martes, 25 de agosto de 2009

Truman Capote : A Sangre Fría I, II y III -Ensayo de Iván de la Torre

CAPOTE, TRUMAN - OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS

Truman Capote: a sangre fría (I)
Iván de la Torre


"No conocía a nadie que escribiese y a poca gente que leyese. Pero el caso era que sólo me interesaban cuatro cosas: leer libros, ir al cine, bailar claqué y hacer dibujos. Entonces, un día, comencé a escribir, sin saber que me había encadenado de por vida a un noble, pero implacable amo"

Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio.
Truman Capote.

Una infancia solitaria.
Truman Persons nació en Nueva Orleans, el 30 de septiembre de 1924. Por una pelea de sus padres paso gran parte de su infancia en Alabama, acompañado de 4 ancianos. Allí nacería su pasión por la literatura y los chismes. Lo que él posteriormente llamaría "un estilo de ver y oír" que hallaría su gran desenlace en su novela Plegarias Atendidas.

De esa época Capote confesaría: "Empecé a escribir cuando tenía 8 años: de improviso, sin inspirarme en ejemplo alguno. No conocía a nadie que escribiese y a poca gente que leyese. Pero el caso era que sólo me interesaban cuatro cosas: leer libros, ir al cine, bailar claqué y hacer dibujos. Entonces, un día, comencé a escribir, sin saber que me había encadenado de por vida a un noble, pero implacable amo."

A los 10 años encontró un concurso literario para niños en una revista del puerto de Mobile y desechando los temas propuestos (Un día de campo junto al lago, Las mascotas preferidas) eligió como base las habladurías acerca de un personaje local. Viejo señor metiche ganó el primer premio pero de todas las partes en que iba a publicarse la obra sólo se llegó a la primera... cuando los organizadores descubrieron que el tema no era ficcional sino una copia de la realidad.

Capote: "Los escritos más interesantes que realicé en aquella época consistieron en sencillas observaciones cotidianas que anotaba en mi diario. Extensas transcripciones al pie de la letra de conversaciones que acertaba a oír con disimulo. Habladurías del barrio. Una suerte de reportaje, un estilo de ver y oír que más tarde ejercitaría verdadera influencia en mí, aunque entonces no fuera consciente de ello..."

Otras voces, otros ámbitos.
Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse.
Truman Capote

Luego de cambiar su apellido por el de Capote, (el apellido del nuevo esposo de su madre), comienza a publicar a los 17 años sus cuentos en las llamadas revistas "de calidad" y al poco tiempo, ya instalado en Nueva York, entra a trabajar al The New Yorker.

En este ámbito, comenzaría dos etapas de la vida de Capote que luego se conjugarían: por un lado su crecimiento literario y por el otro su contacto con la alta sociedad formada por escritores, pintores, modelos, políticos e incluso mafiosos, que luego retratara en su obra, generalmente de manera irritante y mordaz.

Su primer titulo, Otras voces, otros ámbitos, es un libro iniciático, donde Capote volcaría muchas de las experiencias de su niñez, mezclando la ficción y la realidad hasta hacerlas inseparables, una constante de toda su obra que caracterizaría su estilo. La novela, aparecida en 1948, con gran éxito de público y crítica, lanzó a Capote a la popularidad pero también a los enfrentamientos con sectores que se negaban a aceptarlo.

Capote: "Mucha gente atribuyó el éxito comercial de la novela a aquella fotografía (Se refiere a la foto en la contratapa del libro). Otros la despacharon como un acierto casual: 'Es sorprendente que un alguien tan joven pueda escribir tan bien' ¿Sorprendente? ¡Solo había estado escribiendo día tras día durante catorce años!"

A partir de entonces, y por una década, se dedicaría a experimentar y probar su técnica literaria escribiendo colecciones de relatos breves (Un árbol de noche), ensayos y descripciones (Color Local, Obser- vaciones), comedias (El arpa de hierba), guiones cinematográficos (Suspense) y reportajes para The New Yorker.

Este ciclo se cerraría en 1958 con Desayuno en Tiffany's, una novela corta, que vuelve a mezclar alusiones a su vida personal con la ficción, mientras se aleja del barroquismo y del ambiente alucinado de sus primeros títulos pero manteniendo la línea de su estilo. Sin embargo, para él su obra más importante sería otra, una breve novela que sería la llave que lo llevaría al éxito en su tercer período.

Capote: "Desde el punto de mi destino creativo, la obra más interesante que produje durante toda esa segunda fase apareció primero en The New Yorker, en una serie de artículos y a continuación, en un libro titulado Se oyen las musas. Trataba del primer intercambio cultural entre URSS y los EEUU. Concebí toda la aventura como una breve novela real cómica: la primera."

Novela real: la demencia del arte.
"Vivimos en la oscuridad. Hacemos lo que podemos. El resto es la demencia del arte." En cualquier caso, el señor James da en el blanco. [...] Mucha gente pensó que yo estaba loco por pasarme 6 años vagando a través de la llanura de Kansas; otros rechazaron de plano mi concepción de la novela real, declarándola indigna de un escritor serio.
Truman Capote.

Convencido de que no había nada innovador en la literatura desde 1920, Capote creía que el periodismo podía constituir una opción válida como forma literaria, algo que tuviera la credibilidad de los hechos, la inmediatez del cine, la hondura y libertad de la prosa y la precisión de la poesía. En definitiva quería escribir una novela periodística, su segunda novela real.

Luego de la escasa repercusión de Se oyen las musas en 1955, pasarían cuatro años hasta que encontrara el tema para desarrollar su idea con toda la fuerza y emoción que consideraba necesarias. En 1959, en Holcomb, un pequeño pueblo de Kansas, la familia Clutter (un agricultor, su esposa y sus dos hijos) apareció muerta: habían sido atados y acribillados por personas desconocidas sin ningún móvil aparente. Esto sembró la paranoia en el lugar y atrajo a todos los medios del país.

Capote fue enviado allí por The New Yorker. Sin embargo, no tardó mucho en darse cuenta que tenía lo que necesitaba para su esperada gran obra. Pasó seis años siguiendo de cerca la investigación y hablando con los habitantes del pueblo, los cuales no lo veían con buenos ojos debido a su excentricidad, su desenfadada manera de ser y su sexualidad (Capote era homosexual); sin embargo, en todo ese tiempo, logró averiguar lo suficiente para armar el entramado de su novela, donde se mezclan las opiniones de los personajes del pueblo, junto con entrevistas a los policías encargados del caso y amigos íntimos de la familia. Pero Capote no se quedo allí: cuando atraparon a los asesinos fue a entrevistarlos a la cárcel y trabo amistad con ellos.

Los asesinos eran dos: Perry Smith y Dick Hitckock, dos psicópatas, ex-convictos, que guiados por los exagerados rumores que Floyd Wells, un compañero de celda de Hitckock, le había dado acerca de la riqueza de Clutter había cometido el hecho... para escaparse con menos de 100 dólares con rumbo a Méjico.

En la novela Capote traduciría esta conversación así: "No puedo recordar exactamente cómo fue que hablamos sobre el señor Clutter. Debió de ser cuando recordamos los empleos, los distintos trabajos que habíamos hecho [...] Le conté que yo había trabajado durante un año en un importante campo triguero, en el oeste de Kansas. Para el señor Clutter. Quiso saber si el señor Clutter era un hombre muy rico. Le dije que sí. [...] Y desde entonces nunca jamás dejó Dick de preguntarme cosas de aquella familia. ¿Cuántos eran? ¿Que edad tendrían los niños? ¿Cómo se llegaba a la casa exactamente? [...] Dick empezó a hablarme de matar al señor Clutter. Decía que él y Perry se irían para allá a robar y matarían a todos los testigos, a los Clutter y a quien quiera anduviera por allá. Me describió docenas de veces cómo iban a hacerlo, como él y Perry iban a atarlos y después a pegarles un tiro."

