viernes, 15 de enero de 2010

Sobre KLOAKA:"La propuesta era lumpenizar el lenguaje" (archivo, 2002)


31/12/2008
Extraído del blog Dorada Apokalypsis
Entrevista a Domingo de Ramos
Por Luis Fernando Chueca y Christian Estrada

¿Cuál fue, en su momento, la importancia de Kloaka?

Kloaka fue una irrupción en la literatura peruana con la propuesta de lumpenizar el lenguaje. En realidad, había dos corrientes dentro del grupo, por un lado una actitud “popular” y una actitud “lumpenesca”. Esta última se ve en lo que vendrían a ser después libros como Arquitectura del espanto y Homenaje para iniciados, el segundo libro de Róger Santiváñez.

¿Por qué lumpenizar el lenguaje en la poesía?

Porque, por ejemplo, la actitud de Hora Zero no fue lumpenizar el lenguaje, sino desde la forma exteriorista tratar ese lenguaje. No iban a la esencia, sino solamente a la forma. Nosotros profundizamos eso, porque no éramos provincianos que veníamos a estudiar en la universidad, sino ya legítimos herederos de los primeros provincianos en Lima. Entonces, manejábamos desde ya incorporado ese lenguaje.

Eso se ve en la poesía de Róger, en la tuya, en la de Dalmacia –aunque ella no fue integrante oficial de Kloaka–, pero no tanto en Heredia…

Esa es la otra corriente, la “popular”, en el sentido de que a Heredia, por ejemplo, le gustaba la música popular, criolla, y a partir de un mundo como Barrios Altos, clasemediero, poetiza de esa forma, como si fuera un vals a lo Felipe Pinglo.

¿Y la relación entre esas dos corrientes al interior del grupo?

Se alimentaban mutuamente, pero siempre manteniendo esa línea difusa, pero que se notaba a la hora de escribir.

¿Qué buscaban con esas dos líneas?

Un lenguaje esencialmente urbano, peruano; un mundo donde ese lenguaje sea una marca de identidad de los jóvenes. Una forma de saber que ese universo existe,y que ya no es subterráneo. Además, el lenguaje de Kloaka es político-literario –lo que venía por herencia, porque muchos de nosotros éramos militantes de partidos de izquierda y veníamos de esa formación– y por lo tanto era confrontacional, tanto en el lenguaje como en lo político. Así es que todavía hacíamos comunas; Kloaka quiso ser una comuna. Y esto se legitimaba porque eran los años 80s donde todavía existía la posibilidad de cambios radicales y éramos legítimos herederos de una tradición polìtica de izquierda que creía en la revolución que supuestamente estaba a la vuelta de la esquina.

¿Llegaron a serlo en algún momento?

Nunca se produjo porque había problemas de logística. No teníamos posibilidad.

Se ha dicho varias veces que la violencia que se vivía en la sociedad, es llevada también hasta el plano del lenguaje, ¿de allí la propuesta de lumpenizar, del lenguaje “esquizoide”?

Sí, porque la experiencia fue tan dura, tan brutal, que en realidad esa violencia atravesó toda la sociedad, de cabo a rabo. Y en el lenguaje eso se transmite a través de los giros idiomáticos que a propósito tratan de romper todo una armonía léxica, ortográfica... La violencia se transmite en todos los poemas.

Al mismo tiempo que ustedes estaban denunciando de algún modo la violencia cotidiana y política, proveniente del estado; en la lectura de los manifiestos y poemas se vislumbra algún tipo de violencia…

Entona en todo caso, entona con toda la atmósfera de ese momento, poética e ideológicamente. No sé si en los 90 lo seguimos haciendo. Creo que cambió mucho esa perspectiva en los 90, la caída del muro de Berlín... Pero, obviamente, el desencanto con respecto a los proyectos colectivos ya venía desde los 80. Nosotros, como parte de esa herencia, seguimos esa línea, tan así que nos burlábamos de nosotros mismos, nos expulsábamos nosotros mismos como si fuéramos partidos trotskistas. Y la imitación de la realidad y los fenómenos sociales se da dentro de este movimiento.

Kloaka plantea la urgencia de mirar lo que está ocurriendo y lo refleja, de algún modo, hasta niveles dramáticos; pero al mismo tiempo con los partes de expulsión y esas parodias de la izquierda, también lo lleva hasta niveles cómicos. ¿Cómo conciliaban eso? ¿Se tomaban en serio ustedes mismos?

Yo creo que no nos tomábamos muy en serio, en el fondo. Hacíamos esto como parte de querer salir de allí. Y cuando nos poníamos serios decíamos: “Vamos a ser la conciencia vigilante de lo que pasa en la sociedad peruana”, que es una postura pedante. Ahí se ve que si uno se pone serio, se autodestruye, porque sencillamente éramos incapaces de transformar la sociedad, la realidad. Si tomábamos en serio esa incapacidad, nos autodestruíamos o bien militaríamos en un partido de los alzados en armas, y eso supondría el silencio total.

¿Realmente las personas expulsadas no formaban más parte de las reuniones?

Claro, y eso era una parodia. Las expulsiones sí se daban, y en esos momentos de lucidez y borrachera decíamos “hay que expulsarlo”, y lo expulsábamos, y ya no era parte del “cielo concéntrico”, como nosotros decíamos.Pero esta idea de la expulsiones lo propuso el pintor Carlos Enrique Polanco como no asistían a las reuniones ni a los recitales fue uno de los motivos. Yo no estuve en ese momento y yo lo vi ya en un documento oleado y sacramentado.

La propuesta político-ideológica de Kloaka tenía que ver con la situación de guerra que vivía el país, pero tenía que ver también con un deseo, una utopía mucho mayor, una propuesta de realización humana en toda su plenitud...

