viernes, 29 de abril de 2011

...Y tendrá tus ojos


Fuente La República

21 de septiembre de 2008


Kolumna | Okupa



Cesare Pavese: il miglior fabbro, el más bueno, el más frágil, el que re-inventó la poesía épica con protagonistas mujeres, el que se enamoró más de la cuenta, el que se perdió en la selva umbría a la mitad del camino de su vida, el que sabía que "un clavo saca a otro clavo, pero cuatro clavos forman una cruz".
Cesare Pavese: il miglior fabbro, el más bueno, el más frágil, el que re-inventó la poesía épica con protagonistas mujeres, el que se enamoró más de la cuenta, el que se perdió en la selva umbría a la mitad del camino de su vida, el que sabía que "un clavo saca a otro clavo, pero cuatro clavos forman una cruz". Ese es el primer muerto del que me enamoré en mi vida.
Por la calle nadie revela jamás la pena que le roe la vida…
Por: Rocío Silva Santisteban.

¿Puede alguien enamorarse de quien ha muerto muchos años antes de su propio nacimiento? Pues yo he pasado por ese trance: de hecho uno de mis primeros amores fue un hombre tímido, de anteojos como armaduras, de modales extraños, flaco y alto y feo, extremadamente nervioso, de ideas fijas y amores contrariados, que gustaba hablar de las mujeres fuertes, prostitutas generalmente, que se levantan solas por la mañana y beben un desayuno frugal, y sueñan que el amante de la noche anterior las sacará de la mala vida. Ese hombre, muerto trece años antes de mi propio nacimiento, hubiera cumplido el 9 de setiembre que acaba de pasar la imposible edad de cien años. Ese hombre se suicidó en un hotel de su tierra natal, en Turín, Italia, un domingo 27 de agosto de 1950: sufría, el hombre sufría demasiado por las nimiedades de una rutina solitaria, y la muerte, que tenía tus ojos, llegó para instalarse en su cuerpo y empezar a corromperlo.
Cesare Pavese: il miglior fabbro, el más bueno, el más frágil, el que re-inventó la poesía épica con protagonistas mujeres, el que se enamoró más de la cuenta, el que se perdió en la selva umbría a la mitad del camino de su vida, el que sabía que "un clavo saca a otro clavo, pero cuatro clavos forman una cruz". Ese es el primer muerto del que me enamoré en mi vida.
El centenario del nacimiento de Cesare Pavese, el mio amore, mi padre literario, mi amante imposible, ha pasado totalmente desapercibido para la piccola escena literaria local. La ignorancia ha tenido, felizmente, algunos puntos de resistencia como la columna de Alonso Cueto, pero no he leído un artículo que pueda realmente rendirle homenaje como, de alguna manera, sí se ha realizado con otros autores como la misma Simone de Beauvoir este año que también cumple cien de nacida. De hecho, claro está, Pavese no representa un giro en el pensamiento occidental, pero sí, y esto es necesario divulgarlo, una visión completamente diferente del trabajo escriturario: en poesía con su colección titulada Trabajar cansa, en narrativa con sus historias hiperdetallistas, narradas con secuencias de ambigüedad extrema, y en sus diarios personales, cuya versión no censurada se ha publicado en español sólo hace pocos años. Pavese fue además un traductor muy intenso, quien introdujo la narrativa más importante en lengua inglesa al italiano, y un divulgador de autores como Melville, Poe, Hemingway, Fitzgerald, entre otros.
Italo Calvino, uno de sus discípulos, exégeta y amigo, ha publicado la versión completa de sus poesías reunidas, incluyendo el hermoso conjunto de poemas dedicado a la actriz norteamericana Constance Dowling titulado Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Al parecer Pavese había dejado los textos mecanografiados en un cajón de su escritorio en su despacho de la editorial Einaudi, donde trabajó al final, listos para ser entregados a la imprenta: "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos/ esta muerte que nos acompaña/ de la mañana a la noche, insomne,/ sorda, como un viejo remordimiento/ o un vicio absurdo…"
Pero estos dramáticos versos no son, en realidad, los que conforman su propuesta más definida. Por el contrario, esta intensidad ha sido el producto de una licencia que el propio poeta se ha otorgado en momentos previos a su auto-eliminación. Pues en realidad su propuesta poética, de alguna manera recogida en el Oficio de Poeta, una serie de apuntes que Italo Calvino también editó, plantean básicamente recoger "retratos" de gente común para convertirlos en íconos épicos de los proletarios del mundo, de los hombres y mujeres de a pie, cuyas vidas son ejemplares en la medida que sobreviven a la injusticia del mundo, a la inequidad de la tierra, a la postergación de los Estados y de todas las economías.
Pavese pudo retratar con increíble fuerza y naturalidad los escenarios imprescindibles para hablar de esas putas que en realidad son obreras del amor ("Esta noche regreso como mujer, vestida de rojo/ –aquellos hombres que me sonríen por la calle no saben/ que ahora estoy tendida aquí, desnuda–, regreso vestida/ a recoger sonrisas. Aquellos hombres no saben/ que esta noche tendré caderas vigorosas bajo el vestido rojo/ y seré otra mujer…"), de esos hombres que buscan por la calle una mujer que les haga compañía ("El viejo tiene la tierra durante el día y, de noche,/ tiene una mujer que es suya –que hasta ayer fue suya./ Le gustaba desnudarla, como quien abre la tierra,/ y mirarla largo tiempo, boca arriba en la sombra,/ esperando. La mujer sonreía con sus ojos cerrados…"), o de esos amantes obreros, empleados, que deben encontrar un hueco en el tiempo para desatarse las ganas ("Los dos, ante una mesita, se miran a la cara/ por la tarde y los transeúntes no cesan de pasar (…) De vez en cuando, él piensa en el inútil día/ de descanso, dilapidado en acosar a esa mujer (…) Si con su piel le toca la pierna, bien sabe/ que mutuamente se envían miradas de sorpresa/ y una sonrisa, y que la mujer es feliz. Otras mujeres/ que pasan/ no le miran el rostro, pero esta noche por lo menos/ se desnudarán con un hombre. O es que acaso las mujeres/ sólo aman a quien malgasta su tiempo por nada").
