La República
Dom, 03/05/2009
Mis impresiones de la segunda y exitosa Feria del Libro del Cono Norte.
Por Eloy Jáuregui
Domingo 26 de abril, 4 de la tarde. Mientras frente al Centro Comercial Megaplaza cerca de un centenar de limeños de tercera generación devoran cuyes, pachamancas y tacachos “acecinados”, y las fritangas y chanfainas inundan con sus aromas la Panamericana Norte, la segunda Feria del Libro de Lima Norte luce también atiborrada de curiosos ilustrados, lectores asustados y vendedores aguzados. Más allá y a tiro de piedra, el Grupo Kaliente se fajaba en una cumbia bien monse con un estribillo torreja y sobre un tabladillo 4 muchachas entradas en carnes, en frenético danzar con pantaloncitos hot, tejían con sus muslos este retrato de una ciudad amalgamada por sus revolcones y distingos.
Para aquellos que gustan de las estadísticas, según la Cámara Peruana del Libro esta vez se reunieron 44 expositores, se instalaron 88 stands, se exhibieron 55 mil títulos y en estos 17 días de feria llegaron a esos pagos cerca de un cuarto de millón de peruanos blindados contra la crisis. ‘Cholos powers’, que le dicen. Alucina, dice mi hijo, aquí antes se remataban pollos, patos y cabritos. Cierto, y cuando uno ingresa al recinto libresco, se luce la sonrisa inimitable de Alfredo Bryce en una gigantografía corpórea, Paulo Coelho, más breve, padece de una mirada a oveja degollada que lo hace tan buenito y una tetuda Isabel Allende luce un auténtico collar de perlas grises irisadas de ostras auténticas extraídas del Golfo Pérsico. ¿Bisutería literaria? Puede ser. ¿Literatura de tías? Quizá. ¿Incunables al estilo Veguita sin cuna conocida? Seguro.
Y si apareciese Santiago Zavala, como aquella vez, después de sus horrendas 8 horas de reportero en La Crónica y con rumbo al “Zela” y se preguntase: ¿En qué momento se jodió el Perú?, su pregunta estaría mal formulada y parecería joda. Frente a esta feria del libro, formal, sin pirateos, con la Sunat en la nuca, aquella visión pesimista es un sofisma más que una falacia. El Cono Norte nunca estuvo jodido. Eso sí, jamás tuvo una librería hasta el año pasado cuando llegó la feria. Su éxito comercial y empresarial, en todo caso, viene de antiguo. Pura sabiduría de ancestros fenicios. ¿Acaso celendinos? Es buena la pregunta.
Pero desde hace buen tiempo sostengo que desde aquel 1950 del ‘desborde popular’ de Pepe Matos Mar, al norte de Lima los migrantes se consolidaron como comerciantes y al sur de la capital como industriales. Amén que al norte abundan universidades e institutos como pollerías y chifas. Pero por esas exigencias del marketing nativo, los verdaderos coneños del norte –perdón por la huachafería– manejan harto billete, conducen 4x4, se visten con Dolce & Gabbana, Hugo Boss y Armani –chancho, no sé– como cualquier hijo de Las Casuarinas y sueñan con su casa en “Eisha” para su próximo verano.
Pero hay otros logros en el sitio de citas. Un afán por la cultura con título. De la profesión con sello a nombre de la Nación. Los lugareños son emprendedores. Así, el libro que se edita en el Perú forma parte de esta bonanza. ¿Por qué cada día aparecen más hostales en la comarca? Porque existe el mercado de la carne humana. ¿Por qué se publican tantos libros? Porque la gente lee.
Aquello que hoy se lee menos es otra falacia. Esta semana se presentaron otros tantos libros: Desde el feroz González Prada, “Los jóvenes a la obra”, en el Congreso de la República hasta “El placer de leer a Vallejo en zapatillas”, de Jorge Díaz Herrera, en el Centro Cultural de España. La lista es vasta y desmedida. Pero no es solo literatura (se reedita a Enrique Verástegui como a la novísima Alessandra Tenorio). Son también los libros de derecho como el del Dr. Carlos Alberto Matheus: “La independencia e imparcialidad del árbitro” y los best sellers políticos como “La vida agónica” (buen título para Haya de la Torre) de Eugenio Chang-Rodríguez, o los “Ensayos de Marketing Político” de Pedro Barrientos y hasta los manuales para la lectura manual de la ahora infaltable Alessandra Rampolla.
Pero es que acaso no andan diciendo por ahí que con internet se acabaron los libros. Y con esa monserga de las bibliotecas digitales, los e-books, las librerías virtuales, ya no habría pirateo. No, para nada. Igual dijeron los apocalípticos de “Epic 2015” o “Prometeus” –dos documentales que quieren matar los diarios tal como los conocemos– y estos se siguen publicando. Y Juanito Acevedo edita en San Marcos “La Araña No”. Entonces hay poesía como hay chat. Hay cómics como Facebook. Si la señora Carmen Balcells, descubridora de “Gabo” y “Varguitas”, lanzó su Kindle 2, para lectores de Amazon, igual, seguiremos soñando con la biblioteca de Borges o la de Alejandría. La escritura es para la feria, digo yo, o dame un papiro que destrozaré tu Google. Un poeta joven leyó el eslogan de la feria: “Leer te lleva a donde quieras” Subió a su combi y gritó: “¡Lleva!”
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