Gracias la confesión de Wells, la policía los atrapó cuando, agotados de su periplo por Méjico, ya sin dinero, habían vuelto con la intención de Hitckock de colocar algunos cheques falsos a ex-compañeros. Detenidos y condenados, esperando por la ejecución en la horca, Capote tuvo el tiempo necesario para ganarse su confianza y reconstruir su vida y su itinerario antes y después del asesinato. Smith le simpatizó de entrada, Hitckock no. Sin embargo habló con ellos hasta tener el material suficiente y los acompañó cuando tuvieron que cumplir la condena que les habían dado: Habían matado a sangre fría, y a sangre fría serían castigados. El 14 de abril de 1965 fueron colgados.

CAPOTE, TRUMAN - A SANGRE FRÍA - PLEGARIAS ATENDIDAS -
Truman Capote: a sangre fría (II)
Iván de la Torre
No es inútil pensar en esos seis años desalentadores en los que Capote recorría Kansas para armar su obra, acusado por muchos de haberse vuelto loco, sin saber si podría llevar a cabo su proyecto, sin tener idea si sacaría algo de allí


Se llora más por las plegarias atendidas que por las no atendidas.
Y, sin embargo, Plegarias Atendidas, no está pensada como un roma a clef ordinario, una narración dónde la realidad se disfraza de novela. Mi propósito es el contrario: eliminar disfraces, no fabricarlos.

Truman Capote

La novela, titulada A Sangre Fría, fue un éxito y llevo a Capote al centro de atención de todos los medios de prensa del país, apareciendo en las portadas de las revistas más importantes mientras recibía invitaciones a ilustres casas de campo y paseos en yate junto a celebridades. Sin embargo para él el libro habia sido una experiencia traumatizante que marcaría su vida desde ese entonces.
A pesar de que la novela estaba escrita en un tono frío, periodístico, donde el narrador nunca aparece, ni se involucra, y narra los hechos con un tono disciplinado y alejado, el hecho había calado hondo en Capote quien había entablado amistad con Perry Smith y sentía cierta similitud con éste: ambos venían de un pasado familiar borrascoso y confiaban en el arte para sobresalir (Perry se consideraba un artista y se veía a si mismo en el futuro como un hombre orquesta, aplaudido por las multitudes).

No es inútil pensar en esos seis años desalentadores en los que Capote recorría Kansas para armar su obra, acusado por muchos de haberse vuelto loco, sin saber si podría llevar a cabo su proyecto, sin tener idea si sacaría algo de allí y obligado a volver a un pequeño y deprimente pueblo donde no pasaba nada como contaría después. Esos hechos lo ponían en contacto de nuevo con su infancia en su propio pequeño pueblo y es factible pensar que lo afectaron más de lo que quiso, viendo en Perry lo que él mismo hubiera podido ser si no hubiera tenido éxito.

Sin embargo Capote brilló con buena luz en esa época, y nadie pareció notar nada extraño en él: la mayoría de sus amigos creían que se merecía un descanso y él también. Acudió a infinidad de reportajes y vió permanecer su novela treinta y cinco semanas en la lista de éxitos de The New York Times, donde había aparecido primeramente en cuatro entregas entre octubre y noviembre de 1965.

Este período terminaría en noviembre de 1966, en la fiesta que se celebró en el Plaza, en honor de Kazay Graham, el editor del Washington Post.
Luego de la creación del nuevo género bautizado novela real, Capote apuntó sus intereses hacia otro horizonte: decidido a escribir otra gran obra que lo catapultara al éxito de público pero también de crítica, decidió tomar lo que mejor conocía: el ambiente sofisticado de las clases altas que había frecuentado en esos años y en el cual se mezclaban desde antiguos aristócratas hasta estrellas de cine. Un lugar del cual formaba parte y era consecuente chismógrafo. La novela, según Capote, sería un análisis del pequeño universo -entre aristocrático y mundano- de la sociedad acaudalada de Europa y de la costa este de los Estados Unidos.

Capote: "Durante cuatro años, más o menos de 1968 a 1972, pasé la mayor parte del tiempo leyendo y seleccionando, reescribiendo, catalogando mis propias cartas y las cartas de otras personas, mis diarios y cuadernos de notas de los años de 1943 a 1965. Tenía intención de emplear gran parte de esos textos en una obra que proyectaba desde hacía tiempo: una variante de la novela real."

La novela, que llevaría el título de Plegarias atendidas, había comenzado por un contrato en 1966, poco antes de la publicación de A sangre fría y tenía por fecha de entrega el 1 de enero de 1968; sin embargo la fecha de entrega sería pospuesta varias veces, primero hasta 1973, luego a 1974, 1977 y por fin a 1981.
Esta época, que Capote consideraba su cuarto período creativo, estaría signada por su deterioro físico y emocional. A pesar de que público varios libros: Un recuerdo navideño (1966), El invitado de acción del Día de Acción de Gracias (1968) y Los Perros Ladran (1973); la mayoría de los mismos habían sido escritos en los años 40 y 50 y no aportaban nada a su obra. Sólo Plegarias Atendidas y Música para Camaleones, una obra miscelánea, prometían una recuperación.

Sin embargo, la promesa de Plegarias Atendidas no pudo verse cumplida de forma completa: Esquire publicó cuatro capítulos en 1976 y si bien el primero, "Mojave", (que no entraría en el libro y sí, como relato independiente en Música para Camaleones), no causó mayor impacto, el siguiente, La Côte Basque, desató el escándalo: la mayoría de los amigos que tenía lo condenaron al destierro por contar historias apenas disfrazadas sobre ellos. Luego de la publicación de los siguientes dos capítulos, "Monstruos Perfectos" y "Kate McCloud", Capote dejó de trabajar en Plegarias Atendidas, a pesar de su opinión de que tales reacciones no lo habían afectado:

"Publiqué cuatro capítulos de ese libro en la revista Esquire. Provocaron la ira de ciertos círculos, dónde pensaron que yo estaba traicionando confianzas, abusando de amigos y/o enemigos. No tengo intención de discutirlo, ese tema se refiere a la política social, y no al mérito artístico. Tan sólo diré que lo único que un escritor debe trabajar es la documentación que ha recogido como resultado de su propio esfuerzo y observación, y no puede negársele el derecho a emplearla, se puede condenar, pero no negar"

CAPOTE, TRUMAN - ESTILO - MÚSICA PARA CAMALEONES
Truman Capote: a sangre fría (III)
Iván de la Torre

"Entretanto, aquí estoy en mi oscura demencia, absolutamente solo con mi baraja de naipes y, desde luego, con el látigo que Dios me dió"
Un fragmento tal vez muestre de que estaba hablando Capote que ofendía tanto a sus antiguos amigos del espectáculo, las
artes
y la política: "-... y el viejo degenerado se coló en mi habitación. Eran alrededor de las seis de la mañana, la hora ideal si quieres coger a alguien totalmente fuera de combate, totalmente por sorpresa, y cuando me desperté ya estaba liado en las sábanas con una mano en mi boca y la otra por todas partes. El muy descarado, hay que tener cojones, en su mismísima casa y con toda la familia durmiendo a nuestro alrededor. Pero todos esos Kennedy son iguales. Son como perros, tienen que mear en todas las bocas de incendio. Después, ¿te imaginas?, hizo como si no hubiera pasado nada, nunca me hizo un guiño o un saludo, no era más que el buen papi de mi amiguita del colegio"

O: "La semana pasada en Londres, fui a una fiesta en el Drue Heinz, y tuve que soportar a la princesa Margarita. Su madre es un encanto, ¡pero el resto de la familia! Aunque el príncipe Carlos, aun se salva un poco. Básicamente la realeza piensa que sólo hay tres categorías: la gente de color, la gente blanca y la realeza. En fin, estaba a punto de quedarme dormida, la princesa es de una monotonía tal... cuando de pronto nos anunció, sin venir a cuento, que había decidido que en realidad no le gustaban los homosexuales. Yo me limité a bajar los párpados y dije: madame, me temo que va a pasar usted una vejez muy solitaria. ¡Que cara puso! Yo pensé que iba a convertirme en una calabaza."

