lunes, 20 de julio de 2009

Gabriel García Márquez : Su Ficción

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
Vida & milagros
Gabriel García Márquez.El profesor inglés Gerald Martin* ha publicado “Gabriel García Márquez: A Life”, una monumental biografía que Mondadori publicará en castellano en octubre próximo. Al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1982, el escritor dijo que en América Latina “frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida”.
Por: Julio Ortega

Todo lo que sabíamos sobre Gabriel García Márquez es ficción. Todo lo que no sabíamos también. Hoy entendemos lo ficticio como la forma interna de la verdad pues de otro modo esta sería solamente literal, y no daría cuenta de la dimensión subjetiva que requiere para ser plenamente. Uno de los grandes temas que recorre la larga y fecunda obra de este escritor es la representación de la memoria, que como dice en “Vivir para contarla”, no es lo que vivimos sino cómo lo recordamos. Lo que equivale a declarar que la novela reescribe lo vivido, que a su vez se actualiza en lo escrito, y vida y escritura (“bio” y “grafía”) son el relato que nos trama.

La vida imaginadaEn “Gabriel García Márquez, A Life” (Londres: Bloomsbury; Nueva York: Knopf) la biografía de Gerald Martin —ex profesor de Lenguas Modernas de la Universidad de Pittsburgh—, estos dilemas de vida y escritura se multiplican. Primero porque Gabo ha escrito sus novelas a partir de su memoria familiar y local; y, segundo, porque en “Vivir para contarla” ha tramado su vida en diálogo con sus novelas; y nos hace leerlas como si fueran verdaderas desde unas memorias imaginarias. Estas categorías están perjudicadas por la falsa opción entre “verdad” y “ficción” porque Gabo, desde sus primeros textos, hacía de una el espejo de la otra. Y por eso repetía que la realidad es la mejor novelista y que lo ficticio mañana será cierto.

Diecisiete años de investigación Gerald Martin es el narrador ideal de esta vida memorable. Es un inglés algo taciturno pero capaz de sobrevivir la maratón de su empresa, a pesar de que a la mitad del libro se enfermó y temió no vivir para contarla.
Gabo le dijo que aceptaba tenerlo de biógrafo pero que el trabajo lo haría él. Gabo intervendría solo para aclarar alguna duda seria, y por eso sentenció que esta sería una biografía “tolerada”. Martin entrevistó a 300 personas, visitó familiares, parientes y amigos y le siguió las huellas por las ciudades donde había vivido. Diecisiete años de investigación culminan en un resumen de 640 páginas (la biografía original es tan extensa que no pudo publicarse y saldrá luego en dos tomos, promete el autor).

El proceso de la escrituraLa publicación de los libros articula el relato cronológico, puntual y asociativo de Martin. Cada libro de García Márquez es la culminación de un largo período de vida, que se impone como relato. Maravillosamente, la inspiración desencadena y ordena el relato latente, su forma propia y reverberación interna. Luego el proceso es labor de oficio: investigación, inventiva, revisión. Aparte de las muchas noticias y revelaciones de la vida misma, la historia de cada novela naciendo bajo la luz de su feliz necesidad es la documentación más valiosa aportada por esta biografía.

Nos deja ver el proceso mismo de la composición, ese milagro que propicia el despliegue del relato avizorado. Gabo tenía todas sus novelas en ciernes, rumiándolas, aguardando el momento en que le tomaran la palabra. Por lo demás, Martin no está tentado por la interpretación y prefiere ser factual y analítico. Cuando trata de entender el árbol barroco de la familia se alarma de que primos hermanos puedan hacer pareja y los hombres ejerzan una paternidad errática. Sobre la matanza de obreros en la huelga bananera, Martin está más cerca de la novela que de la historia; hay un estudio de Eduardo Posada Carbó que se le escapó.

La vida como donSobre la infancia del autor me parece que Martin dramatiza la situación, casi como una novela victoriana. Gabo y su hermana, los mayores de once hermanos, fueron dejados al cuidado de sus abuelos mientras el padre buscaba establecerse entre mudanzas y descalabros. Martin asume que el niño ha sido “abandonado”. Años después, cuando los padres los recogen, asume que el niño es despojado de su marco protector y que el desentendimiento con el padre fue “traumático.”

Tal vez, pero lo asombroso de la adolescencia y juventud de Gabo es la extraordinaria aceptación de su vida y la naturalidad antidramática con que asume su suerte, su destino. La precaria vida económica de la familia, la pobreza del joven periodista, el hambre en París y los trabajos ingratos en México, que le impiden escribir, hubieran frustrado o resentido a cualquier otro escritor. Para él, sin embargo, la vida es un don dichoso, y la fe en su escritura una larga paciencia. No hay amargura ni frustración, más bien una confianza plena en las virtudes dialogales, en la amistad y en esos largos plazos que definen su integridad: le dijo a Mercedes cuando ella tenía trece años que se casarían, y esperó veinte años por la primera frase que desencadenó “Cien años de soledad”. Se ha jugado la vida por la literatura, y no puede ser sino más cierta. Más sufrió Cervantes las miserias de su tiempo, y fue en la cárcel de Sevilla donde nació el “Quijote”.

La misión de hacerOtra revelación del libro es la dedicada a la vida pública. Muchos creen que Gabo vive fascinado por el poder, complacido en la compañía de presidentes y famosos. Martin tiene otra explicación. Gabo había dicho que todo escritor tiene una vida pública, una privada y otra secreta. Por eso cuando lo llamaron con la noticia del Nobel le dijo a Mercedes: “Me jodieron”. O sea, mi vida será ahora más pública y menos mía. Fue una decisión meditada emplear su nueva posición, influencia y poder en causas políticas y culturales que le dieran el papel de libre intermediario y mediador. El argumento de Martin es persuasivo y sigue la lógica fecunda de la vida de García Márquez, su fe en hacer y ser útil. A veces me ha parecido que Gabo interviene en asuntos públicos porque realmente cree que puede encauzarlos, darles sentido a posteriori. Ha donado muchísimo dinero y sigue sosteniendo empresas quijotescas como la Fundación de Cine y la Escuela de Cinematografía, en Cuba, y la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, en Colombia. Y después del Nobel no aceptó otro premio.

Si la literatura es el sueño que tiene una cultura, en la de Gabriel García Márquez seguimos despertando a un mundo que promete ser mejor. América Latina ya no es la misma desde que leímos “Cien años de soledad”. Le debemos esa comunidad de la lectura, esa demanda de humanidad.
El Comercio, 19 de julio de 2009

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