismo y nazismo. 25 reflexiones sobre el totalitarismo en el Siglo XX (1917-1989). El fotomontaje de la portada es un hallazgo: Lenin brazo en alto, en el saludo romano, con su cabeza calva insertada sobre un uniforme nazi.Es una provocación para los aún comunistas sedicentes y quizá para los progres, versión discapacitada del progreso intelectual.El pacto Molotov-Ribbentrop para repartirse Polonia y no hacerse la guerra fue el juego de dos pícaros dispuestos a desmentirse.Stalin asistía exultante a la guerra entre sus despreciables democracias burguesas y el nazifascismo. Cuando Hitler le atacó en una guerra racial y política, el ruso estuvo una semana ebrio vagando por el Kremlin. Chaplin clamaba por radio sobre la necesidad imperiosa de abrir un segundo frente de Europa para aliviar a la Unión Soviética. La batalla contra la invasión nazifascista dignificó bastante al comunismo, sus asesinatos, sus purgas, sus gulag y lo mantuvo inestable hasta su derrumbe en el 89.Sólo quedan residuos malolientes de un titánico esfuerzo por intentar cambiar las relaciones sociales.
¿Quién acarreó más sufrimientos al ser humano, Hitler o Stalin? Desde este lado de Europa se apuesta siempre por Hitler. Quizá le faltó tiempo. Stalin le superó y los todavía comunistas deciden no citar su nombre. Del fascismo y del nazismo sólo han quedado excrecencias políticas muy limitadas. El comunismo embosca sus siglas electorales en este país como Izquierda Unida o emerge descarado con trabajadores de las tierras vascas con los que Zapatero se va a tomar un café. La reflexión (como las que hace Benoist) sobre el fascismocomunismo es desde dos imposturas que intentaron reducir a las personas a muñecos de laboratorio social.Las atrocidades que se cometieron por ambos bandos fueron típicas de las luchas fraternas: los alemanes mataban a los comisarios políticos del Ejército Rojo y los rusos fusilaban a los de las SS. Fue una guerra civil a gran escala, ideológica y étnica.¿Y que hubiera pasado si dos antagonistas, y socialistas, como Hitler y Stalin, se concuerdan contra la oligarquía anglosajona? Pues que a Alain Benoist le habrían cortado el cuello tras escribir su libro.
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