En ese período, de 1977 a 1984, el propio Capote confiesa cuál era su problema: "La interrupción ocurrió porque yo me encontraba ante un montón de problemas: sufría una crisis creativa, y, a la vez, personal. Como la última no tenía relación, o muy poca, con la primera, sólo es necesario aludir al caos creativo. [...] Aún cuando era bueno, vi que jamás trabajaba con más de la mitad, a veces sólo con un tercio, de las facultades que tenía a mi disposición. ¿Por qué? El problema era: ¿como puede un escritor combinar con éxito en una sola estructura todo lo que sabe acerca de las demás formas literarias? [...] Ahora, me sitúe a mí mismo en el centro de la escena, y de un modo estricto y sobrio, reconstruí conversaciones triviales con personas corrientes. Tras escribir centenares de páginas sobre esas cosas tan simples terminé por desarrollar un estilo. Había encontrado una estructura dentro de la cual podría integrar todo lo que sabía acerca de escribir. El resultado es el presente volumen: Música para camaleones"

Mi oscura demencia
Entretanto, aquí estoy en mi oscura demencia, absolutamente solo con mi baraja de naipes y, desde luego, con el látigo que Dios me dió.

Prólogo a Música para Camaleones
Música para camaleones fue el último libro de Capote e incluye una muestra miscelánea de todas sus facetas como escritor: cuentos ("Mojave", "El señor Jones", "Una luz en la ventana"), una novela real breve (Ataúdes tallados a mano) y reportajes (Una adorable criatura, Y luego sucedió todo). Sin embargo, tanto para sus amigos como para sus críticos esa obra no tenía el nivel de su obra de los 40 y 50, tal vez por la inmersión de Capote en el alcohol y la droga, aun más en ese último período, en el cual, a confesión de su editor, pensaba que su talento literario estaba decayendo y no conseguía terminar Plegarias Atendidas luego de su abandono en 1976. Esto sumado al trauma de la investigación de A sangre fría y el abandono de la mayor parte de sus amigos luego de la publicación de Kate McCloud en 1976 deben haber causado una fuerte impresión en Capote, quien confesaba odiar los abandonos.

Su editor, en el prólogo de Plegarias Atendidas contaba como era su relación de trabajo con Capote luego de su crisis: "Después de 1976, la relación entre Truman y yo se fue deteriorando lentamente.[...] Durante los últimos años parece que trataba de engañarnos acerca de su trabajo, no sólo a mí y a sus mas íntimos amigos, sino a todo el público en general. Dos veces al menos anunció a sus entrevistadores que acababa de finalizar su libro, que lo había entregado a Random House y que aparecería publicado al cabo de 6 meses. Después nuestro departamento de publicidad y yo mismo nos veíamos abrumados por infinidad de llamadas a las que sólo podríamos responder diciendo que no habíamos visto el manuscrito. [...] Un último factor en la erosión de nuestra relación fue la dependencia creciente de Capote del alcohol y los fármacos desde 1977. [...]

Repetidas veces, almorzando, durante los últimos seis años de su vida, a menudo de un modo incoherente a causa de los fármacos y el alcohol, o ambas cosas a la vez, hablaba conmigo de los cuatros capítulos restantes con todo detalle, hasta el punto de llegar a citar fragmentos de diálogos que eran siempre idénticos, incluso cuando los recitaba con un intervalo de meses o años. El ciclo era siempre el mismo: cuando le pedía que me enseñara el capítulo en cuestión, me prometía enviármelo al día siguiente. Al final de ese día le llamaba, y Capote decía que se lo estaban mecanografiando y que me lo enviaría el lunes. El lunes por la tarde su teléfono no respondía y él desaparecía durante una semana o más."

En 1984 murió en los Angeles, California. Hoy, queda su obra y su leyenda, para ver quién de todos sus personajes es totalmente Truman Capote, el escritor de los mútliples disfraces, quien, como una vez dijo sólo se dedico a vivir.

domingo, 23 de agosto de 2009

Vargas Llosa y Javier Marías no entienden nuevas tecnologías

TRIBUNA: EDMUNDO PAZ SOLDÁN
Vargas Llosa, Marías y la utopía arcaica
EDMUNDO PAZ SOLDÁN 22/08/2009

Hay pocos escritores vivos que admiro más que Mario Vargas Llosa y Javier Marías. He leído toda su obra, he escrito sobre ellos, los he enseñado. Cuando me piden que mencione mis libros de cabecera, siempre incluyo títulos como Conversación en La Catedral o Mañana en la batalla piensa en mí. Creo entender las pulsiones principales que subyacen en sus novelas, incluso en muchas de las ideas que no comparto de sus ensayos.

Mario Vargas Llosa
Nacimiento: 28-03-1936 Lugar: Arequipa
Javier Marías Franco
Nacimiento: 20-09-1951 Lugar: Madrid

La parte en la que ambos me pierden es su incapacidad para entender los cambios tecnológicos de la época, la forma que tienen de concluir que gracias a esos cambios la literatura se empobrece. Hace algunos meses Marías atacó los blogs, a los que llamó esa "región ocultamente furibunda" debido a la cantidad de insultos y veneno que uno encuentra en la sección de comentarios. El escritor español declaró que no entendía que hubiera tantos escritores que llevaran blogs, y mucho menos el lado interactivo de los blogs: "¿Cuál es la gracia de estas tertulias escritas? ¿Ver que uno provoca reacciones? ¿Tener la comprobación inmediata de que lo que expone no cae en el vacío?".

En cuanto a Vargas Llosa, el hispanoperuano se declaró hace poco ferviente defensor del papel, que "infunde un respeto casi religioso al escritor", y dijo, contundente: "Si la literatura se hace sólo para las pantallas se empobrecerá, porque la pantalla hace que pierda profundidad y riesgo". Vargas Llosa terminó creando una falsa dicotomía entre el libro y la máquina: "La gran amenaza son las máquinas que puedan acabar con el libro. No sabemos qué va a pasar con ese desafío para la literatura que es la pantalla".

Es curioso ver cómo la introducción de una nueva tecnología produce tanta ansiedad en la cultura libresca y hace que aparezca un tono apocalíptico en sus defensores. Para citar un ejemplo emblemático: cuando en 1895 los hermanos Lumière inventan el cinematógrafo, el escritor mexicano Amado Nervo señala que el cine, junto al fonógrafo, producirá como resultado "no más libros; el fonógrafo guardará en su urna oscura las viejas voces extinguidas; el cinematógrafo reproducirá las vidas prestigiosas".