Eso es cierto, era una utopía. Como dice la contracarátula de Kloaka, 20 años después: “Kloaka desde su fundación ha reivindicado la vida, la intensa realización de la vida, es decir la liberación más perfecta de oponerse al dolor social que nos golpea todos los días y a cada momento...” Esa utopía era posible, en menor escala, de hacerse. Y nosotros la creímos, queríamos ser una comunidad, que iba más allá incluso, porque decíamos “somos pansensualistas”: creíamos que todas las posibilidades amatorias eran posibles en esa comunidad.

¿Cuándo se dieron cuenta de que su propuesta de plenitud no era ya posible en el Perú? ¿Eso tuvo que ver con el final de Kloaka?

Creo que pasada la efervescencia y la actitud de enfrentar lo que estábamos viviendo. La propuesta de los miembros de salir del país, por ejemplo. Al no poder contrarrestar la realidad, al no poder cambiar ni su propia vida incluso, entonces varios optan por salir. Primero se va Velarde, luego Polanco, y de ahí viene ya la otra migración. Los que se quedan se refugian en sí mismos, o se autodestruyen con las drogas. No les queda otro camino.

Ustedes están celebrando veinte años de la fundación de Kloaka, ¿cuál es, a la distancia, la importancia de Kloaka en el desarrollo de la poesía peruana?

Hay aportes posteriores del movimiento, que cada uno ha ido desarrollando, y a la larga se nota que ese laboratorio que fue Kloaka se consolida en la producción de algunos miembros, porque muchos de ellos todavía están produciendo y tienen algo que decir. El lenguaje lumpenesco, peruano, del habla en Lima, es –me parece– gravitante, porque esta fusión provincia-urbe se ha dado ahí en realidad. Ese lenguaje viene desde el fondo, ya no es un subterráneo, emerge. Va a salir un estudio de José Antonio Mazzotti, Poéticas del flujo, donde ubica perfectamente estos lenguajes que se contraponen con la “poética femenina” o las otras corrientes de los 80, porque no se rigen por los cánones establecidos: Kloaka es un movimiento no canónico, completamente distinto, y la academia no lo recibe bien, no le da importancia en la medida en que transgrede sus lenguajes prestigiosos.

¿La trangresión la relacionas con el silencio que has mencionado frente a la aparición de Kloaka, 20 años después o a la importancia de Kloaka en la poesía peruana?

Toda la crítica peruana ha soslayado el movimiento Kloaka, salvo González Vigil que sí habla de él, pero tampoco profundiza, como sí ha hecho con Hora Zero. A mí me parece que ahora, después de veinte años, hay jóvenes en provincias y en Lima que están muy deseosos de conocer qué ha sido y qué es Kloaka. Me parece que a partir de ahí va a haber una reflexión sobre Kloaka; ya no de estos viejos críticos, sino otros, con una mentalidad más abierta, capaces de entender esa onda de los años 80.

Decías hace un momento que la propuesta de Kloaka es no canónica. Sin embargo, Ósmosis es un libro tuyo premiado, y en este sentido de algún modo canonizado...

Lo de mi libro es una casualidad, no imaginé jamás que iba a ser premiado. Además, no sé si ha sido bien visto por la academia, supongo que sí; pero Marco Martos, en la presentación, dijo que le faltaba mucho y que era un libro inmaduro. Con eso me hace feliz, en el sentido de que no estoy incluido dentro de lo que tú señalas como oficial y premiado. Creo que es muy difícil que eso sea posible, porque, por ejemplo, la sección “Luna serrada” tiene un lenguaje muy ríspido, muy duro y muy violento. Claro que en el resto de los poemas que conforman Ósmosis en sí, cedo un cierto espacio, y hago un poco de retórica pensando en el premio; sino el premio se me iba de las manos con “Luna serrada” que es anti-canon. Esa mezcla parece que resultó.

¿Qué críticas harías tú de lo que fue Kloaka en su momento, de lo que hicieron?

La no realización de una comuna. La no experimentación del lenguaje hasta las últimas consecuencias, cuando existía el movimiento, y la incapacidad de cambiar las cosas.

Si una de sus ideas era justamente la de vivir en comunidad, con una propuesta poetizada y además traducida en manifiestos, ¿el fracaso de la realizacion de la comunidad no dice bastante, de algún modo, de la propuesta en sí misma?, ¿no dice que no calcularon que el mismo sistema no iba a permitir que pudieran vivir en comunidad? ¿Esa época los venció a ustedes?

Sí, porque había dos líneas muy claras: una la alzada en armas, que sí buscaba una transformación real política e ideológica, y la otra era la represión brutal de parte del estado. Entre ambas, uno no podía estar en el medio, ¿por qué?, porque ya estaba todo polarizado. Entonces, ¿cuáles son nuestras propuestas?.¿Arrojar pétalos de rosas como los hippies? Eso seria un disparate. Nosotros estábamos en el medio, queriendo hacer una comunidad contra estos dos gigantes que destruían todo, por lado el Estado a través de sus viejos partidos politicos de derecha que saco las garras por defender su podrido sistema social y siempre lo han hecho sino aqui se perfila como ente criminal y genocida y los alzados en armas que perseguian el poder. No se podía mantener una utopía de esa naturaleza, era irrealizable, queríamos sí oponer nuestros cuerpos haciendo una comunidad, pero eso se deshizo cuando vimos que la realidad era otra. Eso es lo que destruye y mina, finalmente, toda la propuesta del grupo de ser una comunidad.

Apareció en Flecha en el azul 19. Lima, octubre 2002; pp. 56-58.

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