Se ha dicho, asimismo, que Cesare Pavese era ciertamente misógino por algunas de las entradas de su diario o comentarios como estos: "Lo que distingue al hombre del niño es el saber dominar a una mujer. Lo que distingue a una mujer de una niña es el saber explotar a un hombre" (Oficio de Vivir, 20-8-40) o "Las mujeres son un pueblo enemigo como el pueblo alemán"(8-10-47). Sin embargo, si escarbamos un poco más, nos daremos cuenta de que estos comentarios aparecen precisamente en los momentos de mayor inquietud ante los devaneos de sus amantes, y como le escribe a Tina, ese amor por el cual estuvo en la cárcel: "Te quiero, cariño, y te odio, para mí eres como el aire que respiro, si me faltas te maldigo lo mismo que un ahogado; me duele físicamente estar lejos de ti; para mí no eres una mujer, sino la existencia misma…". (O de V. 26-3-38).
Pero, en realidad, su relación con las mujeres fue de una pasión desbordada, que no sabía manejar por su ansiedad, que no podía controlar por su inexperiencia y su melancolía. Leyendo su diario una puede entender esa relación: "¿Para qué ha servido ese largo amor? Para descubrir todas mis taras, para probar mi temple y juzgarme. Veo ahora el porqué de mi aislamiento hasta el año 34. Sentía inconscientemente que para mí el amor sería esta carnicería (…) nadie habría soportado durante nueve meses un desgarramiento semejante. Ni ella que tanto habla: otro –cualquiera– a estas horas ya la habría matado". (O de V, 26-3-38).
La pasión desbordada con la cual asumía todas las tareas de su vida, inclusive su militancia comunista, era mucho más exacerbada ante las pasiones de la carne que se convierten, por esas comisuras de la cultura, en lo que algunos llaman amor. Como el otro César, Moro, Pavese deja en claro en su diario esta necesidad del ser humano de sufrir para realmente poder decir que ha existido. No se trata, por cierto, de una apología del sufrimiento, sino de una lucidez para asumir todas las condiciones, incluso las más desesperadas, de la vida: "La ofensa más atroz que se puede inferir a un hombre es negarle que sufra" (O de V, 5-10-1938).
Sin embargo, así como reconoce con lucidez todos los aspectos de la vida, otro de los grandes aportes de la poesía de Pavese es la construcción de una serie de mujeres fuertes como protagonistas. En los poemas "Pensamientos de Deola", "Pensamientos de Dina", "Un recuerdo", entre otros, las mujeres son representadas como fuertes, a pesar de dedicarse a la prostitución, como mujeres arrogantes, erguidas, que luchan a brazo partido por su propia libertad, mujeres trabajadoras que plisan sus faldas luego de gozar con sus hombres en la playa, que no le temen al que dirán, que no se dejan reducir por la culpa, sino que viven a sus anchas, incluso con absurdas fantasías que las mantienen vivas a pesar de la dureza de sus vidas.
De hecho uno de los poemas que más ha influenciado en mi propia vida es "Un recuerdo", pues se trata del reconocimiento, de parte de una mirada masculina, de la soltura de una mujer que seduce, se deja seducir, goza libremente, y se enamora aunque sufra, porque sabe que la vida debe vivirse con intensidad y altura.
Este poema lo leí por primera vez en 1987, en Buenos Aires, cuando en la librería El Ateneo me trajeron el hermoso libro de poesía de Pavese que aún llevo conmigo. El libro, cuyas páginas ahora ya están manchadas, rotas –mi hija en un rapto de celos, a los dos años, le rompió varias– y pegadas por los obreros de El Comercio que trabajaban en la sección de "pegoteros" que ahora ya no existe, es uno de los objetos más preciados que tengo y he tenido. Lo leo, lo releo, lo aprendo de memoria, aprendo algunos versos en italiano aunque no sepa italiano ni cómo pronunciarlo, y realmente me encanta encontrar en estos poemas una atmósfera de calma narrando las duras cotidianidades de los hombres y mujeres pobres de la región campesina del Piamonte.
Para ilustrar mejor este enamoramiento radical post mortem dejo aquí con ustedes este poema:
Un recuerdoNo hay hombre que logre dejar huellaen esa mujer. Lo que fue se desvanece en un [sueñocomo una calle por la mañana, y no queda [más que ella (…)si no fuese por su frente, fruncida por un [momentoparecería estupefacta. Las mejillas le sonríenen cada ocasión.Se abre su recio cuerpo, su mirada agavilladaa una voz queda y algo ronca: una vozde hombre cansado. Y ningún cansancio la [toca (…)Si alguien mira su boca, entorna los ojos expectantenadie cedería a su ímpetumuchos hombres conocen su ambigua [sonrisao el inesperado frunce. Si hubo algunoque la conoció quejumbrosa, humillada de [amorlo paga un día tras otro, ignorado por quienvive ella la hora presente.Sonríe ella solasu más ambigua sonrisa al andar por la calle.

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