Un nuevo medio produce siempre desplazamientos en la ecología de medios preexistente. Para la literatura hay un antes y un después del cine, de la televisión, de Internet. Eso no significa que las cosas tengan que ir para peor. ¿Qué hubiera pasado durante el siglo veinte si los escritores se hubieran cerrado a las posibilidades creativas de los nuevos medios? Por hablar sólo del cine, es extensa la lista de escritores que registran en su obra el impacto, tanto en la forma como en el contenido: Joyce, Dos Passos, Cabrera Infante, Puig, etcétera. La misma relación de Marías y Vargas Llosa con el cine es fundamental.

Marías tiene razón: los bloggers deben lidiar con el veneno de los comentarios. Pero eso no es nuevo en la literatura: lo que hacen los blogs es explicitar esa mala leche que siempre está ahí, en algunos lectores y colegas. Eso no significa que haya que eliminar de cuajo al blog; se trata de un nuevo género literario, y más temprano que tarde hablaremos de grandes bloggers, así como lo hacemos de grandes ensayistas o cuentistas. Vargas Llosa tiene razón: no sabemos qué pasará con la literatura ante los nuevos desafíos tecnológicos. Lo que sí es seguro es que hay niños y adolescentes que algún día serán escritores y que hoy tienen "un respeto casi religioso" por la pantalla. Concluir que no habrá "profundidad y riesgo" en la literatura escrita por ellos es, cuando menos, apresurado. Y cuando más, arcaico.

Edmundo Paz Soldán (Bolivia, 1967). Su última novela es Los vivos y los muertos (Alfaguara).
El País de España, 22 de agosto de 2009

sábado, 22 de agosto de 2009

La Escritura para Pierre Michon

<ENTREVISTA:
La embriaguez de la escritura

Para Pierre Michon, auténtico autor de culto, entre los límites de la escritura y el clasicismo, "la literatura tiene siempre algo de litúrgico". El escritor francés publica Mitologías de invierno / El emperador de Occidente.
JOSÉ MANUEL FAJARDO 22/08/2009

Pierre Michon publicó en 1984 su primer libro, Vidas minúsculas, cuando tenía casi cuarenta años. Una edad tardía en estos tiempos de obsesión colectiva por lo juvenil. Un texto que se transformó casi de inmediato en libro de culto en Francia. Desde entonces, ha ido publicando una docena de títulos que le han convertido en una de las figuras clave de la narrativa francesa contemporánea. Textos siempre escuetos, cuya brevedad tiene las virtudes de la destilación: transparencia en el estilo y fuerza embriagante. Como un trago de licor.

"Mis personajes establecen relaciones ambivalentes, de amistad fuerte, de pasión y, a la vez, de antagonismo"

"La literatura y el arte hacen mejor a la Humanidad. Pero se levantan sobre un acervo de fatalidad"

"El momento de la escritura es el de la llama de la existencia, pero termina en cenizas. Sólo al ser leído vuelve a brotar el fuego"

En España se habían traducido cuatro de sus obras (Cuerpos del rey, Señores y sirvientes, Rimbaud el hijo y Vidas minúsculas, todas ellas en Anagrama), y ahora la editorial Alfabia publica Mitologías de invierno / El emperador de Occidente, traducido por Nicolás Valencia y prologado por Ricardo Menéndez Salmón. Un breve volumen de 166 páginas con dos textos que son dos verdaderas joyas. Puro Michon concentrado.

Hay algo en la fisonomía de Pierre Michon (Cards, 1945) que parece acomodarse a su estilo literario. Enjuto, de rasgos marcados hasta lo dramático, se percibe sin embargo en sus gestos y en su mirada un eco de humor e ironía. Su manera de hablar es pausada, pero los cigarrillos que encadena durante la conversación dejan entrever otros fuegos. Da la sensación de que una poderosa tensión interna lo devora, de que su cuerpo ha ido consumiéndose con cada libro que ha escrito. Cosa que no parece en absoluto disgustarle. Como un santo literario que se arrojara gozoso a la hoguera.

Michon publicó El emperador de Occidente inmediatamente después de Vidas minúsculas, y en él narra el encuentro, en una islita italiana, entre el joven Flavio Aecio (que años después será el vencedor de Atila) y el viejo Prisco Atalo, un músico que durante un tiempo fue emperador títere, impuesto en Roma por el rey bárbaro Alarico, hasta que el legítimo emperador lo recluyó en esa isla. "Un amo del mundo que no dominaba nada", dice el relato.

"Lo escribí", explica Michon, "porque Vidas minúsculas era autobiográfica y transcurría en la campiña del centro de Francia y tenía miedo de que me etiquetaran como un autor regionalista. Necesitaba escribir sobre un lugar que no tuviera nada que ver con esa región ni con mi vida. La historia la encontré en el libro de Gibbon sobre el Imperio Romano. Eran sólo diez líneas sobre el personaje de Prisco Atalo, pero no busqué más, no investigué nada. Ya tenía la excusa que necesitaba para alejarme del universo de Vidas minúsculas".

En Mitologías de invierno, el otro texto que compone el libro, se cuentan algunas vidas de reyes y monjes de Irlanda y de Escocia, aunque la mayoría de los relatos versan sobre personajes que vivieron en diferentes momentos históricos (santas y obispos medievales, campesinos durante la revolución, antropólogos y espeleólogos del siglo XIX) en la región del Macizo Central francés. Una sobrecogedora región de grandes mesetas calcáreas (llamadas causses), horadadas por los cañones de ríos tortuosos. Michon los escribió por encargo y "eso, en cierto sentido, me hizo bien", recuerda. "Tenía que escribir, tenía una libertad total para hacerlo y me propuse tomármelo como un reto".

La conversación tiene lugar en las oficinas de la editorial francesa que publica a Michon, a dos pasos del cementerio parisiense de Père Lachaise donde reposan los restos de grandes escritores como Wilde, Balzac o Proust, y también los de hombres de poder, como el dictador dominicano Trujillo, el mariscal Murat o el miembro del directorio, durante la Revolución Francesa, Paul Barras. Un capricho del azar que transforma al cementerio en espejo de piedra donde se refleja uno los principales temas abordados por Michon en Mitologías de invierno / El emperador de Occidente: la relación entre poder y arte. Cuando le señalo que su reivindicación de la literatura por encargo rompe con la idea moderna del escritor independiente enfrentado al poder, Michon me recuerda que "muchos escritores a lo largo de la Historia han escrito para el poder, pero a la vez incordiaban a ese poder en los mismos textos que éste le había pedido que escribieran. Los mejores textos se han escrito así, por encargo pero traicionando en cierto modo a quien los encargaba".

En El emperador de Occidente se describe la relación entre el rey Alarico y el músico Atalo como una especie de combate, basado en la mutua admiración. Algo frecuente en los textos de Michon: "Mis personajes establecen relaciones ambivalentes, de amistad fuerte, de pasión y, a la vez, de antagonismo. Ya sea como rivales, ya como relaciones de padres e hijos. En Rimbaud el hijo, por ejemplo, está la relación entre el poeta y su madre, muy amorosa y a la vez muy tensa. Quizá ahí haya también algo de autobiográfico. Si pienso en mis relaciones familiares, ésa ha sido una manera de relacionarse a la que he estado muy habituado en mi vida, aunque ahora mucho menos".

Una ambivalencia que en el caso del brutal rey Columbkill, de Mitologías de invierno, capaz de desatar una guerra para hacerse con un libro de salmos, mueve a preguntarse por las razones de que alguien que no duda en arrasar pueblos enteros sea capaz también de amar el arte. "Todos esos reyes guerreros, matadores, llevan algo dentro de sí que representa el apetito estético", responde Michon. "Algo que les hace descender de su pedestal de poder, algo que les falta y que les humaniza. La literatura y el arte, con su belleza, hacen mejor a la Humanidad, pero se levantan sobre un acervo de fatalidad. Los grandes pintores y escritores muestran eso: la belleza de la vida y también la muerte, la crueldad, la tragedia. Los hombres de poder suelen conocer la experiencia de matar o de ordenar matar, y quizá por eso pueden ver claramente las implicaciones mortales, trágicas, de una obra de arte". Una reflexión que le lleva al recuerdo del relato de Borges titulado Los teólogos: "Son dos teólogos, Aureliano y Juan de Panonia, que se admiran enormemente pero que se esfuerzan en enviarse mutuamente a la hoguera por sus discrepancias. Al final, en el Paraíso, Dios los confunde porque para él los dos eran uno solo. Es una historia admirable, de una ironía total".

Si la Historia es uno de los pilares sobre los que se levanta la obra de Pierre Michon, no menos importantes son los textos en los que habla de las vidas de otros escritores. Eso ha llevado buena parte de la crítica a relacionar su literatura con la de esos autores y, en particular, con la de William Faulkner. Ciertamente, hay una pasión biográfica en Michon, pero las suyas no son biografías exhaustivas. No pretende contarlo todo. Suele elegir dos momentos precisos para acercase a cada vida: la infancia con sus orígenes familiares y el tiempo en que el personaje aún no se ha transformado en quien será, aunque existan ya augurios de ello. Rimbaud antes de convertirse en el poeta Rimbaud. Flavio Aecio antes de convertirse en el general Aecio vencedor de la batalla de los Campos Cataláunicos.

Michon no tiene inconveniente en reconocer que su interés por las premoniciones tiene más de Borges que de Faulkner. "Me interesan los signos del destino", argumenta, "y ésa es una influencia borgiana, sobre todo de sus relatos sobre gauchos. En mis textos suelo hablar de Faulkner, lo admiro, pero no hay ninguna influencia de su escritura sobre la mía. No tienen nada que ver. Lo que Faulkner y Borges tienen en común, para mí, es la capacidad de hacerme llorar como una muchacha. No sé por qué. Hay algo en ellos que me emociona hasta ese extremo".

Un pasaje de El emperador de Occidente, la despedida del joven militar y el viejo emperador exiliado, parece responder a ese código emocional. Aecio abandona la isla y desde su nave ve al anciano solitario. Salta sobre el puente del barco, agitando su capa a modo de despedida, y el viejo emperador le hace un leve gesto con el brazo. Y el lector siente en la escena una conmoción cuyo origen revela el mismo Michon: "Me acuerdo bien y eso que hace ya muchos años que lo escribí. Casi oigo el ruido de las tres filas de remos hundiéndose a la vez en el agua e impulsando la nave. ¡Shiiiiip!". Con los dos brazos, Michon reproduce el gesto de los galeotes, con tanta convicción que por un momento parece que estamos en el vientre de una embarcación romana y no en un despacho editorial parisiense, luego continúa: "¿Se acuerda de la película Satiricón, de Fellini? En ella se veía una galera con ese movimiento sincronizado de los remeros. Esa galera es la que tenía yo en la cabeza cuando escribí ese pasaje. La galera y también el adiós a mis abuelos paternos. La última vez que los vi partir, en un coche, me despedí de ellos exactamente con el mismo gesto que mi personaje. Cada vez que escribo sobre un tema tan alejado como la Antigüedad o la Revolución Francesa, me esfuerzo por incorporar de manera solapada cosas que yo he vivido. Para que los textos ganen en emoción, para emocionarme yo mismo".

Y la conversación deriva hacia la embriaguez de la escritura. Ese estado de gracia en que el texto fluye casi sin intervención de la conciencia. "Es algo mágico", explica con mirada brillante, "sobre todo cuando se acerca el final del libro, como si el sentido del mundo se hiciera visible. Entonces, uno escribe no sólo con el ritmo de la lengua sino con el ritmo del mundo. Como si Dios existiera y hubiera puesto su mirada sobre uno. Claro que luego terminas de escribir y ves que las cosas no son así". Una constatación que le ha llevado a hablar del "invierno impecable de los libros", explica, porque la suya es una literatura que se mueve, metafóricamente, entre junio y diciembre, como si fueran dos dioses. "El calor de la vida y el frío de la muerte, pero un frío que es como la nieve, casi maternal. También preserva la vida para que pueda renacer. El momento de la escritura es el de la llama de la existencia, pero termina en cenizas. Sólo al ser leído vuelve a brotar el fuego de entre las cenizas del libro".

En Mitologías de invierno, un obispo pide a un trovador que componga un poema sobre una santa, para convencer a los nobles locales de que respeten las tierras del monasterio. Le dice que para convencerlos tendrá que mentir, y le advierte de que "la verdad que pongas en el corazón de tu mentira será lo único que podrá absolverte". Cuando le pregunto si no es ésa acaso una buena definición de la ficción literaria, Michon, con una sonrisa burlona, responde que "ese obispo había comprendido todo de la literatura". Y para explicar su propia concepción de la escritura, evoca a Paul Nizan: "Usted sabe que Nizan era marxista y decía que hay que desconfiar de los escritores que quieren llevar el objeto literario a la temperatura de un dios. Evidentemente, hay que colocar esa frase en su momento histórico, que es muy diferente del que vivimos hoy. Pero lo que a mí me gustaría hacer es exactamente lo que le hacía desconfiar, elevar la escritura a esos extremos".

Sólo que Michon, para elevarla, la hunde en el terreno. Como si escribiera en vertical. "Faulkner decía que sólo tenemos para escribir el espacio de un sello de correos, pero si se profundiza debajo de ese sello hay un planeta entero", explica. Y profundizando sobre las mesetas calcáreas del Macizo Central francés, Michon termina por convertir la Naturaleza en el gran protagonista de su literatura. Paisajes sobre los que superpone las pasajeras vidas de los hombres. Quizá por eso en su obra "hay siempre un cierto sentido sacro, como en los griegos antiguos que veían dioses por todas partes. Incluso si no hay Dios, si no somos más que un puñado de huesos, es maravilloso. Por eso la literatura tiene siempre algo litúrgico. En uno de mis textos cuento un hecho que me ocurrió realmente. En 2001, mi madre agonizaba en el hospital. Yo veía que se moría y no pude soportarlo. Me largué. Cuando regresé al cabo de un rato, su cuerpo todavía no se había enfriado. Me dije que tenía que rezar y de pronto me vino a la memoria un poema de François Villon, La balada del ahorcado. Y empecé a recitar sus primeros versos: 'Hermanos hombres que después de nosotros vivís'. Ésa fue mi oración".

Durante toda su infancia y juventud, Michon sintió la fascinación de esa escritura-plegaria, pero también la impotencia creativa. "Me aprendía de memoria poemas de Victor Hugo, de Baudelaire", recuerda. "Me encantaba su sonoridad. Pero ese tipo de literatura ya no se hacía. Así que durante quince años, a pesar de que quería escribir, estuve bloqueado. Tenía miedo de que se rieran en mi cara. Hasta que conseguí ajustar lo solemne y lo prosaico en una narrativa que de alguna manera aspirara a producir el mismo efecto que aquellos versos".

Quizá ser un autor tardío explique por qué Pierre Michon eligió como referencia a Rimbaud, un escritor precoz: "Para mí Rimbaud es lo contrario de lo que yo soy. Como Evaristo Carriego para Borges. Lo fascinante en Rimbaud es que ese muchacho de 17 años tenía la mirada y la información literarias de un hombre de 80. Un prodigio que quizá nunca vuelva a repetirse".

Hace veinticinco años que publicó su primer libro y uno de sus personajes dice algo que suena casi a balance: "Es un hermoso oficio el oficio de escriba". Frente a quienes presentan la escritura como un acto doloroso, Pierre Michon parece reafirmar la alegría de escribir. Se lo pregunto y su respuesta es contundente: "Es que yo sufro cuando no escribo. Entonces sí que estoy realmente mal".


Mitologías de invierno. El emperador de Occidente. Pierre Michon. Prólogo de Ricardo Menéndez Salmón. Traducción de Nicolás Valencia. Alfabia Ediciones. Barcelona, 2009. 166 páginas. 22,88 euros.
El País, 22 de agosto de 2009
Disculpen la copia, pero la hice embraigado....

martes, 4 de agosto de 2009

El Lector : La Película

A propósito de El lector
Dom, 07/06/2009

Una laureada película que induce a reflexionar sobre cómo procesar los horrores y crímenes de una guerra.

Por Pepi Patrón
Hace mucho tiempo que, por diversas razones teóricas y prácticas, me interesa la reflexión filosófica sobre el mal y su relación con la política. Confieso que este interés surgió a raíz de la lectura de Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, de Hannah Arendt. En este libro si bien se describe al nazi Eichmann como un ser “banal”, en una propuesta que causó inmensa polémica en su tiempo, la filósofa está de acuerdo con su condena a muerte. Sin hacer paralelos forzados, esta descripción se convirtió en una fuente importante para pensar nuestro propio drama en el Perú durante los años de violencia.

Retomo el tema a raíz de una magnífica película que acabo de ver. Se trata de El lector, dirigida por Stephen Daldry. Esta nos confronta con el tema del mal en relación con regímenes como el nazi, una de cuyas características destacadas es haber logrado que muchas personas se comportaran de manera perversa sin que, aparentemente, ellas mismas fueran la encarnación del mal o de lo demoníaco.

No pretendo hacer una crítica de la película al modo en que lo hacen los especialistas. Simplemente quisiera, a propósito de ella, compartir algunas reflexiones que se vinculan con el interés mencionado. Se trata inicialmente de una historia de amor, un romance entre un joven estudiante y una trabajadora de transporte público, bastante mayor que él, con una vida solitaria y algo misteriosa. Es evidente que ella esconde algún o algunos secretos. En un punto de la historia ella desaparece de la vida del él y la reencuentra muchos años después, ya joven estudiante de derecho en Heidelberg, cuando asiste al juicio en que ella es juzgada con otras colaboradoras del régimen nazi. Pero más allá de los crímenes de que se la acusa, ella guarda un secreto que su joven amante demora en descubrir.

No les voy a contar el secreto porque lo descubrirán cuando vean la película, pero lo que me interesa destacar es lo que ocurre durante el juicio. Pese a estar acusada de actos moralmente repugnantes y condenables, horrendos en realidad, la protagonista rehúsa a defenderse a sí misma. Cuando en un momento le preguntan por qué había actuado de esa criminal manera, ella responde “ese era mi trabajo” y le pregunta al juez “qué hubiera hecho usted?”. Era una guardiana, era su trabajo y ella simplemente cumplía con él.

Dos consideraciones importantes. La acusada de alguna manera encarna esta figura del mal banal, no porque fueran banales las consecuencias de sus actos, matar a un ser humano nunca lo es, sino porque parece expresar una cierta incapacidad de juzgar, de pensar por ella misma, de criticar; en suma, por lo menos, de intentar ponerse en el lugar de los otros. Ella cumplía con su deber, el deber impuesto por un régimen desquiciado que hacía de miles, millones de personas, “algo” de lo que se podía, se debía, prescindir.

Pero, por otra parte, como lo dice el profesor de derecho en una discusión en la película, ésta confronta al espectador con la dificultad moral de intentar comprender. En el filme se trata de entender a un personaje que ha hecho cosas radicalmente condenables, pero cuya historia nos la muestra en una condición humana que invita a eso, a la comprensión. Ello no la exime de responsabilidad o de castigo, menos de culpa, pues comprender no es justificar, menos perdonar. Al respecto nos dice Arendt “entender el totalitarismo no significa perdonar nada, sino reconciliarnos con un mundo en que cosas como estas son posibles”, aún cuando a veces signifique la “pérdida del sentido común”, como en los regímenes totalitarios.

En una escena, uno de los estudiantes pregunta por qué la sociedad dejó que todo esto sucediera. Creo que la película nos confronta con esta importancia de comprender, que lejos de significar perdón o justificación, invita al juicio ético y político, a la crítica, como es el caso, en mi opinión, del Informe Final de la CVR en el Perú. Intentar comprender no es, pues, perdonar, pero sí puede ayudar a la reconciliación. Les recomiendo ver esta buena película.
La República, 07 de junio de 2009

El Rey Siempre está por Encima del Pueblo de Daniel Alarcón

“El Perú no existe para Estados Unidos”

Daniel Alarcón acaba de presentar su último libro bajo el título de “El rey siempre está por encima del pueblo”, un conjunto de relatos en el que retoma el sendero de las sociedades marcadas por el desarraigo y la violencia. En esta entrevista el narrador habla sobre su relación de ida y vuelta con el Perú, y de su vida en Estados Unidos, el país en el que despegó su prometedora carrera literaria.
Por Rafael Robles

Daniel Alarcón es un gringo con pinta de peruano. Lleva la clásica casaquita Evo Morales encima y para el desayuno pide hojuelas de cereal con leche, panqueques rellenos y un café cortado. Cuando conversa deja escapar un español lento y repensado en cada respuesta. Es por eso que todavía prefiere escribir en inglés, su lengua “natal”, y que sean otros los que traduzcan los libros al idioma en el que recién lo leerán los amigos y la familia que dejó aquí, cuando tenía 3 años y partió a Estados Unidos siguiendo a sus padres. Hoy, convertido en la más interesante promesa de la literatura de ambos países, está de vuelta para presentar su último libro de relatos: “El rey siempre está por encima del pueblo”, en el que otra vez nos veremos retratados como sociedad bajo la aguda mirada de un peruano con pinta de gringo. O al revés, da lo mismo.

–Tu padre ha sido el corrector de muchas de tus historias. ¿Su figura influyó mucho para que escribieras desde tan joven?

–La de ambos, papá y mamá. Mi mamá es una lectora voraz, lee más que yo, es una cosa impresionante, siempre me está pidiendo recomendaciones. A veces hay libros que me regalan y que se los doy a ella porque yo tengo como para tres años de lecturas atrasadas.

–¿A qué edad supiste que serías escritor?

–Mi primer cuento serio, aunque malo, lo escribí a los 17 años. Luego me di cuenta de que, después de graduarme, quería seguir llevando talleres de narrativa. Yo siempre quise ser escritor o futbolista, desde muy joven. Incluso una vez me encontré con Edmundo Paz Soldán y me presenté diciéndole “Hola, soy escritor”. Ahora me parece muy arrogante haberlo dicho.

–Hubo un momento en el que casi te olvidas de hablar español. ¿Qué hiciste para que eso no suceda?
–No fue difícil, nunca me puse a estudiar gramática ni nada de eso. Tuvo que ver más con venir al Perú, pasar más tiempo acá, conocer más gente. Para mí el inglés viene a ser un idioma muy lindo. Eso no quiere decir que sea mejor o peor que otro idioma. Mi español es peor que mi inglés, soy un poco más lento, no tengo chispa, converso menos, pero sé que es cuestión de tiempo.

–¿El inglés funciona mejor para escribir narrativa?
–Me da mucho espacio para crear de una forma muy directa y poética. Ahora, quizás diga esto porque es el que manejo mejor. Mi problema es que mi nivel de castellano no es el suficiente como para distinguir una prosa finísima. Lo más probable es que cuando encuentre una prosa súper elegante no pueda comprenderla. Creo, además, que otros idiomas se prestan a diferentes estilos. No es por nada que la estructura de la literatura japonesa sea diferente que la polaca. Quizás haya algo ahí entretejido.

–Pero estás escribiendo una novela en español.
–Si bien todavía no puedo dominar los ritmos ni hacer una prosa elegante, esto me gusta porque es un proceso de aprendizaje. Me gustaba mucho lo que había avanzado de esa novela, desde la primera entrega hasta la última, yo notaba que iba agarrando ritmo. Aunque la verdad es que la he dejado un poco. Tenía demasiados retos a la vez, ahora no sé cuándo la voy a hacer. Tengo que terminar una novela gráfica primero, una que estoy haciendo junto a la artista Shila Alvarado.

–¿Alguna vez has sentido algún resentimiento en tu contra por el hecho de escribir en inglés siendo peruano?
–Si existe he tenido la suerte de no toparme con él. Quizás si hubiera crecido aquí habría sido más complicado. Escribir una buena novela es algo muy difícil. Yo conozco gente que está entregada a su oficio y sus textos no me convencen, pero esa no me parece una razón para que la crítica se meta con la parte personal del autor, eso puede hacer mucho daño. A mucha gente no le gustó mi libro pero eso no tiene que ver con que tenga malas intenciones.

–¿Te afectan mucho las críticas?
–Es como cuando era chico y jugaba fútbol, cuando mi equipo perdía y yo había dado todo de mí entonces no me sentía mal. Si siento que sudé la camiseta, estoy tranquilo, porque sé que quizás no logré lo que quería escribir pero hice lo mejor que pude.

–¿El medio norteamericano es más tranquilo que el peruano para los escritores?
–Lo que pasa es que aquí el terreno es muy reducido. Digo que allá el país es tan grande que un escritor pasa totalmente desapercibido. Ese anonimato es bonito. Acá es diferente, un autor habla sobre un tema y sale en la prensa. Allá, para que suceda lo mismo, uno tiene que salir con una modelo o cumplir con cosas bien extraliterarias. En cuanto a lo económico, en el Perú es más complicado porque al menos allá puedes escribir en revistas y recibir un salario por eso. Aunque escribir siempre es difícil, es un oficio arriesgado.

–¿Alguna vez pensaste en radicar aquí?
–Siempre lo he pensado. Por ahora estoy yendo y viniendo. A largo plazo es algo que quisiera hacer, pero la verdad es que sí soy bastante gringo. Sigo la política de Estados Unidos, las noticias. Mi familia y mis amigos están allá. Cuando estoy aquí escucho la radio de California por internet y cuando estoy allá me siento totalmente en casa.

–¿Cuál es tu relación con el Perú entonces?
–Cuando yo comencé a venir más al Perú fue como si le subieran el volumen a un track que siempre estuvo ahí. Las historias que había escuchado desde chico, los recuerdos de mi familia, todo estaba ahí, pero eso no quiere decir que el track gringo haya bajado de volumen. Además Estados Unidos es un país de puta madre, hay cosas con las que no estoy de acuerdo, pero conozco a tantos norteamericanos tan buenos, intelectualmente bien moscas y que hacen trabajos valiosos que se me hace imposible caer en esos lugares comunes que hablan mal de esa sociedad.

–En “El rey siempre está por encima del pueblo” utilizas varias historias que adornaron los titulares de nuestra prensa…
–Aquí siempre ha habido un escándalo nuevo, si no es político es mediático, cultural o de farándula. No tienes que hacer mucho esfuerzo para saber qué cosa está pasando. Te subes a un taxi y puedes saber de actualidad prendiendo la radio. Hay cosas que aquí se respiran como aire y se convierten en códigos que manejas sin darte cuenta. Por eso es imposible pretender que desde afuera podrás mantenerse tan conectado. Es por eso que me hacía falta venir para estar una época más larga, simplemente para salir en la mañana, tomar un café y vivir aquí a diario.

–¿Y cómo es en Estados Unidos?
–Nosotros allá también tenemos corrupción, locos, escándalos sexuales, crímenes y contaminación. Quizás aquí se tiene un lado un poco más histriónico, lo cual sería entretenido si se pudiera separar de la realidad que esto implica. Por ejemplo, el caso de los petroaudios es tragicómico, aunque mucho más lo primero que lo segundo.

–¿Por quién votarás en el 2011?
–Mira, desde el 2006 hasta el 2008 he estado obsesionado con la política en Estados Unidos. Cuando llegué al Perú quería alejarme de todo esto y me di cuenta de que aquí ya se está haciendo campaña presidencial para el 2011. Me parece espantoso porque las campañas se van alargando cada vez más y eso es muy dañino para la democracia. Nadie puede hacer nada sin que sea malinterpretado por la oposición.

–¿Recuerdas algún caso específico?
–Por ejemplo, Toledo salió y dijo que Velásquez Quesquén es un político de tercera línea, lo cual es absolutamente cierto. Al día siguiente Lourdes lo atacó por decir eso. Es absurdo, estoy seguro de que ella piensa lo mismo pero como Toledo lo dijo primero había que atacarlo. Eso no es gobernar, es ridículo.

–¿Y todo esto importa en Estados Unidos? ¿Qué noticias nuestras llegan allá?
–Ninguna. Mientras el Perú no tenga petróleo, 12 millones de indocumentados, un dictador, sea de izquierda o derecha, o algo que lo desestabilice, no existe para Estados Unidos.
La República, 02 de agosto de 2009

Más sobre Daniel Alarcón:
Extraído de la Habitación de Henry Spencer


sábado, 25 de julio de 2009

Retratando la Historia

Nostalgia del libro instantáneo
Por Mirko Lauer
Perú padece una sequía de libros instantáneos. Es decir libros de coyuntura, más elaborados que la información periodística, pero menos densos que un volumen académico sobre el tema. A veces aparecen (la memoria carcelaria de Magaly Medina fue un hit en los quioscos), pero muy rara vez en temas de política nacional.Las explicaciones existen: pocos lectores, políticos que no escriben, resistencia a profundizar, una alta rotatividad de los temas.

El libro instantáneo político no es un antídoto contra la superficialidad, pero sí expresa un deseo público de calar algo más hondo que la dieta de los medios. Da la impresión de que aquí no lo tenemos.Al mismo tiempo somos un país privilegiado para hacer libros al paso sobre política. Un vacío que a veces es llenado por la monografía de una ONG. Lo cual es algo, pero no en el fondo se trata de especialistas escribiendo para especialistas. Son libros que por su forma de ser escritos suelen aparecer cuando el público se ha olvidado del asunto.

Por ejemplo, el linchamiento del alcalde de Ilave, Puno, en el 2002 acaso hubiera dado para un best seller. Produjo dos buenos textos de ciencia social (José Luis Ayala, Ramón Pajuelo) recién en el 2005. Por el camino se perdió un público potencial, una ampliación del debate sobre el tema, y quizás un negocio editorial. Notemos que aquí la violencia política 1980-1992+ luego de ser tratada monográficamente pasó directamente a la narrativa, sin detenerse en el libro instantáneo. Hay temas, como el de ciertas formas de corrupción, que simplemente se atascan en el limbo de los medios y la red. Pero en términos generales no conviene buscar la política actual en las librerías.Gustavo Gorriti está a punto de revertir la tendencia con Petroaudios, una historia del caso y su investigación, que será serializada por Planeta en breves tomos desde los primeros días de agosto. Será un texto policial y judicial, pero inevitablemente también político.

Aunque en este caso ya es, más que un libro instantáneo, una suerte de libro simultáneo.Un buen libro instantáneo no solo recoge de la política, sino que influye en ella. En este sentido es notorio que parte de ese papel se ha trasladado a un conjunto de películas peruanas que en los últimos tiempos lograron instalarse en el debate sobre temas político-sociales de fondo en el país. No ha sucedido con las novelas, como sucedía en los años 60-70.

A pesar de que hay más librerías que antes, y mejor amobladas e iluminadas, es evidente que la Ley del Libro de 2003-2004 tampoco ha funcionado mucho para promover este tipo de libro. El quiosco de la calle todavía es un mostrador demasiado primitivo, y el pirata editorial funciona como una suerte de polilla ultrarrápida para los libros de actualidad.
La República, 25 de julio de 2009

lunes, 20 de julio de 2009

Gabriel García Márquez : Su Ficción

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
Vida & milagros
Gabriel García Márquez.El profesor inglés Gerald Martin* ha publicado “Gabriel García Márquez: A Life”, una monumental biografía que Mondadori publicará en castellano en octubre próximo. Al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1982, el escritor dijo que en América Latina “frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida”.
Por: Julio Ortega

Todo lo que sabíamos sobre Gabriel García Márquez es ficción. Todo lo que no sabíamos también. Hoy entendemos lo ficticio como la forma interna de la verdad pues de otro modo esta sería solamente literal, y no daría cuenta de la dimensión subjetiva que requiere para ser plenamente. Uno de los grandes temas que recorre la larga y fecunda obra de este escritor es la representación de la memoria, que como dice en “Vivir para contarla”, no es lo que vivimos sino cómo lo recordamos. Lo que equivale a declarar que la novela reescribe lo vivido, que a su vez se actualiza en lo escrito, y vida y escritura (“bio” y “grafía”) son el relato que nos trama.

La vida imaginadaEn “Gabriel García Márquez, A Life” (Londres: Bloomsbury; Nueva York: Knopf) la biografía de Gerald Martin —ex profesor de Lenguas Modernas de la Universidad de Pittsburgh—, estos dilemas de vida y escritura se multiplican. Primero porque Gabo ha escrito sus novelas a partir de su memoria familiar y local; y, segundo, porque en “Vivir para contarla” ha tramado su vida en diálogo con sus novelas; y nos hace leerlas como si fueran verdaderas desde unas memorias imaginarias. Estas categorías están perjudicadas por la falsa opción entre “verdad” y “ficción” porque Gabo, desde sus primeros textos, hacía de una el espejo de la otra. Y por eso repetía que la realidad es la mejor novelista y que lo ficticio mañana será cierto.

Diecisiete años de investigación Gerald Martin es el narrador ideal de esta vida memorable. Es un inglés algo taciturno pero capaz de sobrevivir la maratón de su empresa, a pesar de que a la mitad del libro se enfermó y temió no vivir para contarla.
Gabo le dijo que aceptaba tenerlo de biógrafo pero que el trabajo lo haría él. Gabo intervendría solo para aclarar alguna duda seria, y por eso sentenció que esta sería una biografía “tolerada”. Martin entrevistó a 300 personas, visitó familiares, parientes y amigos y le siguió las huellas por las ciudades donde había vivido. Diecisiete años de investigación culminan en un resumen de 640 páginas (la biografía original es tan extensa que no pudo publicarse y saldrá luego en dos tomos, promete el autor).

El proceso de la escrituraLa publicación de los libros articula el relato cronológico, puntual y asociativo de Martin. Cada libro de García Márquez es la culminación de un largo período de vida, que se impone como relato. Maravillosamente, la inspiración desencadena y ordena el relato latente, su forma propia y reverberación interna. Luego el proceso es labor de oficio: investigación, inventiva, revisión. Aparte de las muchas noticias y revelaciones de la vida misma, la historia de cada novela naciendo bajo la luz de su feliz necesidad es la documentación más valiosa aportada por esta biografía.

Nos deja ver el proceso mismo de la composición, ese milagro que propicia el despliegue del relato avizorado. Gabo tenía todas sus novelas en ciernes, rumiándolas, aguardando el momento en que le tomaran la palabra. Por lo demás, Martin no está tentado por la interpretación y prefiere ser factual y analítico. Cuando trata de entender el árbol barroco de la familia se alarma de que primos hermanos puedan hacer pareja y los hombres ejerzan una paternidad errática. Sobre la matanza de obreros en la huelga bananera, Martin está más cerca de la novela que de la historia; hay un estudio de Eduardo Posada Carbó que se le escapó.

La vida como donSobre la infancia del autor me parece que Martin dramatiza la situación, casi como una novela victoriana. Gabo y su hermana, los mayores de once hermanos, fueron dejados al cuidado de sus abuelos mientras el padre buscaba establecerse entre mudanzas y descalabros. Martin asume que el niño ha sido “abandonado”. Años después, cuando los padres los recogen, asume que el niño es despojado de su marco protector y que el desentendimiento con el padre fue “traumático.”

Tal vez, pero lo asombroso de la adolescencia y juventud de Gabo es la extraordinaria aceptación de su vida y la naturalidad antidramática con que asume su suerte, su destino. La precaria vida económica de la familia, la pobreza del joven periodista, el hambre en París y los trabajos ingratos en México, que le impiden escribir, hubieran frustrado o resentido a cualquier otro escritor. Para él, sin embargo, la vida es un don dichoso, y la fe en su escritura una larga paciencia. No hay amargura ni frustración, más bien una confianza plena en las virtudes dialogales, en la amistad y en esos largos plazos que definen su integridad: le dijo a Mercedes cuando ella tenía trece años que se casarían, y esperó veinte años por la primera frase que desencadenó “Cien años de soledad”. Se ha jugado la vida por la literatura, y no puede ser sino más cierta. Más sufrió Cervantes las miserias de su tiempo, y fue en la cárcel de Sevilla donde nació el “Quijote”.

La misión de hacerOtra revelación del libro es la dedicada a la vida pública. Muchos creen que Gabo vive fascinado por el poder, complacido en la compañía de presidentes y famosos. Martin tiene otra explicación. Gabo había dicho que todo escritor tiene una vida pública, una privada y otra secreta. Por eso cuando lo llamaron con la noticia del Nobel le dijo a Mercedes: “Me jodieron”. O sea, mi vida será ahora más pública y menos mía. Fue una decisión meditada emplear su nueva posición, influencia y poder en causas políticas y culturales que le dieran el papel de libre intermediario y mediador. El argumento de Martin es persuasivo y sigue la lógica fecunda de la vida de García Márquez, su fe en hacer y ser útil. A veces me ha parecido que Gabo interviene en asuntos públicos porque realmente cree que puede encauzarlos, darles sentido a posteriori. Ha donado muchísimo dinero y sigue sosteniendo empresas quijotescas como la Fundación de Cine y la Escuela de Cinematografía, en Cuba, y la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, en Colombia. Y después del Nobel no aceptó otro premio.

Si la literatura es el sueño que tiene una cultura, en la de Gabriel García Márquez seguimos despertando a un mundo que promete ser mejor. América Latina ya no es la misma desde que leímos “Cien años de soledad”. Le debemos esa comunidad de la lectura, esa demanda de humanidad.
El Comercio, 19 de julio de 2009